EDITORIALA
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Pobreza: un mal que debe cortarse de raíz

Las noticias sobre pobreza, desigualdad y exclusión saltan a nuestras pantallas y portadas en los últimos días. La más reciente, derivada del pleno monográfico sobre pobreza que ayer se celebraba en el Parlamento de Gasteiz, deja como titular que la pobreza real en la CAV asciende al 5,9%. Así se desprende de la Encuesta de Pobreza y Desigualdades de 2014, que señala que más de 127.000 habitantes viven situaciones de «insuficiente cobertura» de necesidades básicas. No son los únicos datos que apuntan a un cruel agravamiento de la situación. El informe presentado esta semana por Cáritas cifra en un millón (45%) el número de vascos en situación de vulnerabilidad. Afrontar hábitos tan elementales como alimentarse o abastecerse de energía es un calvario para muchos.

Una radiografía más que preocupante si se tiene en cuenta que hay 217.841 (16,39%) parados en Hego Euskal Herria y que de ellos más de 120.000 no perciben ningún tipo de prestación. Además, aquellos que presentan como «afortunados» por tener un puesto de trabajo se enfrentan en muchas ocasiones a condiciones de precariedad. Entretanto, una ínfima parte de la sociedad se reparte la mayor porción de la tarta alimentando así la ya desgastada pero veraz afirmación de que los ricos son cada vez más ricos mientras los pobres se empobrecen cada día más. En este círculo vicioso resulta cuestionable la manera de proceder de los ejecutivos de Gasteiz e Iruñea al recortar en Sanidad, Educación u otros servicios sociales, precisamente soportes del llamado estado de bienestar.

Es más que evidente que las prestaciones sociales son necesarias; imprescindibles, dada la situación actual. Ahora bien, garantizar estas ayudas básicas no debe ser obstáculo para impulsar otro tipo de políticas que erradiquen la pobreza y la desigualdad. Fomentar el empleo, reforzar los servicios públicos en lugar de aniquilarlos y redistribuir la riqueza a través de la fiscalidad son algunas de ellas. Está en manos de nuestros gobernantes pasar de los discursos a los hechos y cimentar la tan predicada justicia social.