Beñat Zaldua
Edukien erredakzio burua / jefe de redacción de contenidos

8.848,86m, nuevo hito en el inútil y fascinante esfuerzo por medir el Everest

China y Nepal, los países que se reparten la cima del Everest han anunciado hoy que la cima más alta del mundo se eleva exactamente 8.848,86 metros sobre el nivel del mar, en un esfuerzo consensuado de zanjar el debate siempre abierto sobre la altura del techo del mundo. En vano.

Imagen del Everest, ahora a 8.848,86 metros sobre el nivel del mar. (GETTY IMAGES)
Imagen del Everest, ahora a 8.848,86 metros sobre el nivel del mar. (GETTY IMAGES)

«Porque está ahí», contestó George L. Mallory cuando le preguntaron por qué quería ascender el Everest en los años 30. Una respuesta menos redonda pero más sincera habría añadido: «y porque dicen que es la más alta del planeta». Medir de forma exacta este gigante ha sido una obsesión no exenta de polémica para topógrafos, imperios y naciones a lo largo de los dos últimos siglos.

En un esfuerzo por zanjar el debate, China y Nepal han anunciado hoy por fin que la cima se sitúa a 8.848,86 metros sobre el nivel del mar, poco más de un metro menos que los 8.850 establecidos por una expedición de National Geographic en 1999 y cuatro más que los 8.844 apuntados por una expedición china en 2005. Es, como mínimo, la quinta altura que se le calcula, lo cual no deja de ser en parte lógico, dado que el Himalaya es una cadena montañosa joven que todavía apunta hacia arriba, y dado que las herramientas de medición han avanzado un poco desde los cálculos trigonométricos del siglo XIX.

Aunque los británicos catalogaron la montaña por primera vez en 1849, la primera altura la fijó en 1856 Andrew Waugh, topógrafo general de la India. El equipo sobre el terreno calculó 29.000 pies (8.839,2 metros), pero Waugh pensó que una cifra tan redonda generaría suspicacias, así que decidió que el Everest medía 29.002 pies (8.839,81 metros). Era, en cualquier caso, la montaña más alta que jamás nadie hubiese medido, y Waugh propuso bautizarla en honor a su antecesor en el cargo, sir George Everest, pasando olímpicamente del nombre que la montaña ya tenía: Chomolungma.

Esta medición formó parte del Gran Levantamiento Trigonométrico que los británicos realizaron en el siglo XIX en India, una auténtica locura que desgraciadamemente debemos al imperialismo británico, pero ante la que solo cabe alucinar. La cartografía trigonométrica se basa en un cálculo triangular: un topógrafo se sitúa en el punto X, otro topógrafo en el punto Y, y ambos calculan los respectivos ángulos hasta un tercer punto. Con esos elementos puede calcularse la distancia y la altura que los separa de ese punto que no han pisado, y queda dibujado sobre el mapa (cartografiado) un triángulo. Acto seguido, uno de los cartógrafos se mueve a un nuevo punto y comienzan a calcular un nuevo triángulo. Y así toda la India. Acabaron dibujando más de 40.000 triángulos a lo largo de 80 años.

Un siglo más tarde, en 1954, fueron los Indios, recién independendizados, los que actualizaron las mediciones y fijaron los referenciales 8.848 metros con los que han crecido generaciones y generaciones de himalayistas. Pero no era la medida definitiva, porque tal cosa no existe. National Geographic, en 1999, y China, seis años después, arrojaron dos nuevas cifras, cuya diferencia de seis metros cabe buscar, en parte, en que estos últimos realizaron el cálculo de la altura sobre la roca de la cima, mientras que los cálculos previos incluían el manto nivoso, que puede oscilar dependiendo del año y la estación.

Cuestión nacional

La altura anunciada hoy empezó a calcularse a las tres de la madrugada del 22 de mayo de 2019, una hora gélida que aseguró al equipo del topógrafo nepalí Khimlal Gautam cierta tranquilidad en la concurrida cima. «Queremos transmitir la idea de que podemos hacer algo con nuestros propios recursos y nuestro personal técnico», explicó Gautam acerca de sus motivaciones. Plantaron una antena GPS para calcular la posición, un georradar para medir la altura de la capa de nieve, y en dos horas estaban bajando; demasiado tarde para un pie de Gautam, al que tuvieron que amputar un dedo por congelación.

Pero el Everest no es solo cuestión nacional en Nepal. Parece que Pekín pudo ponerse algo celosa al enterarse de los planes nepalíes para intentar zanjar el siempre abierto debate sobre la altura del Everest. De visita en Kathmandú en octubre de 2019, Xi Jinping pactó con el Gobierno nepalí cooperar en la nueva medición y anunciar los hallazgos de forma conjunta. Que China aporte el 90% de la inversión extranjera en el pequeño país probablemente allanó el camino al acuerdo.

La expedición de los topógrafos chinos fue una de las pocas en hacer cumbre esta primavera, pero han sido necesarios seis meses más de cálculos y diplomacia para informar al mundo de los 8.848,86 metros consensuados por Pekín y Kathmandú. «La medición precisa del Everest era una muestra del desarrollo tecnológico del país», declaró en setiembre Yang Yuanxi, de la Academia China de las Ciencias.

Medición imposible

Sin embargo, que nadie se engañe: la altura exacta del Everest sigue sin determinarse, por el sencillo motivo de que es simplemente imposible calcularla; no existe más allá del anhelo humano de ponerle una cifra a una montaña. La altura que le demos siempre será una convención social, para empezar porque se mide sobre el nivel del mar, una medida que oscila de océano a océano y de marea a marea. ¿A cuántos metros diría usted que se encuentra el palacio de Miramar en Donostia? Si midiésemos las montañas por su distancia respecto al núcleo terrestre, la montaña más alta del mundo sería el Chimborazo, con 6.263 metros sobre el nivel del mar, en plena línea ecuatorial.

Gautam, al menos, lo tiene bastante claro: «En cartografía no podemos encontrar el punto o la altitud exacta». El Everest no tiene una altura cuyo cálculo se esconde a los tozudos humanos; se levanta ajeno a los inútiles esfuerzos por medirla, víctima de ser la montaña más elevada del planeta. Menuda cruz.