EDITORIALA
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Alarde: ya es la hora de la solución

Una vez más, las fiestas de Hondarribia han acogido dos alardes. Son ya cerca de veinte años en los que esa situación da lugar a otro tipo de alarde, este de irracionalidad. Nuevamente, quienes participaron en el desfile de la compañía mixta lo hicieron entre insultos y provocaciones, a través de un negro pasillo discriminatorio que no es consecuencia de un momento de tensión, sino una actuación previamente orquestada.

Hay quien año tras año se empeña en convertir la fiesta, un espacio de libertad, en espacio opresivo. Nadie tiene derecho a apropiarse de ella ni de sus manifestaciones. Todos y todas tienen derecho a participar o de no hacerlo, cada cual ha de vivir la fiesta como mejor le parezca, con la única limitación de no invadir la libertad y los derechos de los demás. Resulta perverso que además se pretenda usar la democracia como razón última del veto. Un discurso peligroso en tanto en cuanto convierte la voluntad popular en una forma de legitimar la vulneración de derechos de una minoría, en este caso de la mitad de la población, al margen de la voluntad de cada cual de tomar parte o no en un acto. Lo que en Hondarribia se está dilucidando no es una u otra interpretación histórica ni una mayor o menor fidelidad a la tradición, sino si es admisible la discriminación de una parte de la población sea cual sea su motivación. Y es especialmente grave el hecho de que esa discriminación cuente con el respaldo de representantes institucionales, que no hacen sino reforzar la postura intransigente de los partidarios del alarde tradicional.

El alarde igualitario contó ayer con más participantes que el año pasado, y probablemente hubo menos insultos, pero es inaceptable la idea de que poco a poco se irá solucionando el problema. La hora de abordarlo es ahora, y no dentro de otros veinte años. Para ello es fundamental un cambio radical de actitud por parte de los responsables institucionales, sobre todo del Ejecutivo de Lakua y, por supuesto, del Ayuntamiento de Hondarribia. También los partidos políticos deberían recordar que por encima de los votos están los derechos de todos.