Sergi Reboredo

Buscando la fortuna en la diosa Erzulie

A 150 kilómetros de la capital de Haití brota una singular cascada de agua donde dicen se apareció Erzulie, la diosa del amor y la belleza que luego se camufló en la Virgen de los Milagros. La ofrenda se convierte en un ritual en busca de fortuna en el país más pobre de América.

Miles de peregrinos acuden a la cascada esperando un milagro.
Miles de peregrinos acuden a la cascada esperando un milagro.

Todos los años, hacia el mes de julio, miles de peregrinos se desplazan al lugar donde, según dicen, apareció la diosa Erzulie. Caminan durante horas hasta la cascada y se dejan bañar por sus aguas. Los cuerpos, los cánticos y la música rará, la más común en las celebraciones vudúes, se mezclan con perfumes de hierbas y pociones preparadas para pedir favores a los espíritus. Los creyentes pasan horas bajo el sonido y el frescor del agua, rezando y abrazándose. Muchos lanzan al cielo su ropa vieja, símbolo de un pasado que quieren dejar atrás. Y algunos consultarán a los hougan (sacerdotes) o a las mambó (sacerdotisas), poseídos por los loas (divinidades del vudú).

Todos los fieles, incluidos niños y embarazadas, se apiñan bajo el agua para recibir el baño de la suerte y en él se invoca la figura de Ewa Ezili, uno de los principales personajes del panteón vudú. Bajo la tromba de agua es imposible oír una palabra; los devotos bailan, hacen abluciones con sus botellas y sus cuencos de calabaza y se entregan a la comunión con sus santos, los loas. Estos tienen nombres barrocos y coloniales como Barón Samedi, Maman Brigitte, Papa Legba, Damballa y Papa Ogou.

Cuenta la leyenda popular que en 1847 Erzulie Dantor, la diosa vudú de la belleza y el amor, se apareció sobre un árbol, en esta cascada, y empezó a curar enfermos y a obrar milagros. Los sacerdotes católicos lo vieron como una blasfemia y ordenaron talar el tronco, erigiendo a pocos metros una iglesia en honor a la Virgen. Por obra y arte del sincretismo haitiano, Erzulie se camufló en la católica Virgen de los Milagros. Desde entonces, muchos de los habitantes del país más pobre de América consideran las aguas de Saut d’Eau benéficas y curativas de todos los males.

Un rito omnipresente

Desde primeras horas, los fieles haitianos comienzan a acudir a los campos santos cargados de café, klerec (bebida autóctona de fuerte graduación alcohólica) y todo tipo de alimentos para ofrecer a los espíritus. El vudú, aunque no de una forma siempre visible, está presente en todos los ámbitos de la vida del país y hasta los colores azul y rojo de la bandera nacional representan a Ogou, espíritu de la guerra, el fuego y el cosmos. Previamente el rito exige que estas mujeres consagradas a la religión vudú purifiquen sus cuerpos y limpien sus órganos sexuales con el líquido que extraen de una botella repleta de hierbas antes de recibir al espíritu.

Violentos movimientos, bailes y una continua ingesta de alcohol caracterizan los momentos en los que las sacerdotisas del vudú prestan sus cuerpos a los espíritus de los muertos. La multitud, que en todo momento permanece alrededor de los sacerdotes, anima con cantos y gritos a estos en sus contactos con el otro mundo. Otra de las características esenciales de esta religión de origen africano es su profunda fluidez, en parte porque no tiene liturgia ni teología escrita y en parte por las diversas influencias que ha tenido de otras religiones.

Trepar hacia la cascada, de una altura de 30 metros, no es fácil, pero vale la pena intentarlo. Algunas mujeres emprenden el camino para que Erzulie les dé la gracia de concebir el hijo que anhelan, otros esperan conseguir sanar a un familiar enfermo, también los hay que sueñan con la green card que les permita emprender una nueva vida en los EE.UU. Cualquier excusa es buena para asistir a la primera de las tres grandes celebraciones católicas-vudúes que atraen a gente procedente de todas las de Haití y que reúne a personas de todas las clases sociales. Llegan después de muchas horas de camino a pie, en burros o en tap tap –autobuses coloradísimos y típicos– en busca de buena suerte y beneficios.

En el país más pobre de América, el precio de este viaje puede significar días o meses de trabajo, algunos incluso gastan la mayoría de sus ahorros para llegar aquí aunque sea una única vez en toda su vida, sacrificio que será recompensado por las bendiciones que llegarán a los peregrinos al bañarse en las aguas místicas de la cascada de Saut d’Eau (salto de agua, en francés), en este pequeño pueblo llamado Ville Bonheur, ubicado en el departamento del Centro.

Simbiosis de religiones

En esta fiesta de tradición vudú se honra a las diosas Iwa con ceremonias cristianas, como la veneración a la Virgen de los Milagros (conocida aquí como la Virgen del Carmen), en una simbiosis que mezcla el cristianismo con las raíces africanas que trajeron los esclavos años atrás. En la lengua oficial créole, el término oficial de vodou se refiere únicamente a la religión de Haití. La palabra proviene de la voz fon vudu (espiritu divino), que se usa todavía en Benin, cuna africana del vudú. Como antiguo reino de Dahomey, Benin proporcionaba los esclavos necesarios que se necesitaban en aquel momento en Haití, los cuales siguieron rindiendo culto a su religión ancestral. Los practicantes suelen huir del término anglicanizado voodoo –de donde proviene el término español vudú– por sus connotaciones morbosas, que para ellos están fuera de la realidad.

Cerca de la cascada, hombres y mujeres venden velas, cordones azules y blancos que representan a los loas e imágenes de la Virgen de los Milagros. Los tambores tocan ritmos sincopados, y algunas personas entran en trance, hablando en voz alta y moviéndose frenéticamente.

Cuando cae el sol, el ambiente se relaja y se llena de espiritualidad. Algunas mujeres arrojan en un árbol perfume hecho con las hojas de trois parole (tres palabras) para la buena suerte, mientras rezan con las manos juntas y dan vueltas alrededor del tronco.

Durante los días del peregrinaje el pueblo se llena de visitantes invadiendo todos los recursos disponibles. Durante el resto del año nadie se acerca a este rincón de Plaine du Cul de Sac, pero durante esos días la gente acampa a sus anchas o, mejor dicho, como puede. Algunos vienen provistos de tiendas de campaña y otros, con más suerte, duermen en casas de amigos.