Alberto PRADILLA MADRID
Elkarrizketa
ALBERTO GARZÓN
DIPUTADO DE IU

«Estamos ante una oportunidad histórica de derrotar al bipartidismo»

Nacido en Logroño en 1985 y economista de formación, entró en el Congreso como diputado por Málaga en 2011 y ya se le sitúa como futuro candidato a La Moncloa. Rechaza la existencia de «bicefalia» en IU pero encabeza su renovación.

En definiciones de brocha gorda fue considerado el «diputado del 15M» y ahora se perfila como candidato a La Moncloa, tras pasar por las primarias. En un contexto de crisis estructural, las encuestas no auguran un despegue de IU pero sí el «terremoto» de Podemos. Alberto Garzón les tiende la mano y habla de «oportunidad histórica» de cambio en el Estado amenazado por una «gran coalición».

¿Cree que la oportunidad de la confluencia con Podemos se perdió a las 22.05 del 25 de mayo? En un primer momento, Pablo Iglesias tendió la mano pero no fue hasta lograr cinco eurodiputados cuando IU se mostró dispuesta.

IU tiene que hacer la autocrítica de los momentos previos, porque el tiempo de la organización ha estado muy retrasado respecto al tiempo de la sociedad. Las europeas fueron la foto de una sociedad muy cambiante. Ahora hay que pensar de cara al futuro, a las oportunidades históricas. Es verdad que IU ha dado un giro, por ejemplo con la convocatoria de primarias. Esos cambios ayudarían a la conformación de la unidad popular. Por eso creo que estamos más cerca y es más necesario que antes. Lo que opinen otras fuerzas, como Podemos, queda ya en su ámbito.

¿En ese proceso no pueden quedarse votos por el camino?

Es cierto que puede haber espacios refractarios. Por eso los procesos de confluencia tienen que hacerse con habilidad e inteligencia. Si se hacen mal, puede dar incluso menos de lo que uno podría creer. Estamos en un escenario en el que es una necesidad histórica aprovechar la oportunidad y hay que lanzarse. Por IU no se va a frustrar, al margen de que haya matices y diferencias entre las organizaciones. Lo importante es el proyecto político común que creo que hay con Podemos y otros, como Equo, Anova e ICV.

¿Siente frustración por el hecho de que IU no haya capitalizado el descontento en el Estado?

No es tanto frustración. En su momento, algunas personas hicimos el diagnóstico de que España estaba en descomposición social como consecuencia de la gravedad de la crisis y que eso, tarde o temprano, iba a ser una descomposición electoral, por lo que había que ofrecer una propuesta mucho más ambiciosa. Lo que diagnosticábamos es que había un fenómeno social ocurriendo, que había cristalizado en el 15M, mutado en diferentes movimientos como la PAH y las mareas, y que eso podía plasmarse electoralmente. Lo que constatan las elecciones europeas y las encuestas de después es que ese fenómeno está cristalizando en buena medida en Podemos, aunque también en IU, que subió el 25M. Por eso creo que es importante dejar de hablar de Podemos y hablar del fenómeno social que explica Podemos. Podemos no es ni el padre ni la madre de ese fenómeno social, sino su cristalización actual. En IU entendemos que estamos ante una oportunidad histórica para derrotar al bipartidismo. No hay frustración porque hoy es más fácil transformar la sociedad que hace siete meses. El objetivo es la revolución, no los nombres.

Antes de las generales están las autonómicas. ¿Se ve gobernando con Podemos o reeditando pactos como el de Andalucía con el PSOE?

Somos contrarios al bipartidismo. Si alguna vez hemos tenido que pactar con el PSOE, abstenernos o hacer pacto de investidura era porque que no habíamos tenido suficientes votos para gobernar. Ahora que se ha roto ese escenario descartaría completamente un pacto con el PSOE a nivel estatal.

La semana pasada vino marcada por la Operación Púnica que destapó el enésimo caso de corrupción. ¿Nos hallamos ante la tangentopoli española?

Pienso que sí. Lo que ocurre es que en la tangentopoli italiana empezaron a hablar muy pronto y aquí hay todavía una mafia que controla muy bien los silencios. Cuando Jordi Pujol dice que si cae una rama caerá el árbol, está diciendo que él es un mafioso y que está pidiendo una omertá siciliana. Lo mismo ocurre con Luis Bárcenas. La crisis ha hecho subir a la superficie las clocacas de lo que se denominó «milagro económico español». Estas cloacas implican a mucha gente y si la Justicia fuera más independiente y ágil tendríamos ya al PP desaparecido. Su sede está financiada por dinero negro. En cualquier país democrático, ese partido tendría que haber sido disuelto por banda criminal. No obstante, no olvidemos que a la tangentopoli italiana le siguió Silvio Berlusconi y que aquí el reto es construir una alternativa de izquierdas y unidad popular.

IU ejerce como acusación en el «caso Bárcenas» pero sus siglas también están ligadas a las «tarjetas black» de Bankia. Pese a que Moral Santín fue expulsado, ¿no percibe dificultades para salirse de esa ecuación?

Es un enorme lastre y muy doloroso para un militante de IU. Aunque hayan sido expulsados, es importante que haya asunción de responsabilidades política por parte de aquellos que fueron responsables de pactos con el PP, en Caja Madrid, de poner a Moral Santín en ese espacio y, en definitiva, jugar a ser parte del sistema corrupto.

Son partidarios de un «proceso constituyente». ¿Implica una enmienda a la posición del PCE en 1978 en relación a la disyuntiva entre ruptura y reforma?.

Pienso que sí, pero el PCE ya lo hizo en 1996, cuando renuncia a la defensa de la Constitución, porque ha sido violada y dinamitada por la derecha. El pacto del 78 es resultado de una correlación de fuerzas que no era favorable para la izquierda, pero ahora está roto. No se trata de volver hacia atrás o elegir algo nuevo. Se trata de qué cosa nueva queremos. Si queremos el proceso constituyente iniciado por la derecha, que es la dinamitación de todos los servicios públicos y la reconfiguración de la sociedad hacia un modelo muy regresivo, o el pacto constituyente que sitúe la izquierda. No cabe una posición conservadora, sino elegir qué tipo de proceso constituyente queremos.

Ante las amenazas, el régimen siempre puede apostar por una «gran coalición» entre PP y PSOE. ¿La veremos en breve?

Vamos a ese escenario. Creo que está diseñándose, al margen de que la primera o la segunda fuerza sea Podemos, como dicen las encuestas. En caso de que ganasen, obligaría a PP y PSOE a tener que pactar, habiendo perdido las elecciones, contra la lista más votada, que es un escenario parecido al que se puede prever en Grecia. Ese escenario supondría el aniquilamiento del PSOE. Yo no visualizo un gobierno en minoría del PP. Debido al contexto actual de crisis económica radical y grave, el PP tendría que gobernar con el PSOE y conseguir la estabilidad con el reparto de carteras.

Ya hay una grieta con el proceso soberanista catalán. ¿No puede aprovecharse como inicio de esos procesos constituyentes y no centrarse en Madrid?

Creo que va todo en paralelo. La realidad social y política está ampliamente desconectada de la realidad jurídica. La Constitución del 78 representa una sociedad que ya no existe. Esto tiene una incidencia muy particular en el ámbito concreto de la identidad nacional. La realidad social y política de Catalunya, entre otras zonas, no está representada en el pacto del 78. Necesita una respuesta política. Obviamente, el PP está bloqueado y bloquea todo proceso escudándose en cuestiones jurídicas, pero es un problema político: que no va a respetar nunca el derecho de autodeterminación. Nosotros creemos en un proceso constituyente dirigido hacia una tercera república federal con el derecho de autodeterminación reconocido. Pero esa república federal solo se puede conseguir desde la política y el diálogo, no desde el enfrentamiento tal y como plantea, por ejemplo, Mariano Rajoy.

El Gobierno español ha vuelto a impugnar el 9N. ¿Cuál cree que debe ser la reacción ante una más que probable suspensión por parte del TC?

Somos partidarios de votar. Desde luego, lo ideal sería que se votase legalmente. Si es rechazado, desde luego, desde IU, a la espera de lo que concreten los compañeros catalanes, el objetivo es el mismo; la gente tiene que ser consultada por principio democrático. Todo ello al margen de que IU después votase que no quiere la independencia pero sí un Estado distinto dentro de una república federal. Que a nadie se le olvide que somos el único partido federal que defendió el derecho a decidir en el Congreso, frente a PP y PSOE. Hay que encontrar fórmulas desde la política. Veremos cómo va, pero no creo que haya ningún actor que pueda determinar qué va a pasar.

Han pasado tres años desde el cese de ETA y el Gobierno español no se ha movido. ¿Qué puede hacer la izquierda española?
El PP todavía le saca réditos al discurso de ETA, contra ETA, o relacionado con ello. Ellos no van a tener ninguna intención de facilitar el fin del conflicto, porque han vivido en gran medida de ello, aunque ahora se hable menos de ETA y más del independentismo. La labor de Amaiur en el Congreso es espectacularmente positiva, el propio PP se queda sin argumentos. Nosotros contribuimos a resolver políticamente el problema.

¿Se penaliza en el Estado defender derechos humanos, como acercar a los presos?

Sí. Cuando hemos dicho en el Congreso que hay que investigar las denuncias de torturas a presos en Euskadi, inmediatamente te acusan de terrorismo. Yo estoy amenazado de muerte por apoyar la derogación de la «doctrina Parot». Es normal ir contra ETA, pero el PP ha generado un clima de criminalización de toda la protesta que tenga que ver con el independentismo que sigue existiendo.

¿Un cambio en la correlación de fuerzas en el Congreso favorecería la resolución?

Creo que sí, que una mayoría parlamentaria diferente va a ayudar. Además, el clima político da visos de optimismo. Si no hay «gran coalición» y gobernamos desde otras coordenadas, se acelerarían las resoluciones.

Presentaron «Irabazi» en la CAV y se les criticó por haber «quemado» la fórmula...

Creo que no es así. Los procesos de «Ganemos» son muy complejos. En el caso de Euskadi, la diferencia con Podemos está en la fórmula jurídica. Creemos que es un tema secundario.