Pablo GONZÁLEZ Enviado especial
TRAS EL REFERÉNDUM

Los rusos de Crimea celebran a lo grande el regreso del territorio a Rusia

El júbilo se extendió por las principales ciudades de la península hasta altas horas de la madrugada. Las banderas rusas inundaron todos los espacios públicos para celebrar los resultados oficiosos del referéndum. La alegría rusa contrastaba con la ausencia en los espacios públicos de los ucranianos y los tártaros, comunidades que han pasado a segundo plano en un corto espacio de tiempo.

Decenas de miles de personas salieron a las calles de las principales ciudades de la península de Crimea para celebrar que la opción más votada en el referéndum celebrado el domingo haya sido la de unirse con Rusia. Dada la mayoría rusa en la población en la región, no había muchas dudas sobre cual sería el resultado, pero aún así el júbilo popular fue en aumento según se acercaba el cierre de los colegios electorales.

Si en las jornadas que precedieron al referéndum en las ciudades se observaba una mayoría de banderas de la República de Crimea, al ir avanzando la jornada de votación, la tricolor rusa se hizo omnipresente. Los gritos de «¡Ro-ssi-ya, Ro-ssi-ya!» (¡Ru-sia, Ru-sia!) se repetían cada poco tiempo de manera espontánea. Los ciudadanos se felicitaban los unos a los otros. Muchos se hacían fotos con agentes del orden, especialmente con los Berkut y los cosacos rusos. En esos momentos no había ni rastro de los militares rusos, por lo menos no de uniforme.

En las dos principales ciudades de la península, Simferopol, la capital, y Sevastopol, la principal base de la Flota del Mar Negro rusa, se celebraron conciertos de varios grupos de música, entre ellos tocó el grupo Lyube, el favorito de Vladimir Putin. Tocaron canciones de su repertorio, muy conocido entre el público ruso, y las miles de personas que presenciaban los conciertos fueron entonando los temas a coro uno tras otro. Todo ello con la continua presencia de banderas rusas, unas pocas de Crimea, y hasta alguna soviética. En Simferopol, una gran estatua de Lenin observaba inamovible todos los festejos que discurrían a su alrededor, en la principal plaza de la ciudad.

La multitud fue recibiendo con gran ánimo los anuncios que se hacían por los altavoces, como la alta participación o los resultados parciales según se iban contando los votos. Los fuegos artificiales supusieron el colofón a los festejos organizados por las autoridades. Esto no impidió a la gente seguir con las celebraciones por las calles más céntricas. Solo la intensa lluvia que empezó a caer cerca de las dos de la madrugada fue empujando a la gente hacia sus casas.

Tártaros y ucranianos

Todos los festejos fueron protagonizados casi exclusivamente por la mayoría rusa de Crimea. Era su fiesta, como dejaba clara la proyección de la frase «Nuestro hogar es Rusia», en uno de los edificios de la plaza de Lenin de Simferopol. Los otros dos grandes grupos de población de Crimea, tártaros y ucranianos, no estaban el domingo para fiestas.

Los tártaros quedan tras la celebración del referéndum en una posición mucho más delicada que la que tenían con el Gobierno de Kiev. Si antes las autoridades ucranianas utilizaban a los tártaros como contrapeso a la mayoría rusa, ahora es esta mayoría la que ha tomado firmemente el mando. La participación de los tártaros en el refe- réndum fue escasa, aunque como se pudo ver sobre el terreno claramente mayor de lo que quiere admitir el Medzhlis (Asamblea Popular tártara), que la cifra en apenas un millar de los 185.000 votantes tártaros.

Sin embargo, la posición general de los tártaros la resume Eldar, de 42 años, quien al ser preguntado sobre su postura ante la consulta afirma que «si tras el referéndum se vive mejor, estaré a favor, si peor, en contra».

La opción de «mejor» pasa para los tártaros por su rehabilitación política, que debería permitirles recuperar parte de las tierras que les fueron arrebatadas cuando en 1944 fueron deportados en masa a Asia central por las autoridades soviéticas por orden de Stalin. Pero parece difícil que esto pueda suceder en un futuro cercano con unas nuevas autoridades que parece que van a ser sensiblemente menos abiertas a las necesidades del pueblo tártaro de Crimea.

Distinta es la posición de los ucranianos que residen en Crimea. Para ellos la intervención militar, el referéndum y la independencia de facto de la que consideran su patria les ha supuesto un choque por lo inesperado. Pocos acudieron a depositar su voto, y aun así no todos lo hicieron por la opción de permanecer en Ucrania. No obstante, a pesar de pasar a ser una minoría en un territorio ahora teóricamente extranjero, no parece que les vaya a suponer grandes dificultades, sobre todo porque son de una cultura muy similar a la rusa y la mayoría ya utilizaba el ruso como primera lengua.

Como bien resume el observador internacional Pedro Mouriño, el referéndum de Crimea cumple todos los estándares internacionales de transparencia, aunque admite que lo ha convocado un Gobierno cuya legitimidad es dudosa en la misma medida en que es dudosa la legitimi- dad del Ejecutivo de Kiev.