Jaime IGLESIAS MADRID
Elkarrizketa
Jan Ole Gerster
Director de cine

«A veces no sabemos si somos nosotros los que cambiamos o es la realidad que nos rodea»

Nacido en Hagen (Alemania) en 1978, su ópera prima «Oh, boy!», desde el pasado viernes en las salas, le ha convertido en una de las promesas más deslumbrantes del nuevo cine germano. Con ella consiguió triunfar en los premios del cine alemán de 2013, en los que obtuvo seis galardones y ganar, además, el premio revelación del Cine Europeo.

A veces tomar un simple café puede convertirse en toda una odisea, sobre todo si dicho empeño parte de alguien cono Niko, un joven que se acerca a los treinta sin certezas y sin saber muy bien qué quiere hacer con su vida en el temor de quedar excluido de una realidad que le sobrepasa. Con una factura cercana al cine de Jim Jarmusch y una galería de personajes que, a fuerza de ser estrafalaria, resulta bastante cercana, Jan Ole Gerster, realiza una crónica entre hilarante y melancólica sobre el fin de la juventud.

El protagonista de su película manifiesta una evidente tensión entre un pasado sobre el que pretende pasar página y un futuro lleno de incertidumbres. ¿Diría que la frustración de Niko tiene que ver con su incapacidad para vivir el momento presente?

Algo de eso hay, aunque esa tensión de la que hablas tiene que ver, sobre todo, con su torpeza para orientarse en una realidad que le supera porque realmente no sabe percibirla, no consigue interpretar las señales que acontecen a su alrededor. Supongo que el conflicto que vive Niko es una proyección de mi estado de ánimo cuando comencé a desarrollar esta historia. El pasado siempre está ahí, nos condiciona y nos confunde hasta el punto de no saber muy bien, muchas veces, si somos nosotros los que cambiamos o es la realidad que nos rodea la que lo hace. Cuando ves desaparecer o transformarse determinados lugares que marcaron tu infancia y que las costumbres cambian, es fácil sentirse desubicado.

La propia imposibilidad del protagonista para tomar un café parece una metáfora de que lo que falta en su vida es precisamente un momento de serenidad que le permita organizar sus propias ideas...

Sí, es una idea que fue creciendo según desarrollaba el guión. Necesitaba un elemento cotidiano que reflejase la falta de determinación del protagonista, ese no saber muy bien qué quiere, ni cómo lograrlo. Al principio de la historia parece que lo que necesita es un café, pero cuando llega a un bar y le hacen elegir entre una carta infinita de cafés preparados de mil maneras distintas, él termina por sucumbir y renunciar a su deseo primigenio. A partir de ahí algo tan básico como tomar un café se convierte en una quimera para él.

En la última secuencia, logra, por fin, tomar ese café largamente postergado ¿Marca el final de su viaje a la madurez?

Un poco sí, en la medida en que, en ese momento, se confronta consigo mismo y es capaz de salir de esa letanía absurda en la que había convertido su vida. De repente, todo comienza a tener un sentido. De todas maneras esa suerte de catarsis que vive el protagonista no se manifiesta de una manera explícita, me gusta que sea el espectador el que interprete esos signos sin darle más información de la necesaria sobre cuál será el devenir de Niko.

¿Por qué decidió rodar esta historia en blanco y negro y con ese estilo realista?

Creo que favorece el mensaje de la película y además nos ayuda a tomar una distancia relativa respecto a lo que en ella se nos cuenta. Fue una opción deliberada y muy pensada. De todas maneras celebro que hagas hincapié en que se trata de un tono realista porque me chocan ciertos comentarios que tildan a la película de surrealista. Creo que el problema viene de que la gente confunde realismo con naturalismo y ciertamente no hay naturalismo en la propuesta sino, en todo caso, cierta tendencia a la abstracción.

Muchos han sido los cineastas y películas que se han citado como punto de inspiración de «Oh boy!». Entre los más recurrentes están los nombres de François Truffaut y Jim Jarmusch ¿reconoce la influencia de ambos en esta película?

Por supuesto ¿cómo negar la influencia de cineastas como los que has citado a los que admiro tanto? No sería justo por mi parte. De todas maneras yo no era muy consciente de que ese ascendiente se revelase tan manifiesto en las imágenes de mi película hasta que me lo han hecho notar. Pero lo curioso es que cada quien saca a colación unos nombres distintos, con lo que la sensación que tengo es que el efecto de esa influencia queda diluido en una propuesta que, en todo caso, de recoger la herencia de otros cineastas lo hace como si fuera una especie de monstruo de Frankenstein (risas). Dicho esto, nunca me planteé hacer una película «al estilo de Jarmusch» o «al modo de la nouvelle vague».

¿Cómo explica que una película vocacionalmente pequeña como ésta haya tenido tanta repercusión a nivel de premios?

No sé cómo explicarlo, de hecho yo soy el primer sorprendido. Llevo un año viajando con esta película, a menudo acudo con ella a festivales de cine donde veo trabajos que son tan buenos o mejores que el nuestro pero que no alcanzan el eco que nosotros hemos tenido con «Oh, boy!», así que he llegado a pensar que lo nuestro es pura sincronía y que hemos tenido la suerte de hacer un filme que conecta con mucha gente en el momento preciso. La promoción de esta película me tiene tan absorbido que me ha faltado tiempo para sentarme a pensar en qué proyectos trabajaré en un futuro inmediato. A veces un éxito temprano puede llegar a condicionarte para mal, pero tampoco puedo quejarme. Es posible que la repercusión alcanzada por «Oh, boy!» me facilite las cosas de cara a encontrar financiación para mi próxima película.