Anjel ORDOÑEZ
Periodista
JOPUNTUA

Violencia capitalista

Se cumplen 78 años de la celebración en la localidad estadounidense de Carroll, New Hampshire, de la Conferencia de Bretton Woods, en la que los países aliados afrontaron la regulación del sistema monetario y del orden financiero tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. La noción fundamental que dirigió las decisiones de este foro, entre las que destaca la creación del Fondo Monetario Internacional, fue la defensa de los mercados abiertos y del laissez faire de Adam Smith. Es decir, carta blanca para los mercados y demonización de la intervención de los estados en la economía.

En septiembre de 2008, tras la quiebra de Lehman Brothers y a las puertas de una crisis financiera de dimensiones bíblicas, alguien tan poco sospechoso de querer dinamitar el sistema como Nicolas Sarkozy, entonces presidente conservador del Estado francés, hacía un llamamiento a los líderes internacionales para afrontar una refundación del capitalismo basada en el final de los principios de Bretton Woods. Sarkozy no fue el único. Fueron muchos los que reclamaron la reforma del capitalismo poniendo límites a sus desmanes y exigieron articular una sólida regulación internacional que impidiera la perversión de los sistemas financieros con el fin de proteger la economía real.

Pero esa suerte de febrícula reformadora no tardaría en pasar. El sector financiero salió a flote gracias a las unas ayudas públicas que se pasaron de generosas hasta convertirse en obscenas, mientras la gran mayoría de los ciudadanos veía como su situación económica empeoraba día a día. Las ayudas nunca se devolvieron, a pesar de que las grandes corporaciones no tardaron -si alguna vez dejaron de hacerlo- en repartir copiosos dividendos entre accionistas y directivos.

Y así hasta hoy. Desde entonces ha llovido una pandemia y ha tronado una guerra, abriendo aún más si cabe la inmensurable grieta que separa a los que más tienen de los que no tienen casi nada. En el mes de junio, la escalada del IPC ha superado el 10%. Los carburantes y la energía están por las nubes, mientras la alimentación ha pasado de derecho humano a artículo de lujo. Lejos de refundarse, el capitalismo es hoy más violento que nunca.