Ramón SOLA
DONOSTIA
Elkarrizketa
ARKAITZ RODRÍGUEZ, MIREN ZABALETA Y SONIA JACINTO
REPRESALIADOS POR IMPULSAR «ZUTIK EUSKAL HERRIA»

«Las condiciones son mejores aún que hace seis años; nos hace falta creer»

Dicen sentirse «en tres galaxias distintas», pero sus discursos son plenamente coherentes. Compartieron iniciativa política y han pagado por ello en tres cárceles diferentes. Ahora se vuelven a reunir, con las ideas claras y ganas de aportar. Ideas e ilusión.

Hay guión para horas de entrevista, porque los seis años que han pasado en prisión están cargados de acontecimientos históricos que merecen valoración. Con todo, Rodríguez, Zabaleta y Jacinto miran más al futuro que al pasado, conscientes de que se ha avanzado pero queda casi todo por hacer.

Cuando se produjeron las detenciones y encarcelamientos en 2009, este país estaba aún en guerra abierta. Hoy, parafraseando a Arnaldo Otegi, se ha logrado «un trocito de paz». ¿Cómo se percibe todo esto al salir? ¿Qué habéis hallado en la calle, os ha sorprendido?

Miren ZABALETA: En mi caso, ya sentía desde la cárcel que cambiaba la forma de latir de mi país. No solo se nota en términos políticos, sino también en la literatura, en la música... Y aunque parezca que ese cambio pueda asustar cuando estás dentro, ojalá fuera aún más rápido y más profundo.

Arkaitz RODRIGUEZ: Sí se siente, es innegable, se palpa. Me vienen a la memoria momentos como el Arenal tras la legalización de Bildu, el silencio enorme de las movilizaciones de enero o los 150.000 uniendo sus manos con Gure Esku Dago... Todas estas cosas hubieran sido impensables unos años atrás. Como dijo el otro día Arnaldo, hay un trocito de paz, pero la paz total es mucho más y tenemos que seguir trabajando por que sea completa y cuanto antes.

Estos seis años han estado repletos. ¿Cuál ha sido el mejor y el peor momento?

Sonia JACINTO: Buff, hay que pensarlo, ¡han sido tantas cosas!

M.Z: En lo humano, cuando cogí en los brazos a mi primer sobrino, Aitor. Fue dos días después de la primera condena, la de la Audiencia Nacional, y recuerdo que le hablaba a él, un recién nacido, del futuro que íbamos a conseguir juntos, y también de lo que no deseaba que volviera a pasar. Y le dije que esperaba que antes de que cumpliera los 18 años pudiéramos votar juntos en un referéndum por la independencia. En términos políticos, recuerdo el comunicado de ETA, claro. Y también cómo una noche, a la una de la madrugada, eché cuentas y ví que el cambio era posible en Nafarroa y en Iruñea. En la soledad de mi celda, fue uno de los grandes momentos. Cuando antes decía a mi gente que esperaba que al salir a la calle el arrano beltza estuviera colgado en el Ayuntamiento de Iruñea, me miraban con esa cara que ponen las visitas cuando no le quieren quitar la ilusión al que está dentro. ¡Pues se ha conseguido, uniéndonos todos! Hay que creer en la fuerza que tenemos.

S.J: Para mí, política y personalmente un momento de mucha ilusión fueron los días en que salieron los presos de la «doctrina Parot», esas imágenes de gente que llevaba mogollón de años... fue una pasada. Y también los resultados de las municipales de 2011, en Donostia, o cómo recuperamos Orereta, de donde soy yo...

A.R: En lo personal, en mi caso he podido comprobar lo duro que es padecer un problema de salud, en este caso físico, en prisión. Me ha llevado a pensar mucho qu,e si yo lo pasé mal, algo que ahora sí puedo decirlo sin miedo a asustar a los familiares, ¿qué estarán pasando esos compañeros con enfermedades graves e incurables? Y en lo político, un momento positivo y negativo a la vez, sin ir más lejos, fue el de la pasada semana con la iniciativa de Arantza Quiroga. Ahí ves hasta qué punto llega la apuesta del PP por el escenario anterior, en el que el Estado estaba más cómodo.

En la cárcel hay más tiempo para pensar. ¿Eso se traduce también en más impotencia, más inquietud, más angustia ante cosas que no terminan de encarrilarse, como la situación de los presos o el hecho de que en Euskal Herria no se haya lanzado un proceso soberanista como el catalán?

A.R: Pues sí. La cárcel es limitación de movimientos y es incomunicación. Y hay momentos que si ya en la calle son duros por la incertidumbre y la desazón, en la cárcel uno se siente realmente impotente.

¿Consuela algo pensar que el juez que ordenó aquella redada ahora pida la libertad, o que quien entonces decía que «no tienen nada definitivo entre manos» reconozca esta labor?

S.J: Bueno, en aquel momento tampoco creímos que fuera una decisión del juez, así que su opinión no era importante entonces ni lo es ahora. Fue una decisión política para bloquear el paso a un nuevo ciclo. Lo que nos consuela realmente es saber que no lo consiguieron.

A.R: La sociedad vasca entendió aquello sin necesidad de ningún tipo de explicación. ¡Es que era tan obvio...! La prueba fue la respuesta inmediata y masiva con aquella manifestación de la mayoría sindical a los pocos días. Si Garzón tiene tanto cargo de conciencia, hay una buena manera de resarcirse: reconocer que ante él han pasado centenares de casos de torturas y ha mirado a otro lado. Otra contribución sería no pedir solo nuestra libertad y la de Arnaldo y Rafa, sino las de los 400 presos y pico que aún están como rehenes.

M.Z: La diferencia sustancial es que nosotros decimos lo mismo que hace seis años. Es el resto el que ha tenido que amoldar su discurso a la nueva situación. Resultaba evidente que la apuesta de la izquierda abertzale era estratégica, de calado.

¿Qué le falta a Euskal Herria para iniciar un proceso independentista como el catalán? ¿Convicción, estrategia, acuerdos, liderazgo...?

S.J: Lo más importante lo tiene; es el pueblo, son las ganas. Lo ves nada más salir a la calle, todo el mundo te dice ‘venga’, ‘vamos’, ‘es el momento’...

A.R: Yo creo que la sociedad vasca aún no ha alcanzado la conclusión de la sociedad catalana: que el Estado español probablemente no tenga remedio. Tras años y décadas intentando democratizarlo, Catalunya ha visto que eso no es posible y ha elevado su conclusión a definitiva. O, al menos, ha visto que ese escenario solo será factible si lleva a sus últimas consecuencias su proceso independentista. La sociedad vasca aún no ha llegado ahí, me atrevería a decir que es la asignatura pendiente.

M.Z: La apuesta de la izquierda abertzale ha dejado unas condiciones sociopolíticas renovadas y reforzadas. Si nos lo creemos, es posible liderar un proceso de liberación. Lo que más me llama la atención del proceso catalán, y me da una envidia sana, es que ellos mismos confían en sus fuerzas, miran al frente y han construido una utopía colectiva. En Euskal Herria existe esa utopía colectiva, ha permanecido encendida siglos y también estas últimas décadas, pero hace falta volver a encender con fuerza esas alianzas y esa confianza en nosotros mismos que nos haga avanzar. Hay una frase popular china que creo que lo resume muy bien: “el pájaro que se posa en un árbol no tiene miedo a caer, y esa confianza no reside en la rama, sino en sus alas”. ¿Qué nos falta entonces? Echar a volar con más fuerza, creer en esa utopía colectiva.

S.J: Cuando allá dentro hablábamos muchas veces del proceso catalán, nos preguntábamos; pero ¿cómo han avanzado tanto en tan poco tiempo? Yo creo que en Euskal Herria hay condiciones, han mejorado, y seguirán mejorando, pero también somos un pueblo muy sufrido, hay mucho dolor, y eso hay que tenerlo en cuenta. Se trata de un sufrimiento de décadas, nos estamos recuperando, hay que darle la vuelta. Catalunya no ha tenido ese hándicap. Euskal Herria todavía está trabajando eso, dando la vuelta a esas heridas.

A.R: Existen mejores condiciones que hace seis años. Hay que poner en valor lo mucho que se ha avanzado, aunque el Estado esté en una guerra sicológica para tratar de ocultarlo. Hay que hacer un balance porque la memoria es frágil, y con ese ataque que sigue padeciendo el nuevo tiempo tendemos a olvidarlo y sumirnos en una especie de depresión colectiva o frustración. El Estado sabe que si despertamos y somos capaces de retomar ese hilo de ilusión y pasión, este pueblo es imparable. El independentismo ha llegado a ser primera fuerza, ha gobernado la Diputación de Gipuzkoa, está gobernando la capital de Euskal Herria. Se han producido las mayores movilizaciones de la historia. Y es cierto que nos hubiera gustado que todo fuera más rápido, que no hubiera ni un solo preso ni presa, ni refugiado ni refugiada, pero también es cierto que hoy día hay menos presos políticos que nunca y que al Estado le resulta cada vez más difícil hacer ciertas operaciones, por mucho que trate de aparentar lo contrario, porque los costes son mayores. Hay que ponerlo en valor. Hay condiciones mejores incluso que hace seis años, insisto, para lanzar un proceso independentista. La crisis total y absoluta del Estado español tampoco es ajena, ni mucho menos, al cambio de estrategia de la izquierda abertzale; si no se hubiera producido, el Estado estaría más cómodo de lo que se encuentra actualmente. Si somos capaces de leer correctamente todo esto, más pronto que tarde vamos a ser capaces de poner en marcha ese proceso independentista.

M.Z: Sonia hablaba de las heridas. Al hilo de eso, recuerdo la frase de Sartre: «Lo importante no es lo que nos hacen, sino lo que hacemos con lo que nos hacen». Todas esas heridas debieran constituir un motor para hacer avanzar lo más rápido posible ese proceso de liberación. Este país es lo suficientemente maduro para no hacer de esas heridas un muro, sino un trampolín. No podemos entender ese sufrimiento como una mochila que nos lastre.

Estas excarcelaciones se producen además cuando Sortu anuncia un proceso interno para reforzar «Zutik Euskal Herria». Dado que estuvisteis en la génesis de todo aquello, ¿efectivamente véis aspectos que no se han desarrollado o se han desarrollado a medias?

A.R: Sí. ‘‘Zutik Euskal Herria’’ ha tenido un desarrollo de seis años y creo que se ha cubierto una etapa. Y lo que toca es hacer balance, en mi opinión un balance positivo, y dar un nuevo salto, porque hay condiciones para ello. Un nuevo salto que tiene que venir del desarrollo de la unilateralidad con todas sus consecuencias. Y no solo en las consecuencias del conflicto, que también, sino en el propio proceso de liberación. Por explicarlo de otra manera, hasta el momento hemos desarrollado la unilateralidad con minúsculas, a nivel de la izquierda abertzale, y hay que pasar a unilateralidad con mayúsculas, como país. Es ni más ni menos que lo que están haciendo en Catalunya, pasar de reivindicar el derecho a decidir a ejercerlo, comenzar a sentar las bases de un proceso independentista propio.

Es evidente que en vuestras figuras hay un plus, por lo que hicistéis allá por 2009 y por lo que os han hecho en estos seis años posteriores. ¿Para qué puede servir ese bagaje, dónde véis vuestra aportación, seguiréis en política?

A.R: Lo dije en el primer recibimiento en Altza y creo hablar en nombre de los tres en esto. Salimos reforzados, mejor formados, hemos aprovechado el tiempo para estudiar, y volvemos con más ganas de luchar por nuestro pueblo que cuando entramos. Y también salimos con una obsesión: contribuir a que la izquierda abertzale dé ese nuevo salto en este proceso de hace seis años. Nos guste o no, se ha personalizado en nosotros, pero como decía Arnaldo en la última nota desde Logroño, es un poco injusto. Pusimos nuestro granito de arena, lo reconocemos y es algo que indudablemente llevamos con orgullo, pero nada hubiera sido posible sin el compromiso, el empuje y la pasión de miles y miles de personas que son las verdaderas protagonistas de este nuevo tiempo, de esta aventura colectiva.

M.Z: Justo al hilo de la última rueda de prensa de Arantza Quiroga, el otro día hablaba por teléfono con Arkaitz y le decía ‘yo también lo volvería a hacer’, y seguro que otro tanto Sonia, Rafa, Arnaldo… Y creo además que es una idea extensible a gente de diferentes espectros políticos y sociales. Con mis distancias ideológicas evidentes respecto a ellos y ellas, en ese ‘yo también lo volvería a hacer’ se podría incluir a varios nombres. En todas las casas ha habido gente que ha planteado que la paz merece la pena y ha hecho un esfuerzo para construirla. Quizás no haya un esfuerzo más transversal que ese en este país. El premio es bueno para todos, es la paz. Hay que intentarlo cuantas veces sea necesario y hay que intentarlo cada vez con más gente. Nuestro compromiso es notorio, y es un compromiso desde la ilusión, la convicción y la fuerza que da haber estado seis años conviviendo con nuestras propias conciencias. La mejor manera de hacer frente a la cárcel es llevarse bien con uno mismo, tener la conciencia bien arraigada.

S.J: Cuando nos detuvieron, además, hay que recordar que el debate todavía era interno. Estos seis años han servido para comprobar primero que la gente estaba de acuerdo, luego que tenía un respaldo social enorme, y más tarde que era un acierto. Todo eso nos ha servido para salir a la calle con más ganas y con el compromiso y responsabilidad de llevarlo a buen término.

A.R: El hecho de haber sido represaliados por haber hecho una apuesta de paz no puede ser más que motivo de orgullo. Lo verbalizó Varoufakis, el exministro de Finanzas griego, cuando dijo que el odio de los acreedores para él era motivo de orgullo. Otro tanto podemos decir nosotros. En este caso han querido darle a la izquierda abertzale, a decenas de miles de personas comprometidas con nuestro país, una patada en el culo. Lo afrontamos con una sonrisa en los labios, que no será completa hasta que Euskal Heria sea independiente y no exista ni una sola persona presa ni refugiada. Ese día sí, sonreiremos con plenitud.

REFLEXIONES de SEIS AÑOS DE CÁRCEL

«Han querido darle a la izquierda abertzale, a decenas de miles de personas, una patada en el culo»

ARKAITZ RODRÍGUEZ

«Los días que salieron los presos de la ‘doctrina Parot’, gente con mogollón de años... eso fue una pasada»

SONIA JACINTO

«Un gran momento fue echar cuentas, a la una de la madrugada, y ver el cambio en Nafarroa e Iruñea»

MIREN ZABALETA