Imanol  Intziarte
Redactor de actualidad, con experiencia en información deportiva y especializado en rugby

Vuelta al cole

Para comunicarnos hemos utilizado un chat interno al que sin excepción hemos terminado odiando y cuyo soniquete asociamos ya al tintineo de unos grilletes.

Entre la pandemia y otras cuestiones internas de esta santa casa en la que presto servicios desde el pleistoceno inferior, el caso es que he estado más de dos años practicando el teletrabajo. Precisamente hasta ayer, que me llamaron a capítulo y regresé, como el de los turrones de El Almendro en Navidad, a mi mesa con vistas en Igara.

Una circunstancia apropiada para pontificar sobre las bondades y los inconvenientes de completar la jornada laboral en tu propio domicilio. Desde un punto de vista totalmente particular y subjetivo, por supuesto, que influyen multitud de casuísticas como la distancia a la empresa, la situación familiar o el tipo de tarea.

Como punto a favor está el ahorro de tiempo. Eso de poder despertarse cinco minutos antes, encender el ordenador y ponerse manos a la obra es un invento genial. Y eso que yo vivo cerca, 15-20 minutos en bicicleta, nada que ver con otras compañeras y compañeros que residen bastante más lejos.

Claro que no es solo el tiempo de desplazamiento, también el que se invierte en prepararse. Han sido dos años de chándal, camisetas y zapatillas de casa. Tampoco es que aquí tengamos que vestir de Gucci pero...

Lo peor ha sido la falta de interacción en vivo, teniendo en cuenta que el de periodista es un trabajo muy «sociable», de compartir y discutir criterios, puntos de vista, el verbo más apropiado para un titular... y también de comentar el partido de la pasada noche y vacilar un rato a los hinchas del Athletic, las últimas declaraciones del gobernante de turno o ver juntos los últimos kilómetros de la etapa del Giro. Para comunicarnos hemos utilizado un chat interno al que sin excepción hemos terminado odiando y cuyo soniquete asociamos ya al tintineo de unos grilletes.

El que también agradecerá el final del teletrabajo como formato diario será nuestro frigorífico, sometido a saqueos continuos. O más bien nuestro cuerpo, que en la elección entre rodaja de chorizo o pieza de fruta sabemos quién gana siempre. Aunque el café de la máquina muy bueno tampoco tiene que ser, y ya me tomé dos.