Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

El presunto chivatazo de un policía a un sospechoso de violación: segunda ronda

El Tribunal Superior de Justicia de Navarra revisa la apelación presentada por dos víctimas contra un agente de policía al que acusan de haber avisado de la detención a uno de los presuntos violadores, que era su cuñado. El agente fue absuelto en primera instancia. 

Comisaría de Policía de Iruñea, donde trabajaba el acusado. (Iñigo URIZ/FOKU)
Comisaría de Policía de Iruñea, donde trabajaba el acusado. (Iñigo URIZ/FOKU)

La niña está pintando algo en la comisaría de Iruñea, en Chinchilla. Es un día importante para su padre. Le están entrevistando para entrar en la UFAM, la unidad de la Policía española que lucha contra la violencia de género. Andaban faltos de personal. Siempre falta personal para afrontar la violencia contra la mujer. Hubo suerte, entre pintura y pintura su padre pasó la entrevista con la inspectora jefa de la unidad e ingresó en la UFAM el 22 de noviembre de 2016. Pero aquello no duró mucho.

Tres semanas después, el día 8 de diciembre de 2016 a las 11.00, una joven se despierta desnuda en un piso que no conoce. Escucha «los gritos y lamentos de su amiga, que debía encontrarse en la habitación contigua». Se asoma a la ventana y ve el barrio de Mendillorri, por lo que deduce que se encuentra en Erripagaina. Le duelen mucho las partes íntimas, se siente abusada, pero no recuerda el final de la noche. Las dos chicas están en la casa con dos treintañeros a los que habían conocido en el bar Otano, en San Nicolás. Uno de ellos, moreno, tiene un tatuaje singular en el antebrazo, que le cubre toda la extremidad. A su amiga también le duelen las partes íntimas. Y las costillas. Y la cara. Como si le hubieran dado algún puñetazo. Pero tampoco recuerda el final de la noche. Poco después, las dos chicas bajan abandonando el piso después de que uno de los jóvenes llamara a un taxi.

Ambas no recuerdan nada desde las dos de la madrugada del mismo día 8, pero primero una y luego la otra, denuncian. El juicio por la violación (entendida por violación lo que viene en el diccionario y no lo que dicen los discutibles artículos del Código Penal) todavía está por celebrarse.

Policialmente, el caso arranca cuando una de ellas acude al Servicio Riojano de Salud, pues está estudiando en Logroño, para una inspección médica por los dolores que sentía. Allí presenta una denuncia que llega a la comisaría de la UFAM de Iruñea el día 19 de diciembre.

Una extraña detención

La identificación del hombre tatuado se produce el día 22 y su detención el día 27. Pero no fue del todo normal, o esa sensación caló entre los policías que entraron en aquel piso. Los agentes que estuvieron presentes relataron en el juicio la extrañeza del comportamiento del detenido. Son agentes de la UFAM, tienen experiencia en este tipo de intervenciones, y no recuerdan que nadie reaccionara así. Relatan a la juez su convicción de que esa persona sabía que le iban a detener. A todos les sorprende lo limpia que estaba la vivienda.

Volvamos al momento de la detención, al interior de aquel piso. La inspectora jefa se dirige a ese hombre tranquilo. Le pide su móvil para ver si tiene alguna grabación. Y él accede. De la presunta agresión no encuentra ni rastro, pero la inspectora descubre otra cosa quizás peor. «Colapsé», le contó a la juez. En la galería de fotos aparece la niña que pintaba en la comisaría mientras esa misma inspectora entrevistaba al padre. «¿Quién es esa niña?». «Mi sobrina», responde el hombre tatuado. Aquel sospechoso confiesa que el nuevo agente de la UFAM era su cuñado. El agente, por su parte, se había callado el parentesco todo el tiempo. A la juez le contó que era un novato y que el caso no era suyo. Sin la niña que pinta, quizá nunca se hubiera descubierto la conexión.

A partir de ese momento, la investigación se bifurca. Hay que establecer si lo que ocurrió esa noche en el piso de Erripagaina fue o no una agresión, pero también despejar la sombra de que pudiera haber habido un chivatazo por parte del novato en la UFAM.

Como el juicio por la violación aún no ha tenido lugar, no ha llegado el momento de profundizar en los pormenores de la agresión. Sin embargo, el estudio de los móviles arrojará varios descubrimientos relevantes.

El primero, un grupo de WhatsApp donde los presuntos violadores se jactan de sus hazañas en el que interviene un tercer amigo, que es policía foral, que también estuvo en el bar Otano en el que las dos chicas pierden la conciencia de lo que sucedía a su alrededor. Ellos no se autodenominan como una manada, pero el tono de los mensajes hace difícil evitar el paralelismo. En los días posteriores se cruzarán varios mensajes sobre eso que ocurrió en el piso y que las denunciantes no recuerdan. La acusación sostiene que les anularon la voluntad con alguna sustancia. «Les hemos cagado encima, no te digo más» y «Ah, XXX, que te quieres poner en forma para pegarle a esa tía si la vuelves a ver. La última vez te quedaste con las ganas y le diste por el culo y ahora quieres reventarla a puñetazos, ¿no? Te quieres poner en forma para matarla».

Otro elemento de interés es saber que el hombre tatuado conocía el nombre y dos apellidos de la joven que le denunció, pues trató de localizarla a través de Facebook.

Y la tercera clave del análisis de aquel móvil es que, justo el día de antes de ser detenido, el presunto agresor borró elementos de su dispositivo. El hallazgo vuelve a sugerir un posible chivatazo del agente que, en todo momento, ocultó el parentesco con el sujeto al que su unidad estaba persiguiendo.

Las búsquedas en Sidepol

Pese a aducir que nunca supo que su unidad perseguía a su cuñado por una agresión sexual, el agente realizó varias búsquedas en el sistema informático de la Policía –Sidepol– de forma recurrente los días posteriores a tener lugar los hechos en aquel piso. Y parecía buscar, además, algo muy concreto. De este modo, metió en el Sidepol el nombre y los apellidos de su cuñado, luego realizó también búsquedas por fechas para mirar cuántas denuncias se habían interpuesto en las fechas en las que las jóvenes podrían haber acudido a la Policía y buscó por numeración de expedientes (dado que conocía los códigos internos que usa el Cuerpo). Fueron decenas de búsquedas. Los apellidos de su cuñado los introdujo en dos ocasiones. El día 13, seis días antes de la denuncia y el día 22, el día de la identificación de su cuñado (algo que se logró a través de la llamada al taxi que recogió a las jóvenes en una acera de Erripagaina).

Al día siguiente al que se identificara formalmente a su cuñado, el citado agente no acudió a trabajar alegando gastroenteritis.

Y esta, en resumen, es la secuencia de los hechos relativos al posible chivatazo de un agente de la UFAM, unidad a la que no ha vuelto, a su cuñado perseguido por agresión sexual. Una acusación de un delito de violación de secretos y otro de omisión del deber de perseguir delitos. De ambos cargos fue absuelto en primera instancia, pues los jueces no ven probado que avisara al cuñado de que le iban a detener. «In dubio, pro reo».

Una lectura fácil de la absolución sería ver cierta complicidad del resto de policías de la UFAM, por aquello del corporativismo. No es el caso. El resto de agentes manifestaron en el juicio su convencimiento del chivatazo incidiendo en la limpieza del piso y en lo extraño del comportamiento del cuñado y del otro implicado durante la detención de los dos sospechosos. Los policías declararon que parecía que les estaban esperando.

La acusación ejercida por el abogado de las dos jóvenes ha recurrido en apelación. Dicho escrito de apelación ha sido la fuente principal del relato que acaban de leer. Ahora, es cuestión de días, le toca decidir al Tribunal Superior de Justicia de Nafarroa.