Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

Las cepas sudafricana e inglesa, vistas al microscopio

La aparición de dos cepas de coronavirus en Reino Unido y Sudáfrica pone en alerta a los científico. ¿Qué le ha pasado al virus para volverse, aparentemente, más infeccioso?

Reproducción de una espícula común y un coronavirus. (GISAID/AFP)
Reproducción de una espícula común y un coronavirus. (GISAID/AFP)

El coronavirus está evolucionando. Ya no es el mismo virus que se secuenció en Wuhan. Hay miles de versiones circulando por todo el mundo, pero dos de ellas preocupan más que las demás por haber dado muestras de ser más contagiosas y acumular varias mutaciones en la proteína S, que es la que el coronavirus usa para entrar en las células humanas y que, a su vez, es la parte del virus frente a la que van dirigidas las vacunas. Para entender la magnitud de estos cambios, no hay nadie mejor que un científico que se dedica, precisamente, a fabricar proteínas S de Sars-Cov-2 en su laboratorio de Iruñea, Pablo Sarobe.

Sarobe trabaja en una vacuna de proteína purificada contra el coronavirus en el CIMA de la Universidad de Navarra. Hasta ahora, fundamentalmente, se ha hablado de vacunas de ARN mensajero (Pfizer y Moderna) y las que utilizan virus vectores (la de Oxford o la rusa Sputnik V). Lo que buscan las vacunas de ARN y las de vectores es introducir un fragmento del código genético del coronavirus en las células humanas para que estas fabriquen la proteína S específica del SARS y así el sistema inmunológico del vacunado aprenda a reconocerlo, generando anticuerpos y activando a las células T. La vía del doctor Sarobe es más directa: inyectar directamenate la proteína S (o fragmentos de la misma, porque es muy grande) para conseguir un efecto similar. China ya está empleando este tipo de vacunas aparentemente con éxito y, muy probablemente, la primera de este estilo en aprobarse en Europa será la de Novavax, compañía con la que la UE ya ha firmado un contrato de precompra de cien millones de viales.

La primera de las dudas a despejar sobre estas nuevas cepas es si, realmente, pueden resultar más contagiosas y si esto tiene que ver con las mutaciones en esta proteína, también conocida como espícula o «spike». «Sí que se ha visto que estas cepas se transmiten más rápido, pero no está muy claro a qué se debe. Puede ser porque interactúe mejor con el receptor, porque se replique mejor y una persona infectada tenga una mayor carga viral, o que las personas permanezcan asintomáticas más tiempo... Todo son hipótesis y tardaremos en saberlo».

Si se analiza al detalle la cepa británica, se observa que la mitad de las 16 mutaciones que acumula la variante afectan a la proteína S. «Hablamos de una proteína de un tamaño enorme y las mutaciones que son verdaderamente importantes en esta molécula solo son aquellas que afectan a las zonas contra las que van dirigidas los anticuerpos. Por fortuna, los anticuerpos van dirigidos hacia múltiples zonas de esta proteína, llamadas epítopos», subraya Sarobe.

Según explica, las vacunas que se están administrando generan una repuesta contra toda la proteína S, por lo que no basta una mutación para despistar al sistema inmune. Después de recibir la vacuna, el sistema inmune no fabricará un único modelo de anticuerpos, sino varios distintos, cada uno de ellos destinado a engancharse a un epítopo diferente. Técnicamente, se dice que las vacunas generan una respuesta poliepitópica.

La mutación y501, la que preocupa

«Imagínate una llave y una cerradura. El hueco de la cerradura es el epítopo de la proteína y el anticuerpo, la llave. Al ser una proteína tan grande, tiene muchas cerraduras y las vacunas generan muchas llaves diferentes», explica el científico. Por esto mismo, el riesgo de que las vacunas no vayan a funcionar contra este la cepa británica no parece demasiado grande hoy día, por más que alguno de los epítopos haya mutado y algún anticuerpo pueda dejar de ser efectivo, ya que el sistema inmune humano seguirá reconociendo otras partes.

Estas proteínas S en forma de espinas que recubren la membrana del coronavirus son, además, las que engañan a los receptores celulares humanos para generar la infección. Y aquí ocurre lo mismo que con los anticuerpos. Estos receptores (AC2) no se fijan en toda la proteína, sino que solo interactúan con una única zona determinada, denominada RBD. Y aquí llega lo preocupante.

«En la zona RBD se ha descrito una mutación en el aminoácido 501», indica el experto. En opinión de Sarobe, de todas las mutaciones que acumula la cepa inglesa, únicamente esta sería relevante a la hora de afectar a la vacuna pues varía el epítopo de un anticuerpo concreto con efecto neutralizante. El resto de mutaciones no se sitúan en zonas importantes de la proteína y, en el peor de los casos, podrían engañar a algunos test de anticuerpos, no a la vacuna.

La mutación en el aminoácido 501 significa, además, que la zona RBD de la proteína ha cambiado. Por consiguiente, resulta plausible que la interacción con las células humanas haya mejorado (mejorado para el virus, se entiende). Una de las razones por las que se cree esto es que la denominada cepa sudafricana –que también da muestras de ser más transmisible, pero que está menos estudiada– comparte la misma mutación en la zona RBD (Y501), a la que ha llegado por un camino diferente, pues ambas cepas no están emparentadas.

En la cepa sudafricana, además, es frecuente otra mutación en la zona RBD (K484), pero Sarobe remarca que no es una mutación tan común como Y501.

Por otro lado, el inmunólogo subraya que para las vacunas de ARN mensajero no sería para nada complicado readaptar su preparado para que, en lugar de reproducir la forma de la proteína S original, la vacuna indujera espículas iguales a las que presenta la cepa británica en el caso de que la mutación Y501 se convirtiera en hegemónica a nivel mundial, tal y como está sucediendo dentro de las fronteras de Reino Unido. El directivo de Pfizer, en concreto, anunció que podrían tener el nuevo modelo listo en seis semanas.

Pese a tranquilidad que ofrece que, en el peor de los casos, sea tan fácil adaptar las vacuna a una espícula mutada, el profesor insiste en que hay que vigilar la evolución de estas variantes, no con miedo, pero sí con respeto.