Arantxa MANTEROLA BIARRITZ
SECRETARIO DEPARTAMENTAL DE UMP
TRAS LA DECLARACIÓN DE BAIONA POR LA RESOLUCIÓN

«Es necesario explorar todo lo que se oriente a la reconciliación»

Es el líder más conocido de la derecha francesa en Ipar Euskal Herria y el 24 de octubre presentó en Baiona, junto con otros representantes políticos y electos, el documento dirigido a París. Sabe que allí hay poca sensibilidad para avanzar, pero no desiste en el intento porque está convencido de que Ipar Euskal Herria tiene que aportar su grano de arena a la resolución.

¿Qué razones le han impulsado a usted, electo de la UMP y secretario departamental del partido, a implicarse en una iniciativa tan compleja?

Esta mesa se constituyó entre los responsables políticos que fuimos invitados a la Conferencia de Aiete. Con el apoyo de Lokarri, acordamos seguir reuniéndonos regularmente -cada dos meses en un hotel de Biarritz-, de manera confidencial, para analizar las evoluciones del proceso de paz y ver si podíamos encontrar acuerdos sobre ciertos puntos. Y poco a poco elaboramos ese texto, que hace tiempo estaba finiquitado pero que no hicimos público enseguida debido a la coyuntura electoral. He participado en este grupo a título personal, pero sin esconder lo que soy. No comprometo a mi partido sino a mi persona, tal como soy, con mis opiniones políticas.

Este conflicto afecta al País Vasco de Francia, donde ha habido mucho sufrimiento de todas partes y no podemos ocultarlo. En este proceso de paz, que a pesar del bloqueo de los gobiernos español y francés es incuestionable, es necesario explorar todo aquello que se oriente a la reconciliación. No hay proceso de resolución que no se acompañe de respuestas a la cuestión de los presos y familias y a la lectura común de una historia de violencia. Por tanto, este proceso me interesa como hombre, como electo, como historiador.

¿Le comprenden en su partido o le han criticado por ello?

No he recibido ni reproches ni desaprobación. Reconozco que muchos electos de mi partido no tienen sensibilidad hacia esta cuestión, como tampoco la tiene la sociedad del País Vasco francés en general. Dicho esto, soy consciente de que en este territorio podíamos haber tenido una evolución mucho más dramática que la que hemos tenido. Afortunadamente hay electos de todas las tendencias que apuestan por la dinámica de la convivencia y que han comprendido que en el País Vasco se da una situación particular que, aunque no afecta a la sociedad en su vida cotidiana, hay que tener en cuenta.

He hablado habitualmente de la cuestión vasca con los responsables de mi partido al más alto nivel, como Alain Juppé, Nicolas Sarkozy o François Fillon. Todos ellos me han escuchado, saben de mi implicación en ello y nunca me han reprochado nada.

Volviendo al documento, resulta evidente que llegar a tal consenso no habrá sido cosa fácil. ¿Cuáles han sido los puntos donde más choque se ha producido entre ustedes? ¿Quizás algunos términos como País Vasco de Francia?

No. Estas cuestiones semánticas no son problemáticas. Cada cual habla del mismo objeto con un punto de vista diferente por su historia o su compromiso. Si nos atascamos en temas de semántica, aunque tienen su importancia, no se avanza. En cuestiones de fondo sí ha sido más difícil. Primeramente, en reconocer que aquí ha habido un conflicto. Visto desde París, e incluso desde Burdeos, el conflicto vasco supone un conflicto puramente español. Reconocer que el conflicto vasco ha atravesado la sociedad del País Vasco de Francia ha sido un paso importante, porque es algo difícil de concebir en partidos que están o han estado en el Gobierno, como el mío. Así que este punto ha sido muy debatido hasta el final.

Otro punto complicado fue reconocer que hay presos políticos. En Francia no se concibe porque se considera que son presos de derecho común que han cometido actos reprensibles por la ley. Y así es, pero su motivación es política. Obviamente, una democracia como Francia no puede reconocer que tenga a gente en la cárcel por razones políticas. Hemos debatido mucho sobre este punto porque no era evidente. Nuestro texto recoge que en el marco jurídico actual no hay razones para que se apliquen medidas de excepción a los presos. En esta cuestión hay una especie de esquizofrenia o de paradoja por parte de las autoridades francesas. Dicen que no hay presos políticos pero de facto aplican un régimen especial a los que están en las cárceles francesas y se les imponen medidas excepcionales que no se aplican a los de derecho común.

Son cuestiones como estas las que más debate han suscitado pero, finalmente, hemos constatado que desde una perspectiva humanista se puede avanzar mucho y bastante rápido dentro el marco jurídico actual y también que habrá que tomar en cuenta otras medidas más específicas.

Para París es más importante mantener una buena relación con el Estado español y, por tanto, seguir con la misma política que Madrid. ¿Debería el Estado francés tener una política propia?

Debería, pero ¿es posible? En el marco de la UE, los lazos entre gobiernos predominan sobre el resto. Cuando mi partido estaba en el poder, yo no veía al Gobierno francés desafiando al español, y ahora que está el PS, tampoco lo veo posible. No se trata de tendencias políticas. Hay una constante en el Gobierno, en la alta Administración del Estado respecto a cómo percibe el País Vasco. En un país como el nuestro, la continuidad de esa alta Administración es un hecho esencial en muchas cuestiones. El mensaje que nosotros enviamos con el documento de Baiona debe superar las diferencias políticas locales -es lo que pretendemos- porque tenemos delante un Estado que mantiene él mismo una constante que rebasa las diferencias políticas. Dicho esto, nosotros vivimos aquí y somos portadores de los problemas y de las esperanzas de aquí, pero sé que no será fácil. No veo al Gobierno actual ni al siguiente romper la solidaridad franco-española, pero ello no significa que no sea necesario que nuestro País vasco-francés participe y aporte su grano de arena a la resolución.

En su comparecencia conjunta, dijeron que «cuando todo va bien, cuando no hay violencia, en París se olvida rápido». ¿Cree entonces que ustedes, electos locales, podrán hacer oír su voz?

Hay algo que me apena mucho. Hubo una época, cuando Sarkozy era ministro de Interior, en la que teníamos un interlocutor permanente en el Ministerio porque había una preocupación particular sobre la cuestión vasca. Esa preocupación estaba presente porque existía un riesgo de violencia. Cuando ésta ha desaparecido, ya no hay atención especial a nuestro país. En ese sentido, la paz juega contra nosotros. Nos dicen que arreglemos nuestros problemas en el marco de la ley ordinaria. Para mí, lo más peligroso es esa indiferencia. Dicen que no hay problema en el País Vasco. Yo les respondo que hay una cuestión específica recurrente y que, si no se aportan soluciones, hay riesgo de que la violencia vuelva a resurgir. Como dijo, con razón, Jean-Jacques Lasserre, «en París se olvida rápido».

«La distensión hace que ahora podamos hablar con el PP»

Hace unas semanas hubo una jornada de debate conjunta entre UMP y PP. Últimamente están reforzando sus relaciones...

Hace más de diez años -entonces era RPR- manteníamos relaciones bastante regulares con el PP vasco, pero nos distanciamos. Entre otras cosas, debido a que estábamos en posiciones muy diferentes respecto a la cuestión vasca. Por supuesto, no juzgo a nadie porque soy consciente de que el precio que ha pagado el PP no tiene nada que ver con el contexto en el que nosotros hemos vivido. Hace unos meses retomamos contacto a través del responsable de los Jóvenes Activos de la UMP que estuvieron presentes en el congreso regional del PP. Este invitó a la presidenta Arantxa Quiroga a una jornada de reflexión conjunta sobre cuestiones transfronterizas, que es la que ha tenido lugar hace un mes.

Resulta bastante novedoso que se reúnan el PP vasco del sur y la UMP del norte para hablar de cuestiones del mismo territorio. ¿No lo ve así usted también?

Bueno, estamos en el mismo espacio de vida, eso es innegable. Se trata de relaciones transfronterizas entre territorios de estados diferentes. Debatimos de temas muy técnicos: de los problemas de familias cuyos hijos están escolarizados en Francia, de bilingüismo y de trilingüismo, de los problemas de empleo de un lado o de otro de la frontera... Creo que la distensión del conflicto hace que hoy podamos hablar de estas cuestiones como lo haríamos en cualquier otra área transfronteriza. Acordamos seguir viéndonos regularmente.

¿No les molesta su implicación respecto a la resolución del conflicto? ¿Le han hecho alguna puntualización?

Han tenido la amabilidad de no hacerme ninguna. Ya he dicho antes que no juzgo la posición del PP porque nuestra historia y nuestro sufrimiento no es el mismo. Creo que nuestras relaciones funcionarán si no hay una injerencia en los asuntos del otro y se desarrollan en el respeto mutuo. A.M.

«Sin mancomunidad única, no tendremos ningún peso»

Vistas las respuestas (o mejor dicho no-respuestas) de estos últimos años ante las demandas del País Vasco, en particular sobre la gobernanza, se diría que tampoco se le escucha en París en este terreno...

Así es. Durante los años 90 hubo una atención particular de los gobiernos -fueran estos de derecha o de izquierda- hacia el País Vasco. Sabían hasta dónde querían ir o no. Entonces rechazaban claramente una institución específica -la demanda de un departamento vasco-, pero tenían la voluntad de conceder formas particulares de contrato territorial. De ahí surgieron Pays Basque 2000 y Pays Basque 2010, en el marco del Consejo de Desarrollo y del Consejo de Electos. En los últimos años se percibe una inmensa indiferencia, ya no hay interés por la situación de aquí y nos dirigen enseguida hacia dispositivos ordinarios mientras que en otros territorios, por ejemplo en Córcega, ha ido en aumento.

¿Se debe, tal vez, a las relaciones España-Francia?

Creo que contribuye a ello. Quizás es porque Madrid pide mucho a Francia, pero considero que también por la debilidad militante. Hoy la presión no es tan fuerte, hay un decaimiento por parte de los electos y una indiferencia creciente de la sociedad.

La demanda de una Colectividad Territorial Específica (CTE), que cuenta con un consenso inédito y es considerada como mínima ¿está ya enterrada?

Si no se es sordo y ciego, si no hemos comprendido que el Gobierno ha dicho que no... Estoy en total desacuerdo con el mensaje de algunos de mis colegas que insisten en que hay que continuar reclamando la CTE. Hoy nos hallamos en una situación bastante sorprendente. Hay sectores abertzales que están siendo más moderados que algunos electos centristas o de la UMP. No entiendo, por ejemplo, el maximalismo del que hacen gala éstos cuando responsables abertzales están por la labor de explorar el potencial de la intercomunalidad. Yo lo digo claramente: si queremos que no suceda nada, sigamos reclamando la CTE. Conocemos la respuesta de París; es «no» y no cambiará. ¿Por qué? Porque más allá de las relaciones con Madrid, más allá de la intransigencia de Manuel Valls, hoy Francia camina hacia el reagrupamiento de las mancomunidades. Por primera vez nuestra demanda se inscribe en un movimiento general que no desagrada a París. Podemos construirla sin hablar de la identidad vasca.

Entonces, ¿cuál es la opción por la que apuesta hoy?

Soy favorable a una intercomunalidad única. Los problemas técnicos sobre la representación equilibrada de los territorios, los arreglaremos. Si no creamos una única mancomunidad, más allá de la cuestión de la identidad vasca, del reconocimiento del País Vasco, debilitaremos nuestro país. Si queda trozeado, disperso, balcanizado en varias mancomunidades, el País Vasco no tendrá ningún peso, menos aún en una macrorregión mucho mayor que la actual Aquitania, donde va a estar inmersa. Si los presidentes de las actuales mancomunidades y los grandes alcaldes no han entendido esto llevarán sobre sus espaldas la responsabilidad.

¿Lograrán el mismo nivel de acuerdo que se obtuvo con la demanda de CTE?

Vamos por mal camino. Cada uno mira lo suyo. Los electos del interior tienen miedo de las decisiones de los de la costa y los de la costa temen ser absorbidos por los del interior Todo esto es absurdo. Lo que cuenta es el proyecto político global. Quien presida la mancomunidad única deberá abanderar los intereses del conjunto del territorio.