José Luis Orella Unzué
Catedrático senior de Universidad
KOLABORAZIOA

Las capillas religiosas en los claustros universitarios

El bombazo periodístico ha explotado en la Universidad Complutense, cuyo rectorado no se siente libre en su actuación, sino atado por la ubicación de los oratorios religiosos.

En nuestra Universidad dos concepciones se contraponen, la exclusivamente científica y la humanística e integral. La Universidad científica propugna exclusivamente el cultivo y la transmisión de los saberes, mientras que la humanística acoge en el horizonte universitario los ámbitos individuales y sociales de la formación integral del universitario.

En este segundo modelo se sitúa la universidad española. Y en esta visión afloran dos problemas de fondo: la mayoría de edad científica de todas sus ramas y facultades y la formación integral del universitario dentro de la laicidad.

Hubo un momento histórico en el que llegó la mayoría de edad de la Filosofía que dejó de ser ancilla theologiae, es decir, sierva de la Teología y se convirtió en ciencia a secas. Ahora es el momento de que se reconozca la mayoría de edad universitaria de la Ética y Moralidad, de las Ideologías y Filosofías del Hombre, de la Política Globalizadora, de la Democracia, de los Estados, del Derecho Internacional, del Mecenazgo, del Juego de los partidos políticos en la vida social, de la Transversalidad de las Culturas y Religiones y por supuesto de las Instituciones Económicas Internacionales.

Pero el camino del reconocimiento de la Filosofía como ciencia ha sido largo y ahora es paradigmático, porque todavía no se ha culminado. El adagio Philosophia ancilla theologiae fue utilizado por Filón, Clemente de Alejandría y por la Patrística. San Agustín con su «intellige ut credas, crede ut intelligas» dejaba sometido al conocimiento de la fe cualquier otro saber. Así, afirmaba que el buen cristiano ha de considerar que la verdad allí donde se hallare es cosa propia de su Señor de modo que una vez conocida y confesada la fe cristiana podrá afrontar la lectura de otros escritos. Igualmente, tanto en el mundo judío como mahometano se afirma que tras la aceptación de la propia fe se puede acceder a la lectura de otros conocimientos porque se estará en condiciones de depurarlos según la propia verdad.

La religión cristiana en sus primeros momentos utilizó como herramienta filosófica tanto de Aristóteles como de Platón para la expresión de su cosmovisión. Descartes en ningún momento se atrevió a aplicar la duda metódica a las supuestas verdades de fe, a la Sagrada Escritura y a la teología católica. Y así escribe: «es preciso creer que hay un Dios porque así se enseña en las Sagradas Escrituras y es preciso creer las Sagradas Escrituras porque vienen de Dios».

A partir de Maritain la filosofía se presenta como saber autónomo que prescinde de la fe y se cierra a su influjo, sin embargo pervive una relación entre la filosofía y la teología como lo planteó el mayor filósofo vasco de la historia, Xabier Zubiri (1898-1983).

Desde la inteligencia zubiriana de la filo-sofía, la teo-logía en cuanto logos de Dios queda justificada dentro de la consideración integral del saber humano, ya que nadie puede poner en duda la existencia del dato religioso sino aquel al que le falta la experiencia religiosa. Con esto, Zubiri superaba la alternativa de la vida como naufragio de Ortega y la existencia como arrojada de Heidegger. Para él, aunque no hay teología sin metafísica, la teología no está enfeudada a ninguna metafísica concreta. En el mundo actual la mayoría de los términos y conceptos políticos y culturales están sacralizados en cuanto derivan de una fe cristiana.

La nueva situación globalizadora exige una refundación de muchos conceptos teológicos, filosóficos y culturales. Y para este cambio es necesario acudir a la experiencia originaria para repensar todo en el nuevo marco de referencia sin que sea suficiente con un cambio de vocabulario teológico, filosófico o cultural. Todo pensamiento (aun el religioso) necesita el soporte de una filosofía en el que manifestarse. También en el mundo globalizado las religiones se sirven para expresarse de las distintas filosofías, aunque algunas de ellas se hayan liberado más que otras del bagaje occidental y aun cristiano del que están teñidas.

Entre las ciencias humanas globalizadas, debe darse una estrecha colaboración, una sinergia que respete el ser, el objeto material y formal de cada una de las ciencias y por lo tanto su autonomía.

Y volviendo al principio de la formación universitaria integral dentro de la laicidad, nos preguntamos: ¿La universidad debe dar un servicio religioso en sus centros que serán ecuménicos como da el de la cafetería, las escuelas de idiomas, el de la reprografía o el desarrollo deportivo? ¿Bastaría con firmar acuerdos entre las autoridades universitarias, religiosas y empresariales y cobrar un alquiler a los responsables de estos servicios? ¿Habría que ofrecer y contratar igualmente espacios dentro del recinto universitario para la actividad de partidos políticos y sindicatos?

La función universitaria debe estar abierta a todos los aspectos de la formación integral, pero sin una concreta y exclusiva filiación, ni filosófica, ni religiosa ni cultural.