Jon Ormazabal

Luis Scola cuelga las zapatillas para ponerse los zapatos y seguir bailando en los despachos

El ala-pívot argentino, posiblemente el jugador más talentoso que ha pasado por el Baskonia, deja la práctica del baloncesto para convertirse en el nuevo consejero delegado del Varese, su último club.

Luis Scola con la camiseta del Baskonia ante Felipe Reyes, uno de sus rivales más duros. (Raúl BOGAJO/FOKU)
Luis Scola con la camiseta del Baskonia ante Felipe Reyes, uno de sus rivales más duros. (Raúl BOGAJO/FOKU)

Luis Scola seguirá bailando en torno a un parqué de baloncesto, pero lejos de volver a calzarse las zapatillas para marcarse unos pasos y volver a hacer gala de su descomunal talento, lo hará vestido los zapatos que exige su nuevo puesto de consejero delegado del Varese, su último club como jugador. «Con orgullo, Pallacanestro Varese anuncia un nuevo integrante en la cúpula directiva. Se trata de Luis Scola, que será el consejero delegado del club», se lee en el comunicado publicado por el equipo italiano en su página web.

«Su incorporación refuerza la directiva del equipo y tiene el objetivo de potenciar las estrategias operativas para el futuro», agrega. Aunque su nuevo rol pueda haber pillado a más de uno por sorpresa, la retirada de uno de los iconos del Baskonia y de la selección de Argentina no pilla a nadie por sorpresa después de su emotiva despedida a la albiceleste en los Juegos de Tokyo, en el último ejercicio como líder de la mejor generación del baloncesto sudamericano. Quizá Ginobilli, por su mayor impacto en la NBA se llevó más focos, pero el compromiso y la dedicación de Luifa, incluso en las horas más bajas del cuadro argentino lo han convertido en un auténtico mito del baloncesto de aquel país, con el oro de Atenas 2004 como mayor éxito.

Tras su despedida ante Australia el 3 de agosto, Scola queda como el tercer jugador con más minutos en unos Juegos, el cuarto máximo anotador y sexto tanto en partidos disputados como rebotes atrapados.

Icono baskonista

Y qué decir del vacío dejado en un pabellón de Zurbano en el que creció como baloncestista hasta convertirse en uno de los jugadores más queridos por la afición baskonista, que se quedó con las ganas de un ansiado regreso con el que tantas veces se especuló pero que nunca se produjo. Es más, por culpa de la pandemia, ni siquiera pudo volver en 2020 con la camiseta del Armani, en su última participación en la Euroliga.

Sin entrar en el estéril debate sobre si Scola es el deportista más importante de la  historia de la entidad azulgrana, lo cierto es que nadie si quiera se ha acercado a su juego de pies y su talento. Alfredo Salazar lo reclutó en el 98 y en una época en la que el baloncesto se rendía en otros parámetros, sin tanta dependencia del físico o el tiro exterior, el bonaerense, tras dos años de cesión en Gijón, se convirtió en un anotador compulsivo e imparable gracias a sus fundamentos, sin olvidar su competitividad y exigencia personal. 1 Liga ACB, 3 Copas y 3 Supercopas fueron su bagaje como azulgrana, sin pasar por alto sus tres clasificaciones para la Final Four de la Euroliga 2005 (Moscú), 2006 (Praga) y 2007 (Atenas), éxitos que solo se han sabido valorar con el paso del tiempo.

También calaron, y hondo, entre los aficionados azulgranas, sus refriegas y tensiones con Felipe Reyes, uno de los grandes e históricos «enemigos» de la afición baskonista, que también ha colgado sus botas este mismo verano. 

Al término de la campaña 2006-2007 empezó su experiencia en la NBA estadounidense, en la que jugó con Houston, Phoenix, Indiana, Toronto y Brooklyn, disputando 780 partidos con 12 puntos de promedio por encuentro.

A continuación disputó la liga china, con el Shanxi Zhongyu (2017-18) y el Shanghai Sharks (2018-19), antes de su regreso a Europa con Milán y Varese. Ahora con 41 años, comienza una nueva vida, que seguirá girando en torno al baloncesto.