IÑAKI SOTO
DIRECTOR DE GARA
SISTEMA POLÍTICO URUGUAYO

Le llaman democracia, y sí lo es

A primera vista, este sistema electoral desarrolla un profundo sentido político en la ciudadanía. O cuando menos un interés y un instinto político envidiables.

Imaginemos, por un momento, poder elegir quién será el candidato a lehendakari por parte del PNV. Si, por ejemplo, será Iñigo Urkullu o Juan José Ibarretxe. Lo mismo sobre si, pongamos que, el de EH Bildu será Laura Mintegi o Rafa Díez... si este último no estuviese en la cárcel por hacer política, claro, pero digamos que este es otro tema. No me refiero a que puedas elegir al candidato del partido del que eres militante o simpatizante, sino incluso a poder votar por el candidato del partido al que no piensas apoyar en elecciones. Para que no salga uno que consideras demencial o para que sea más fácil ganarle. Todo por el mero hecho de ser ciudadano. Así es en Uruguay, lo cual visto desde fuera es fascinante.

Algo dirá de nuestra cultura política el hecho de que, cuando te lo explican, uno de tus primeros pensamientos sea «la trampa». Es decir, no solo piensas en la opción de elegir al mejor de tu bando, sino en cómo se podría alterar la elección del adversario. Cuando preguntas a los uruguayos, aceptan que en sus primarias hay gente que vota por el rival más débil electoralmente, pero esa no es la norma. En realidad lo que promueve este sistema es el debate, evaluar el apoyo de las diferentes propuestas y candidatos, no dejar solo en manos de las estructuras de los partidos la crucial decisión de quién es candidato a liderar el país, quién representará a cada familia política, o quién es el mejor oponente para este o ese político en este momento histórico concreto. Política, le llaman.

Más allá de posibles efectos perversos, a primera vista este sistema desarrolla un profundo sentido político en la ciudadanía. O cuando menos un interés y un instinto político envidiables. Genera una suerte de maquiavelos domésticos, animales políticos que habitan en la vereda de al lado, ciudadanos habituados al arte de la política, a la maniobra, a la retórica, al debate, al programa. En Uruguay también hay tontos y listos, «chetos» engreídos y gente humilde, como en todo el mundo. Pero casi todo el mundo aquí tiene una idea del país que quiere y el sistema le garantiza que, si logra el apoyo suficiente, podrá lograr llevarla a cabo.

Le llaman democracia y, en Uruguay, sí lo es.