EDITORIALA
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Normalizada la sociedad, a normalizar la política

Hoy concluye agosto y con él se cierra el mes vacacional por antonomasia. Los actos de apertura de curso político se adelantan este año -qué decir en el Estado francés, donde en pleno agosto ya ha cambiado hasta el Gobierno-, porque setiembre trae citas muy urgentes y muy relevantes a todos los niveles. Por citar solo algunas, la Diada en Catalunya, el día 11; el referéndum escocés, el 18; el cambio de ley electoral exprés en el Estado español; los recursos de los presos vascos que llegan a los tribunales; el nuevo macrojuicio político que arranca el día 22, o la acelerada toma de posiciones ante elecciones decisivas como las navarras.

En sus primeros mensajes de curso, unos y otros políticos han subrayado un hecho difícil de rebatir: el verano de 2014 ha sido en Euskal Herria el más tranquilo y normalizado que se recuerda no ya en años, sino en décadas o en siglos. Hay dos matices que añadir a tales afirmaciones. El primero es el pequeño detalle de que esos mismos políticos que hacen tal reflexión en sentido positivo fueron otros años los que contribuyeron decisivamente a alborotar los espacios festivos (vía decisiones judiciales antidemocráticas, actuaciones policiales injustificadas y violentas, hostigamientos y actuaciones contra comparsas, txupineras, peñas, txupinazos, blusas, personajes festivos, actos populares...). Y el segundo es que el énfasis puesto en el dato tiene una evidente intención política, resumida en el « hemos tenido jaietan jai» pronunciado por Iñigo Urkullu: ocultar que esas fiestas han vuelto a ser espacio de denuncia de la situación de los presos y sus familiares -para quienes sigue sin cambiar nada-, de los procesos políticos, de la imposición de símbolos, de la violencia machista o de los desmanes de la crisis. En este sentido, el verano sí ha sido como el de otros años, pero sin autos judiciales, sin policías, sin cargas ni heridos, y también, obviamente, sin atentados, amenazas ni sabotajes. Un verano mejor, sí, claro que sí.

No hacían falta grandes teorías políticas para sustentarlo. Las fiestas son básicamente convivencia, y el clima social en Euskal Herria claramente es muy diferente no ya desde agosto de 2014, sino desde octubre de 2011. Un triunfo que no corresponde precisamente a los políticos que parecen querer atribuírselo, sino a la sociedad entera que mira al futuro y no al pasado, que quiere vivir, convivir y, si se puede, también disfrutar.

Las FSE, una anormalidad

Efectivamente, Euskal Herria empieza a parecer el país «normal» que debe ser en el futuro. Y eso convierte en más anormales aun las actuaciones policiales que se mantienen ajenas a la realidad y al propio sentido del ridículo. Los controles policiales en las carreteras son el caso más frecuente; la intervención de la Ertzaintza contra una vecina de Hernani por llevar un tatuaje o la de la Guardia Civil contra un joven de Leitza por hacer una pintada en un cortometraje, los más surrealistas. Todo ello con el mismo objetivo de fondo: seguir estirando la cuerda de un conflicto armado abocado a su cierre definitivo, guste o no a las FSE y sus responsables.

Los dos casos citados no son especialmente graves en términos objetivos, pero sí lo es que sean tolerados por los responsables políticos de esos cuerpos policiales. Ni el Gobierno del PP debe dar cobertura a lo que viene sucediendo en localidades como Leitza ni el del PNV a excesos como el de Hernani. También llama la atención que el mismo ministro del Interior que se acaba de jactar de tener tres cuarteles en diez kilómetros a la redonda y acudió hace unos meses a dar realce a la inauguración del de Fitero no muestre la misma celeridad ni tenga nada que decir sobre el acuartelamiento vecino de Corella, donde su responsable ha sido imputado judicialmente por ocho posibles delitos.

La situación lógica a todo ello, en parámetros de normalización política y también de racionalidad económica, se llama desmilitarización. De hecho, la propia tesis política sobre la normalidad ciudadana en este verano debería dar paso en buena lógica a la apertura de este proceso de repliegue. Que la cuestión no entre todavía en la agenda institucional es parte de la anormalidad de la política en Euskal Herria.

Un curso para las soluciones

El verano que toca a su fin es por tanto un buen ejemplo de cómo la ciudadanía va construyendo soluciones, mientras la política, tal y como se practica ahora y aquí, tiende a enquistar problemas. Resulta ilustrativo, por ejemplo, que el debate que más espacio ha ocupado este verano en la política vasca sea el rifirrafe diario entre PP y PNV en torno a la financiación del patrimonio jelkide. Una tomadura de pelo a la ciudadanía en la medida en que la cascada inagotable de declaraciones no ha aclarado nada. Cualquiera de las hipótesis posibles sobre la refriega dialéctica es nefasta. Si se trata de una mera serpiente veraniega, por fomentar la politiquería intrascendente. Si el PP sabe algo más y lo calla, por ocultar a la ciudadanía una información trascendente. Y si lo calla para mantener atado en corto al PNV y evitar así una clara toma de posición soberanista, por estar chantajeando indirectamente a todo un país.

La sociedad vasca llega a setiembre con los deberes hechos. A los partidos e instituciones se les acumulan las tareas pendientes. Mirando en positivo, 2014-2015 es una nueva oportunidad para sembrar propuestas y madurar soluciones sobre un suelo que el verano y la calle han demostrado que está más que labrado.