EDITORIALA
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Sudáfrica, balance con luces y sombras

Tal día como ayer hace veinte años, se celebraron en Sudáfrica las primeras elecciones democráticas, los primeros comicios en los que todos los ciudadanos tuvieron acceso a las urnas, por eso la fecha del 27 de abril se denomina en ese país Día de la Libertad. Una fecha a la que se llegó tras muchos años de conflicto armado y un exitoso proceso de resolución, liderado por Nelson Mandela, que ni siquiera quienes apoyaron abiertamente al régimen segregacionista ponen hoy en duda. Al contrario, con motivo del reciente fallecimiento de Madiba, los líderes mundiales homenajearon y mostraron su reconocimiento al legendario líder del Congreso Nacional Africano y de la organización guerrillera Umkhonto we Sizwe.

Sin embargo, el balance de estos veinte años no se puede calilficar de satisfactorio en el plano social. Sudáfrica es una clara muestra de las graves carencias de las democracias al uso, incapaces de sortear su sometimiento a los poderes económicos, a los que nadie vota pero deciden sobre el grado de bienestar de todos los ciudadanos. Hoy en Sudáfrica no existe segregación racial, pero sí una gran desigualdad. Si bien la situación en ese aspecto no es la misma que durante el apartheid, la pobreza alcanza a gran parte de la población y el elevado índice de desempleo se duplica en la población negra. No es ningún secreto el hecho de que el poder económico sigue en manos de los blancos. Todo ello, unido a una gestión como mínimo cuestionable y a escándalos de corrupción, muestra un país bastante diferente del que a buen seguro esperaban los sudafricanos hace veinte años.

La próxima semana se celebrarán elecciones presidenciales en Sudáfrica, y probablemente el desánimo de la población tendrá reflejo en ellas, aunque de momento no es previsible que ponga en peligro el liderazgo del ANC, si bien miembros relevantes de ese partido han pedido el voto para otras formaciones cercanas, pero no para el ANC, descontentos con su rumbo. Un rumbo que debería cambiar mirando hacia su pueblo, más allá del objetivo de mantenerse en el poder.