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Un informe encargado por Ruanda señala la responsabilidad de París en el genocidio tutsi

Un informe encargado por Ruanda ha señalado la responsabilidad del Estado francés en el genocidio contra los tutsis de 1994, al subrayar que apoyó a los autores de las masacres y no hizo nada para detenerlas.

Calaveras de víctimas del genocido en el Memorial del Genocidio de Kigali. (Simon WOHLFAHRT/AFP)
Calaveras de víctimas del genocido en el Memorial del Genocidio de Kigali. (Simon WOHLFAHRT/AFP)

Un informe encargado por el Gobierno de Ruanda y elaborado por un bufete estadounidense, Levy Firestone Muse, señala al Estado francés por no hacer nada para detener el genocidio perpetrado en el país africano en 1994 y atribuye a París «una responsabilidad significativa» en el mismo.

En concreto, señala que el Estado francés mantuvo su «apoyo incondicional» a sus aliados pese a saber que se estaban preparando masacres.

Em el documento de 600 páginas incluso considera a París «colaborador» del régimen extremista hutu que orquestó la muerte de unas 800.000 personas, la mayoría tutsis.

Para la elaboración del informe se han manejado millones de documentos y testimonios de más de 250 testigos presenciales. Sin embargo, no ha hallado pruebas de que funcionarios o personal francés participara directamente en las matanzas.

París armó, asesoró y entrenó a los genocidas

El informe Explica que en los años anteriores al genocidio, «funcionarios franceses armaron, asesoraron, entrenaron, equiparon y protegieron al Gobierno ruandés e ignoraron la deshumanización del régimen de (el presidente ruandés Juvenal) Habyarimana que buscaba la destrucción y asesinato de tutsis en Ruanda».

Además, las autoridades francesas defendían «los intereses de Francia, en particular el refuerzo y la expansión de su poder e influencia en Africa» hasta el punto que en abril y mayo de 1994, en el punto álgido del genocidio, las autoridades francesas no hicieron nada para detener las masacres.

«El encubrimiento continúa incluso en el presente», asegura el informe encargado por el Gobierno ruandés, ya que sostiene que las autoridades francesas se han negado a colaborar con la investigación y a entregar documentos clave relacionados con la misma.

Informe francés

El mes pasado un informe de historiadores encargado por el presidente francés, Emmanuel Macron, reconoce cierta «ceguera» e «indiferencia» francesa ante lo que pasaba en Ruanda. La investigación señala que si bien existe una «responsabilidad abrumadora e intelectual de París, no admite la complicidad, como sí señala el informe publicado este lunes, que frente a esa «ceguera», subraya que las autoridades francesas sí pudieron prever las matanzas pero decidieron no actuar.

Tras la publicación de ambos informes, el ministro de Asuntos Exteriores ruandés, Vincent Biruta, ha asegurado que su país está dispuesto a iniciar «una nueva relación con Francia».

«Puede que lo más importante de este proceso es que las dos comisiones han analizado los hechos históricos, los archivos disponibles y han llegado a una conclusión común sobre el pasado. Desde ahí podemos construir una relación fuerte», ha indicado.

También el Ministerio de Asuntos Exteriores francés se ha referido al informe: «Francia acoge con satisfacción un nuevo paso que conduce gradualmente hacia un entendimiento histórico compartido y se suma a la voluntad expresada por las autoridades ruandesas de construir un nuevo capítulo en las relaciones entre Francia y Ruanda».

800.000 muertos en tres meses

Alrededor de 800.000 ruandeses, la inmensa mayoría de ellos tutsis y hutus moderados, murieron a manos de extremistas hutu durante cerca de tres meses en 1994. A día de hoy todavía se están descubriendo fosas comunes, especialmente desde que los condenados que han cumplido sus penas han aportado información sobre el lugar en el que enterraron o abandonaron a sus víctimas.

Las raíces del conflicto entre hutus y tutsis se remontan varias generaciones pero el genocidio se desató tras la muerte del presidente Juvenal Habyarimana, víctima del derribo de su avión presidencial –en el que también viajaba el presidente de Burundi, Cyprien Ntaryamira–con un misil el 6 de abril de 1994.

Tras la muerte del mandatario, la milicia Interahamwe lanzó una campaña de ejecuciones que se prolongó durante 100 días, en muchas ocasiones despedazando a sus víctimas en sus casas, en iglesias, estadios de fútbol o en barricadas.