Aritz INTXUSTA

«LA FAMILIA NO RECIBE»

Las cifras de muertos se han disparado la última semana comparadas con el registro histórico. Los servicios funerarios (crematorios, etc) empiezan a dar muestra de saturación, mientras los funerales vuelven al ámbito privado.

La curva no solo sube o baja, sino que esconde mucha muerte. En ningún sitio de Euskal Herria tanto como en Azkoien, que alcanzó casi de un día para otro una IA de 7.000 a 14 días. Fue a los primeros a los que se encerró dentro de su propio pueblo. Tras eso, la curva bajó bastante, pero el daño ya estaba hecho. Desde el lunes día 12 hasta el lunes 19, cuando murió Ramón, han fallecido Julia, Florencio, Timoteo, Agustina, Javier, Dolores y Nieves. A ninguno se les ha podido despedir en condiciones. Las esquelas que llegan a los vecinos a través del Ayuntamiento llevan un «La familia no recibe».

El aumento de la mortalidad, aunque no de forma tan acusada como en Azkoien, ya se nota en el crematorio de Iruñea, que solo tiene capacidad para ocho incineraciones diarias. Los últimos días les están llegando diez cuerpos o más, por lo que es habitual que los cadáveres se acaben quemando en otros hornos, como los de Lizarra. Trabajadores del cementerio comentan que, como en la primera ola, es gente muy mayor la que está muriendo. Y que, de seguir a este ritmo, habrá que retomar alguna de las medidas que se aplicaron en primavera. Básicamente, «dejar el precio del nicho o la inhumación en tierra al mismo precio que quemar, porque si no los hornos no dan».

Los contagios, en ocasiones, son el árbol que no deja ver el bosque. Predicen los ingresos que habrá una semana o diez días después, porque, más que la situación actual, la gente quiere ver una salida. Y, en consecuencia, las muertes –que es justo lo que se quiere evitar– casi están pasando por alto en esta segunda ola. Además, la imposibilidad de hacer despedidas en condiciones también ayuda a invisibilizar la tragedia, ya que muchas familias optan por un adiós en la intimidad.

«Durante el confinamiento, las esquelas no traían nada, ni despedidas ni tanatorio. Luego, en verano, sí que volvían a indicar fechas de funerales, pero en las últimas semanas se ha vuelto a solo tanatorio e indicando que son despedidas para los familiares. A veces, nada. ‘Gaur egungo osasun egoera ikusita, agurra senitartean egingo da’ y fórmulas del estilo solemos emplear», comentan desde la recepción de esquelas de este periódico.

La peor semana en los últimos 5 años

Para entender el impacto que está teniendo el covid, hay que ponerlo en relación con el cómputo total de muertes. En la semana del 28 de setiembre al 4 de octubre fallecieron 106 personas en Nafarroa. De ellas, 20 murieron infectadas con el coronavirus, una de cada cinco. Aún así, la cifra de muertes seguía en rangos «normales» si se comparan con la de años anteriores. Ha sido en la semana siguiente –que es la última de la que se tienen datos completos– cuando las cifras se han disparado por encima no ya de la media, sino muy por arriba del peor registro para esa semana (la número 41 del año) en el último lustro. Los fallecidos se han ido hasta los 145, siendo 27 los muertos con PCR positiva.

En la CAV, donde la incidencia acumulada las semanas de atrás estuvo más contenida, el número de muertes ha permanecido a la baja hasta que ayer aparecieron los datos de la semana pasada. Según se notificó, los muertos han pasado de 34 a 44 en siete días. Lamentablemente, la CAV no ofrece en su boletín los datos de mortalidad esperada, para comparar con años anteriores.

Que la mortalidad crezca resulta aún más preocupante dado que había dos factores que apuntaban a que los decesos bajarían. Uno es que muchas personas con salud precaria ya perecieron durante la primera ola. Y el segundo, que las medidas de prevención por el coronavirus limitan los contagios de otras enfermedades. De otra parte, las disfunciones en Osakidetza y Osasunbidea para prevenir otras enfermedades pueden hacer que los fallecimientos suban. Es pronto para medir la influencia de esas variables. Lo innegable son las muertes y que, de algún modo, cada fallecido es una derrota colectiva.