Antxon Mendizabal
Profesor del la UPV-EHU
GAURKOA

Capital financiero y necesidades sociales

El capital financiero interviene en la nueva dinámica generada por la globalización neoliberal diseñando la nueva estructura social de los países industrializados. No se trata solamente del proceso de autonomización del capital financiero respecto a la economía real que condiciona las relaciones internacionales. Es algo más que el creciente destino de beneficios empresariales, condicionando la inversión, a la especulación y a los mercados de capitales. Encontramos aquí un nuevo sistema de crecimiento y acumulación que se ubica bajo la dirección de la globalización financiera, y penetra en nuestros hogares. En su base tenemos un nuevo destino del ahorro de los asalariados. Si en la sociedad fordista se destinaba este ahorro a la demanda de vivienda, equipamiento de la vivienda y de medios de transporte individuales, en esta nueva economía se destina de manera creciente a la adquisición de acciones y activos financieros. Un sistema de ventajas fiscales ha ayudado este proceso, permitiendo a los asalariados comprar las acciones de su empresa a través de un sistema de ahorro a los trabajadores para su jubilación o invertir sus ahorros en el mercado de capitales.

A través de esta política de ahorro financiero, una parte de los asalariados se transforma en accionistas en esas empresas, y la maximización de la rentabilidad y del valor de las acciones se convierte en prioritaria sobre las formas de redistribución de los incrementos de productividad que caracterizaban al compromiso social entre las direcciones empresariales y los asalariados en la época anterior. El incremento del valor de la acción se convierte en la base del proceso de acumulación y el bajo coste de los niveles salariales será una de sus consecuencias. A nivel socio-político se acrecienta la división a nivel de la clase trabajadora, entre los trabajadores asalariados que viven de sus niveles salariales y aquellos que complementan sus remuneraciones a través de los rendimientos de sus activos financieros.

La financiarización penetra en los salarios, las jubilaciones, el mantenimiento del empleo, los seguros, de manera que los derechos se individualizan quedando en manos de los ahorradores y se pasa de un sistema de adquisición de derechos sociales universales a un sistema en el que los derechos derivan de los haberes patrimoniales. En el nuevo régimen de crecimiento, el gobierno de las empresas por los accionistas se convierte en una forma determinante de la regulación, sustituyendo las negociaciones colectivas empresariales y sectoriales que caracterizaban la regulación anterior. Nuevas realidades micro-sociales asentadas en la gestión del conocimiento, la participación y la propiedad de los trabajadores emergen consolidadas sobre un océano de pobreza, paro, flexibilidad y precariedad. El nuevo diseño desautoriza con contundencia a las organizaciones sindicales, asienta el corporativismo y el darwinismo social y generaliza en una espiral infernal la lucha de todos contra todos y el recurso al dunping social. Este es un terreno fértil para el desarrollo de fenómenos ideológicos y culturales como el individualismo, la insolidaridad, la competencia, el corporativismo y la lógica del orden, el control y la seguridad.

Se abre el espacio de las necesidades sociales. La globalización, el neoliberalismo y la financiarización, condicionan, a través de las exigencias del mercado mundial, la sociedad del valor de cambio. Lo que no es mercantilizable en condiciones de rentabilidad queda fuera del mundo posible. Pero el mundo imposible tiene vida propia. La perduración de un creciente paro de larga duración, la enorme dificultad de las generaciones jóvenes para incorporarse en el mercado de trabajo, y la constatación de amplios sectores de la edad madura que no llegan a financiar una jubilación marca la realidad actual. Un nuevo ciclo de luchas sociales y populares emerge en nuestros países. Y aquí no valen las fórmulas de antaño. La realidad exige planteamientos y transformaciones radicales. O lo hacemos nosotros con decisión o las fuerzas negras del fascismo, del imperialismo y del capitalismo conservador nos lo imponen en sentido contrario.

El primer frente de batalla procede de las políticas públicas. Una opción clara, de clase, a favor de los sectores desposeídos que proteja la comunidad con los servicios sociales que la situación requiere. El segundo frente plantea encauzar la actividad municipal, con los criterios descritos, hacia la producción de bienes y servicios sociales, ecológicos y culturales (polideportivos, gimnasios, casas de cultura, lagos, parques públicos, lugares de ocio, etc.) gestionados por el sector público y en los que se pueda utilizar su usufructo gratuito por los ciudadanos y ciudadanas en función de sus necesidades.

El tercer frente debe considerar al amplio sector excluido del mercado de trabajo o simplemente dominado por la precarización. Pueden ser viables en este sentido las empresas de propiedad y/o utilidad social que pueden satisfacer las necesidades sociales y de mercado en ámbitos poco rentables y de interés social. Estas experiencias, realizadas con éxito en algunos países nórdicos contra el paro de larga duración, estarían financiadas por los ingresos procedentes de su actividad en el mercado y la complementaria financiación del sector público. El cuarto frente abordaría la necesaria transición energética y ecológica de nuestro país, aportando nuestro esfuerzo en el enfrentamiento contra el calentamiento global del planeta y la progresión del sistema actual de agro-carburantes. Ello nos plantea el reto de construir un sistema propio de energías renovables, recuperar nuestra dañada biodiversidad y desarrollar nuestro propio proyecto y sistema alimentario.

El quinto frente afecta al modelo institucional de las relaciones entre capital y trabajo. Busca mantener o recuperar la función de las organizaciones sindicales en el diseño del nuevo escenario social. Los convenios colectivos, territoriales y sectoriales deben estar en la base de los acuerdos entre capital y trabajo. Las organizaciones sindicales, y especialmente las soberanistas, son decisivas en la creación de una nueva sociedad y de un nuevo escenario socio-político. El sexto frente converge con la defensa de nuestra sociedad de valor de cambio y representa la opción por el desarrollo y la producción cognitiva. La producción cognitiva exige comunidades con buenas infraestructuras cognitivas, donde se garantice la comunicación de ideas y donde las estructuras democráticas, la libertad y la propiedad colectiva son una condición de la eficacia global del sistema.

Pero urge en este aspecto la toma de medidas para la conformación de una esfera social propia en la actual Euskal Herria. Algunas son inaplazables en la situación actual. Nos referimos en este sentido a «la jubilación colectiva» y al «salario social». El salario social, en la progresiva lógica de la creación de un derecho de ciudadanía, es una forma que permita hoy a toda persona individual garantizar un ingreso que le posibilite afrontar en condiciones de normalidad su presente y su futuro. En el mismo sentido se trata de considerar que todo el mundo tiene derecho a la seguridad social y de manera especial a una «pensión colectiva» cuando le llega la edad de jubilación. Y ello es más urgente cuando en base a la profundización y duración de esta crisis asistimos a un amplio sector precarizado y excluido del mercado de trabajo. No podemos reproducir la enorme injusticia de excluir en la edad madura y en la vejez a aquellas personas que han sido excluidas durante su vida normal del mercado laboral por la sociedad capitalista y el darwinismo social.

En fin, de todos los frentes haremos mención al eje fundamental, al que hace referencia al desarrollo comunitario, la participación social y la autoorganización popular. Auténtica y decisiva materia pendiente, condición sine qua non de nuestro proyecto de emancipación y volcán sumergido de nuestra latente fuerza política y social. Su construcción es la columna vertebral que nos puede posibilitar la expansión de nuestras potencialidades y una amplia convergencia de fuerzas que nos permita avanzar contra el capitalismo y la dominación política, hacia el soberanismo, la desconquista y la emancipación social.