Mikel INSAUSTI
CRíTICA: «Vivir sin parar»

La soledad del viejo corredor de fondo

Sé que esta simpática dramedia alemana tiene sus detractores entre la crítica, por estar cargada de cierta épica de geriático, que de un tiempo a esta parte ha venido practicando sobre todo la cinematografía inglesa, para aprovechar la calidad de sus intérpretes veteranos. Pero a mí me resulta agradable porque me recuerda a muchas y buenas películas, empezando por «La soledad del corredor de fondo», obra clave del free cinema inglés realizada por Tony Richardson en 1962, y en la que Tom Courtenay se evadía corriendo de la opresión del reformatorio juvenil. Justo lo mismo que le sucede al anicano protagonista de «Vivir sin parar», pero ya para liberarse de la rutina del asilo.

El otro clásico al que remite muy acusadamente la película del alemán Kilian Riedhof es «Alguien voló sobre el nido de cuco», hecha por Milos Forman en 1975. Resulta muy pertinente la comparación, porque equivale a describir la disciplina impuesta en el asilo como si de un siquiátrico penitenciario se tratara. Las enfermeras jefe son igual de autoritarias y, en consecuencia, la rebelión final de los internos, que se fugan para ver la maratón de Berlín en la que participa su compañero, no deja tener también su carga antisistema.

Por último, se establece asimismo una analogía con la reciente «Amour» de Michael Haneke, al coincidir el protagonismo dramático de una pareja que afronta la etapa final de su existencia, y con todo apuntando a que él le va a sobrevir a ella, situación que propicia la promesa por parte de marido para volver a correr como cuando de joven participó en los Juegos Olímpicos del 56 en Melbourne.

La relación del matrimonio será clave para la consecución del objetivo, a falta del apoyo de la hija dentro de una mala comunicación paternofilial. Aunque en realidad no existe ninguna meta, dado que el sentido vital del mensaje es ese no parar nunca, porque de detener el paso por este mundo ya se encargará la muerte. De ahí la metáfora maratoniana para explicar la razón de nuestro comportamiento biológico, sin dejar de dar pedales como en una bicicleta de piñón fijo.