José Luis Orella Unzué
Catedrático senior de Universidad
GAURKOA

1014-2014. Milenario de la fundación de San Sebastián

Para los historiadores Múgica e Izaguirre, el monasterio de San Sebastián de Hernani en el «Antiguo» se fundó hacia 923 como hospedería del camino de Santiago. Los argumentos contrarios a que San Sebastián en el siglo X fuera una hospedería del Camino de Santiago se basan en el Código Calixtino del siglo XII que aduce razones económicas, la leyenda de Carlomagno asociada a Roncesvalles y la enemistad del redactor de la guía, Aymerich Picaud, contra los vascos y los navarros.

Sin embargo, la existencia romana y medieval de los caminos de la costa cantábrica se constata con los hechos históricos que se documentan: 1) La viabilidad y el uso continuado del camino marítimo y terrestre por la costa desde época romana, siguiendo por el reinado visigodo y, sobre todo, durante la historia del Reino de Oviedo cuando la monarquía asturiana conformó una parte de la Marca Occidental hispánica juntamente con el reino de Pamplona y el condado de Aragón, y enviaban presentes a Carlomagno. 2) Por la utilidad que comportaban dichos caminos en la evangelización de los pueblos del Pirineo, especialmente de los vascones, desde la Aquitania. 3) La necesidad que tenía el obispo de Bayona de visitar a sus fieles diocesanos situados desde Astigarribia (cuya iglesia consagró) hasta la cueva de San Adrián y cuyo trazado discurría por territorios controlados por los gascones y los várdulos como Hondarribia, Irún, Oyarzun y Hernani y que marcaron el camino de Santiago, más tarde conocido como devia Alavae. Esta designación de Álava, según los votos de San Millán, designaba un espacio amplio que luego la Crónica General de Alfonso X define como «aquella tierra que agora llaman Alaba que es desde el río Ebro fasta la grand mar de Bayona». 4) La continuación del camino costero desde Astigarribia a Cenarruza por medio de pequeños monasterios fundados por nobles o señores, los cuales nombraban «suos homines ad regendum illos» hasta llegar a Oviedo. 5) La existencia del culto a Santiago tal como se confirma en la carta de Alfonso III a principios del siglo X a los monjes de San Martín de Tours.

Sin embargo, solo es de 1014 el primer documento que nos cita San Sebastián de Hernani como la donación de esta villa fundiaria situada en el «Antiguo» por parte de Sancho el Mayor de Pamplona al monasterio de Leire.

Este documento es una falsificación que está datada en 1014. Ahora nos toca estudiar cuándo y por qué fue falsificado y además el peso histórico que conlleva esta falsificación.

Ante todo hay que valorar el papel que juegan los documentos en la historia, aunque alguno de estos sea falsificado. Porque el historiador constata que, tanto en el ámbito jurídico como en el social o aun en el lingüístico, el uso y la costumbre de los pueblos antecede en lustros y aun siglos a su regulación y promulgación escrita y culta.

Por el hecho de que se promulgue un reglamento o una ley en una fecha determinada no se puede concluir que solo desde esta fecha tenía valor fáctico la dicha ley o reglamentación. Muy al contrario, la eclosión en forma de escritura de una reglamentación no hace sino constatar la vigencia fáctica y tradicional de esta realidad que ahora adquiere el curso legal que el convenio jurídico da a una realidad previa popular y cotidiana que, por fin, ha llegado a un nivel culto al ponerse por escrito.

Esto que lo vemos claramente en el ámbito del derecho se da igualmente en otras ciencias como la Historia de la lengua. Las leyes fonéticas son posteriores y constatan la propia evolución. En español, la `p' intervocálica sonoriza; por ejemplo, caput, deriva en «cabo». Igualmente, la `o' breve tónica diptonga en `ue'; por ejemplo, corpus deriva en «cuerpo». Del mismo modo, la `f' inicial seguida de vocal enmudece en `h'; por ejemplo, farina deriva en «harina». Hacía muchos años que el uso del bajo latín había marcado las pautas de uso de la lengua hablada que luego el filólogo culto plasmará en una norma.

También en la historia universal tenemos ejemplos de falsificaciones que han jugado un papel determinante en el devenir de Occidente. Por ejemplo, tenemos la famosa y falsa donación de Constantino. Se trata de un decreto imperial apócrifo atribuido a Constantino I, según el cual, al tiempo que se reconocía como soberano al Papa Silvestre I, se le donaba la ciudad de Roma, las provincias de Italia y todo el resto del Imperio romano de Occidente, creándose así el llamado Patrimonio de San Pedro.

Esta donación fue hecha pública por primera vez por la carta de Adriano I a Carlomagno a comienzos del siglo IX. Los intelectuales de la Edad Media no cuestionaron su veracidad porque el documento visualizaba una tradición centralista y absolutista de la sede romana. Sin embargo, el documento fue falsificado hacia el año 750, cuando el Papa Esteban II debía negociar con el rey de los francos Pipino el Breve. La falsedad del documento fue descubierta por el humanista Lorenzo Valla, el cual pudo demostrar fehacientemente en 1440 que se trataba de un fraude de la curia romana. Pero a pesar de la prueba diplomática, la dinámica centralista del Pontificado prosiguió en su línea.

Igualmente, y llegando a nuestro caso concreto, sabemos que en tiempos de Pedro I, al comienzo del siglo XI, existía una tradición atribuida a un rey precedente de nombre Sancho, según la cual la masa social de la población cantábrica creía que un rey de Pamplona desde tiempo anterior había donado al monasterio de Leire la villa fundiaria de San Sebastián de Hernani. Cuando por lo tanto se falsifica durante el reinado de Pedro I el documento de 1014, no se inventa realidad alguna, sino que se constata, se pone por escrito y de forma culta la tradición admitida de la pertenencia a Leire del monasterio de San Sebastián en el Antiguo.

Las realidades sociales no comienzan a funcionar desde el momento de la puesta por escrito en un documento, sino que, por el contrario, el documento escrito visualiza una realidad anterior previa, nacida y alimentada por la tradición. Este es el gran papel de las falsificaciones en la historia, que visualizan y datan cronológicamente las realidades fácticas que las sociedades alimentan en la tradición.

Se puede suponer que la última manipulación del falsificado documento de 1014 se debió realizar a finales del siglo XII, porque en este momento ya funcionaban las iglesias de Santa María y San Vicente en el poblado gascón de San Sebastián y, por otra parte, Leire con su villa fundiaria del Antiguo, discutía con el obispo de Pamplona, Pedro de Roda, el pago de los derechos episcopales de estas iglesias gasconas.

No tenemos argumentos que nos ilustren el por qué se dató esta falsificación en el año 1014. Podemos conjeturar que los monjes de Leire querían señalar que las donaciones de San Sebastián de Hernani eran anteriores a la campaña real de Funes, que conllevó una serie de donaciones el año 1015. Además, con la peculiaridad de que estas donaciones derivadas de la campaña de Funes (de cuya realidad histórica nadie puede dudar), tanto en su preámbulo como en su escatocolo, reflejan el preámbulo y el escatocolo de las falsificaciones de San Sebastián de Hernani al monasterio de Leire de 1014.