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Iruñea

70 años de la primera huelga general en Iruñea durante el franquismo

Que la subida del precio de los alimentos básicos dé lugar a una amplia movilización social de protesta es casi una norma histórica. Pero cuando se trata de recordar las condiciones en las que se vivía en la Iruñea de 1951, en plena dictadura franquista, el relato tiene especial interés.

La chispa que encendió la mecha de la huelga se produjo en el Mercado Nuevo, el del Segundo Ensanche.
La chispa que encendió la mecha de la huelga se produjo en el Mercado Nuevo, el del Segundo Ensanche.

El 7 de mayo de 1951 fue un día muy especial en la capital navarra, ya que, de forma imprevista, se inició la primera huelga general que vivió la ciudad durante la dictadura franquista.

Como recuerda en este 70º aniversario el historiador Imanol Satrustegi a través de un ‘hilo’ en su cuenta de Twitter (@ImanolS3), el malestar social había crecido ante la subida de los precios de productos básicos.

Esto se sumaba a las pésimas condiciones en las que se desarrollaba la vida en la posguerra, con las evidentes carencias provocadas por la Guerra del 36 en el sur de Euskal Herria, que se prolongaron durante el denominado ‘periodo de autarquía’, que se extendió hasta finales de los años 50, con el Estado español aislado políticamente tras la derrota fascista en la Segunda Guerra Mundial.

En resumen, como señala Satrustegi, la depresión económica se caracterizaba por los problemas de suministro de alimentos y productos básicos.

El interior del mercado, sin gente y sin productos a la venta. (@ImanolS3)

Como consecuencia del racionamiento (cada familia tenía asignado un cupo de productos para un periodo determinado), en el mercado regulado había poca mercancía y eso favorecía que subieran los precios. Además, la gente tenía que recurrir con frecuencia al mercado negro para satisfacer las necesidades básicas.

El detonante: el precio de la docena de huevos

Siguiendo el mismo relato, las mujeres encendieron la chispa que puso en marcha la huelga: se rumoreba que el 7 de mayo los huevos iban a venderse a 15 pesetas la docena –otras fuentes dicen que era a 12 pesetas–, pero cuando las amas de casa fueron a hacer la compra vieron que estaban a 17 pesetas.

Entonces, mostraron su indignación en el Mercado Nuevo, en el Segundo Ensanche, boicoteando la venta de huevos y formando una manifestación espontánea que llegó hasta el Gobierno Civil para pedir al gobernador que estableciera precios más bajos.

Gobierno Civil de Iruñea, hasta cuya puerta llegaron las protestas. (@ImanolS3)

Los llamamientos a la solidaridad se propagaron rápidamente por la ciudad y comenzó a fraguarse la idea de ir a la huelga.

El 8 de mayo, desde primera hora de la mañana se notó el paro en las mayores empresas de la ciudad y los piquetes protagonizaron manifestaciones y protestas hasta que cerró la mayoría de los comercios y talleres.

Del «Alzamiento» del 36 a la insospechada revuelta

La huelga sorprendió a las autoridades franquistas, que en principio no pudieron controlarla, pero que pronto recibieron ayuda con la llegada de policías de fuera de Nafarroa para responder con una fuerte represión.

Llegaron a utilizar las armas de fuego, dejando decenas de heridos de bala en las calles. Los detenidos, más de 300, fueron concentrados en la Plaza de Toros.

No obstante, la preocupación de las autoridades franquistas era notable, puesto que no podían entender cómo podía darse un movimiento de este tipo en una ciudad que, en 1936, se había alineado con el ‘Alzamiento’ contra el Gobierno de la II República.

Además del malestar generalizado por la carestía de la vida, entre quienes impulsaron la huelga se identificaron a sectores carlistas desencantados con el franquismo, sindicalistas de organizaciones cristianas autorizadas por la dictadura, dirigentes abertzales e izquierdistas, y sus familiares, represaliados durante y tras la Guerra.

La huelga se extendió tres días; la represión, durante meses

Recuerda Satrustegi que dos de las empresas más importantes de la época eran Imenasa –metalúrgica ubicada en la zona del actual parque Yamaguchi– y López Hermanos – dedicada al calzado, con talleres en la calle Arrieta y en Arrotxapea–, cuyos trabajadores estuvieron a la cabeza de la huelga.

Interior de la fábrica de calzado López Hermanos, vacía por la huelga. (@ImanolS3)

El paro se prolongó durante tres días (8, 9 y 10 de mayo) y se extendió también a Burlata y Atarrabia. El 11 de mayo se dio por finalizado.

El azote de la represión se prolongó durante semanas, e incluso meses, mientras seguía el goteo de detenciones.

Para que hubiera un castigo público, el régimen fascista montó un proceso judicial contra 24 personas. Siete años después, en noviembre de 1958, 14 de ellos fueron condenados a entre 6 meses y 1 mes de prisión. Sin embargo, no fueron encarcelados porque se les concedió el indulto.

El citado historiador señala que, repasando el Fondo Documental de la Memoria Histórica de Navarra, se pueden encontrar los nombres de algunos de ellos, como el trabajador de Imenasa Miguel Ángel Vital o el abogado abertzale Carlos Claveria.

El ensayo de Díaz Monreal

Y una fuente más directa para este episodio del que ahora se conmemora su 70º aniversario es la obra ‘La huelga de 1951 y otros conflictos en Navarra durante los años cincuenta’ de José Luis Díaz Monreal, editado por Pamiela.

Portada del libro ‘La huelga de 1951 y otros conflictos en Navarra durante los años cincuenta’, de José Luis Díaz Monreal.

En este ensayo también se hace referencia a las huelgas que ese mismo año tuvieron lugar en Bizkaia y Gipuzkoa, así como en Barcelona.

Este tipo de protestas registradas en la década de 1950 eran de caracter aislado y, generalmente, estuvieron relacionadas con el aumento del precio de las mercancías básicas y la mejora de las condiciones de vida. De ahí que se conocieran como «huelgas del hambre».

Otra huelga de relevancia se produciría en Iruñea en abril de 1955, esta vez en solidaridad con los trabajadores de Calzados López, y duró una semana.

El desarrollismo económico que caracterizó a los años 60 produciría grandes cambios en las estructuras socioeconómicas de la sociedad navarra, como resalta Satrustegi, por lo que a partir de finales de la década de 1960 se abriría un nuevo ciclo de movilizaciones.