EDITORIALA
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La responsabilidad política de la xenofobia

El discurso xenófobo que en los últimos años se ha extendido en Europa tiene un auge irregular en Alemania, centrado en el supuesto «peligro» de islamización de ese país. El hecho de que Pegida, el movimiento que cataliza la islamofobia en Alemania, haya adquirido una fuerza considerable en la antigua RDA, donde el porcentaje de musulmanes es muy bajo, mientras que ese auge es mucho más moderado en el Oeste, puede llamar la atención, pero tiene su explicación. Dresde es el principal foco del movimiento islamófobo, como demuestran las masivas manifestaciones convocadas por Pegida los lunes en la capital de Sajonia. La prevista para hoy, sin embargo, ha sido prohibida por la Policía -si bien sus organizadores ya la habían suspendido- debido a los llamamientos a atentar contra la marcha.

La explicación resulta relativamente sencilla, en efecto, pero la situación que describe no lo es, ni mucho menos. Una situación compleja que es caldo de cultivo del racismo y la xenofobia. La crisis ha creado graves problemas en toda Europa, también en Alemania, problemas que se ven acentuados en el Este de ese país, cuyos habitantes pasaron de un sistema que restringía libertades pero garantizaba trabajo, vivienda, educación y sanidad a otro en el que el paro y las políticas de recortes los dejan desamparados. Innumerables problemas económicos y sociales que encuentran una falsa vía de escape en la postura contra un «enemigo» común, en este caso los musulmanes, fruto del miedo a lo que se desconoce, potenciado por intereses políticos.

Ante el auge de movimientos como Pegida, y supuestamente para frenarlos, las fuerzas políticas que ostentan el poder o susceptibles de alcanzarlo implementan o proponen medidas acordes a las principales demandas de aquellos. Un preocupante fenómeno que no es exclusivo de Alemania, sino que se observa en otros muchos lugares de Europa, incluso sin salir de Euskal Herria, y que retrata a una clase política que a la postre utiliza al extranjero como chivo expiatorio para desviar la atención sobre su responsabilidad en las verdaderas causas del malestar social.