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Huellas en Nuevo México prueban la actividad humana en América hace más de 23.000 años

Huellas halladas en Nuevo México han probado la actividad humana en América hace 23.000 años, varios milenios antes de lo que se pensaba, junto a las de animales extintos.

Parque Nacional de White Sands, donde se han encontrado las huellas. (Murray Foubister)
Parque Nacional de White Sands, donde se han encontrado las huellas. (Murray Foubister)

Hace 23.000 años unos adolescentes, junto a unos niños y algún adulto caminaban por el barro de las orillas de un lago poco profundo, probablemente jugaban, en una zona por la que también pasaban mamuts, lobos y perozosos gigantes. En aquel lodo dejaron sus huellas, en una región de lo que actualmente es Nuevo México.

Aquellas huellas han proporcionado ahora la evidencia inequívoca de la más temprana de la actividad humana en el continenete americano, hace más de 23.000 años, milenios antes de lo pensado.

El que fuera un lago ahora es un inmenso desierto de arenas y dunas de yeso que forma parte de Alkali Flat, en el parque nacional Arenas Blancas.

Las huellas más antiguas

Investigadores del Servicio Geológico de EEUU han datado estas pistas utilizando la datación por radiocarbono de las capas de semillas por encima y por debajo de los horizontes de la huella. Las fechas varían en edad y confirman la presencia humana durante al menos dos milenios, con las huellas más antiguas que datan de hace unos 23.000 años, lo que corresponde a la altura del último ciclo glacial, lo que las convierte en las huellas humanas más antiguas conocidas en las Américas.

La investigación, publicada en “Science”, fue realizada por científicos de Cornell, la Universidad de Bournemouth, el Servicio de Parques Nacionales, el Servicio Geológico de EEUU y la Universidad de Arizona. Las pistas en White Sands fueron descubiertas por primera vez por David Bustos, gerente de recursos del parque.

Para investigar el sitio, el equipo fue pionero en técnicas geofísicas no invasivas dirigidas por Thomas Urban, científico investigador de la Facultad de Artes y Ciencias y del Laboratorio Cornell Tree Ring.


Interacción de humanos y animales

«La detección y la obtención de imágenes con tecnología no destructiva ha ampliado enormemente nuestra capacidad para estudiar estas huellas notables en su contexto más amplio», ha señalado Urban. «Ahora tenemos una ventana única a la vida durante el Pleistoceno en América del Norte, y este nuevo estudio proporciona la primera evidencia inequívoca de una presencia humana sostenida en las Américas miles de años antes de lo que la mayoría de los arqueólogos pensaban que era probable».

Las huellas cuentan una historia interesante de cómo era la vida en ese momento, explican los investigadores. A juzgar por su tamaño, las huellas las dejaron principalmente adolescentes y niños más pequeños, con algún que otro adulto. Huellas de animales (mamut, perezosos terrestres gigantes, lobos terribles y pájaros) también están presentes.

«Es un sitio importante porque todas las vías que hemos encontrado allí muestran una interacción de los humanos en el paisaje junto con los animales extintos», afirma la coautora Sally Reynolds de la Universidad de Bournemouth. «Podemos ver la coexistencia entre humanos y animales en el sitio como un todo, y al poder fechar con precisión estas huellas, estamos construyendo una imagen más amplia del paisaje».

La arqueología tradicional se basa en el descubrimiento de huesos y herramientas, pero a menudo puede ser difícil de interpretar. Las huellas humanas proporcionan evidencia inequívoca de presencia y también de comportamiento.

Cazar y sobrevivir, pero también jugar

Anteriormente se pensaba que los humanos ingresaron a América hace aproximadamente 16.000 años, después del derretimiento de las capas de hielo de América del Norte, lo que abrió las rutas de migración. Sin embargo, las huellas muestran una migración mucho más temprana de humanos al continente americano.

«Las huellas dejadas en White Sands dan una imagen de lo que estaba sucediendo, adolescentes interactuando con niños más pequeños y adultos», indica Matthew Bennett, de la Universidad de Bournemouth, quien ayudó a dirigir el estudio. «Podemos pensar en nuestros antepasados como bastante funcionales, cazando y sobreviviendo, pero lo que vemos aquí también es actividad de juego y de diferentes edades que se unen. Una verdadera visión de estos primeros pueblos».