EDITORIALA
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Objetivos mínimos pero incumplidos

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) no consisten en erradicar la pobreza, ni siquiera el hambre y las muertes fácilmente evitables. Cuando se acordaron hace casi quince años, contemplaban reducir a la mitad la población que padece hambre y en dos tercios la mortalidad de niños menores de cinco años, asegurar la escolarización de todos los niños del mundo y garantizar la sostenibilidad del medio ambiente, entre otros retos. Faltan escasos meses para que venza el plazo para conseguir esos objetivos, y falta mucha hambre, muerte y analfabetismo por erradicar.

Datos como los que refleja el primero de los reportajes sobre las crisis humanitarias que a partir de hoy ofrece GARA son estremecedores, lo eran el siglo pasado y lo son en el comienzo del nuevo milenio. Y si resulta desolador que los miembros de la ONU afronten con unos acuerdos mínimos como los ODM una terrible situación que afecta a buena parte de la humanidad pero que es objetivamente remediable, más lo es que ni siquiera hayan cumplido esos acuerdos. La pobreza extrema se ha reducido a la mitad, si bien los buenos resultados de ciertos países al respecto esconden la penosa situación de la mayoría, donde la mejora es mucho menos perceptible, y casi todos los demás objetivos está lejos de cumplirse.

Una sangrante realidad que difícilmente se podrá cambiar sustancialmente si no se abordan sus causas, las de la brutal y creciente desigualdad que también se extiende por los países desarrollados. Difícilmente se podrá cambiar si se da por bueno el concepto de solidaridad aplicado actualmente a la cooperación internacional al desarrollo, que desde sus inicios tiene una buena dosis de propaganda y otra mucho mayor de intereses económicos y geopolíticos. Imposible abordar esa situación con garantías mientras muchos estados pongan como disculpa de su más que escasa aportación la crisis y antepongan el rescate de entidades financieras privadas al de la dignidad.