Arantxa MANTEROLA
Elkarrizketa
KOKO ABEBERRY
EXPRESIDENTE DE CDDHPB

«El paso del tiempo y el relevo generacional harán su trabajo»

La actitud represiva de París hacia los exiliados le llevó a crear, junto a otras personas, el CDDHP, hace ya 30 años. La asociación sigue activa porque «las vulneraciones de derechos humanos persisten». El sábado pasado conmemoraron su trayectoria en el centro Polo Beyris de Baiona.

Como abogado, defendió a muchos militantes y ha conocido épocas muy duras, como las del GAL. Reconoce que los tiempos han cambiado y cree que las nuevas generaciones aportarán alternativas diferentes.

¿Cuáles han sido los acontecimientos que más le han marcado estos 30 años?

Sobre todo aquellas que nos llevaron a crear el Comité de Defensa de los Derechos Humanos del País Vasco (CDDHPB). Primeramente las extradiciones de exiliados vascos de las que nos ocupamos muy de cerca. Personalmente estuve en París en el Congreso del Sindicato de Abogados de Francia cuando el entonces presidente de la LDH (Liga de Derechos Humanos), Yves Jouffa, muy próximo del ministro de Justicia socialista Robert Badinter, justificó las extradiciones. Aquello hizo que se alzaran muchas y provocó un shock en el seno del movimiento progresista porque abría la puerta a extraditar a personas que hasta entonces habían sido consideradas como resistentes. Seguimos muy de cerca el tema de las extradiciones. Asistimos, incluso, a los juicios en Madrid donde dos de los militantes extraditados fueron liberados. El tercero, Pakito Lujanbio, acaba de salir de la cárcel.

Fue, asimismo, la época del GAL. Treinta años después, persiste la opacidad tanto política como judicial...

Sí, claro. Estaba el GAL y también los atentados que le precedieron como los de los Guerrilleros de Cristo Rey o el Batallón Vasco español. Aquí en Biarritz hubo bastantes atentados. Recuerdo que en la época del GAL me tocó dormir vestido porque me ocupaba de la revista Enbata y temíamos que pudiera producirse un atentado contra nosotros. Fue una época terrible. Mataron a gente que conocíamos, que vivían aquí entre nosotros. En el Estado francés nunca se ha aclarado esto. No se sabe a ciencia cierta la participación exacta de los policías franceses.

¿No alberga ninguna esperanza de que se aclaren las cosas, por ejemplo, que alguien hable algún día?

No creo que eso suceda. Hubo algunas detenciones, alguna que otra revelación pero todas ellas fueron muy limitadas. Creo que se pagó y manipuló mucho para sellar las bocas. No espero, por lo menos por parte de los franceses, que se aclare nada.

Y los deportados... ¿Están olvidados?

Todos estos casos siguen pendientes y, efectivamente, se conocen muy poco. Recuerdo, por ejemplo, a Alfontso Etxegarai que está en Sao Tomé, tan lejos y desde hace tanto tiempo. Lo de los deportados es algo inverosímil. Han pasado treinta años y algunos no han vuelto aún a su país. Es por eso, entre otras razones, por lo que todavía hoy nuestra asociación sigue existiendo.

¿Qué ha cambiado en estos 30 años a mejor o a peor?

Sobre todo ha cambiado la situación en Hegoalde. En Iparralde va más lenta. El abandono de la lucha armada ha favorecido la eclosión de la expresión política civil y ciudadana, que es prácticamente mayoritaria. Es evidente que no han sido los gobiernos francés y español quienes han impulsado ese cambio, sino la propia sociedad vasca. Pero en el ámbito de los derechos subyace la vulneración. No hay más que ver el juicio contra los jóvenes que se está llevando a cabo estos días en Madrid.

¿Y el aspecto menos positivo?

No veo que ahora haya más respeto por los derechos que antes. La situación política está algo mejor pero la de los derechos está paralizada. Sin embargo, la sociedad vasca ha asumido ella misma la cuestión. Pienso que hay una toma de conciencia que tiene incidencia en el debate público.

Para ustedes es capital informar, denunciar, informar. ¿La sociedad actual, en la que todo se sabe enseguida, está más concienciada respecto a las vulneraciones de las libertades?

No estoy muy seguro que la sociedad de Iparralde se sienta muy afligida por estas vulneraciones de derechos. Evidentemente en los ámbitos militantes o activos hay más conciencia de ello. También se constata una evolución entre algunos electos, que manifiestan su preocupación al respecto pero sus partidos no están en la misma onda.

¿Cómo valora la aportación que hicieron hace año y medio en Biarritz en relación al proceso de paz?

Personalmente, soy un poco escéptico sobre esos movimientos de los presos y refugiados. Por supuesto, son positivos pero, en mi opinión, no tienen gran incidencia. Demuestran, eso sí, la evolución habida en ese movimiento que era tan radical y que ha comprendido que los tiempos cambian, que hay que adaptarse, y eso es positivo. Pero, por lo que yo sé, ya que no estoy muy implicado en la política, sobre todo de Hegoalde, no veo que tenga mucha incidencia.

En general, ¿cómo ve el proceso de paz?

Si no hay algún acontecimiento excepcional, creo que será el tiempo el que curará las heridas. Las simpatías o afinidades que podía suscitar el movimiento militante se vuelcan naturalmente en una expresión política cada vez más fuerte, también en Iparralde. Es esa presión política de la sociedad la que hará que se obtengan cosas. Creo que el tiempo de los antiguos militantes ha pasado. Hay un relevo generacional que debe hacerse.

¿Y los estados?

No se moverán si no existe esa presión. Por lo que se percibe, no hay grandes avances entre ETA y los negociadores. Va muy lento y eso tiene el riesgo de que se diluya un poco. Pero en mi opinión, eso no es muy grave porque el tiempo hará su trabajo y sobre todo ese relevo político estará ahí para aportar soluciones y alternativas diferentes. Estamos en una nueva fase con otras formas de expresión.