Josep Solano

Myanmar, el sangriento conflicto que no interesa a (casi) nadie

Un año y medio después del golpe militar perpetrado por el Ejército liderado por el general Min Aung Hlaing, Myanmar ha pasado a formar parte de esa enorme lista de conflictos que ya no interesan a nadie y que solo aparecen de forma anecdótica en los medios.

Imagen de la reunión celebrada el pasado 3 de agosto entre los ministros de Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov (d) y de Myanmar, Wunna Maung Lwin, y sus respectivos equipos en Naipyidó.
Imagen de la reunión celebrada el pasado 3 de agosto entre los ministros de Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov (d) y de Myanmar, Wunna Maung Lwin, y sus respectivos equipos en Naipyidó. (AFP)

Aunque a finales de julio se anunciaron las primera ejecuciones de presos políticos desde 1976, según explicaban los medios locales, y más de un centenar de personas más habrían sido condenadas a muerte por el régimen castrense, los países occidentales, junto con las Naciones Unidas, condenaron –«enérgicamente», eso sí– estos hechos sin adoptar más acciones al respecto que las sanciones y boicots ya impuestos.

La Junta Militar ha prorrogado esta semana el estado de emergencia en el país otros seis meses, hasta febrero de 2023, después de que los miembros del Consejo de Seguridad y Defensa Jacional aprobasen «por unanimidad» la medida. El general Min Aung Hlaing, que prometió «elecciones generales democráticas multipartidistas libres y justas» para agosto de 2023, no mencionó ninguna fecha en el discurso televisado del pasado lunes, pero se refirió a una reforma del sistema electoral que sustituiría el «sistema de mayoría de votos» por un «sistema proporcional». Además, detalle importante, subrayó que antes de la celebración delos comicios Myanmar deberá ser «pacífica y estable», pero los críticos con el régimen militar ven con gran escepticismo que se puedan celebrar elecciones libres y limpias con la líder prooccidental Aung San Suu Kyi bajo arresto domiciliario y acusada de delitos que podrían mantenerla encerrada de por vida.

Los numerosos llamamientos de organizaciones de derechos humanos que exigen imperativamente a la comunidad internacional que «imponga a la Junta medidas que tengan consecuencias reales y la haga responsable de sus continuos crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad» caen, desgraciadamente, en saco roto. Los países occidentales están enfocados ahora en sus cruzadas contra Rusia y China, a causa de Ucrania y Taiwán, que es donde se juegan su futuro inmediato en los ámbitos energético y comercial.

Intereses de china y rusia

Rusia y China, no obstante, miran a Myanmar con sus propios intereses estratégicos en mente y con el objetivo de ganar más influencia en la región. Pekín, desde un primer momento del lado de los generales golpistas, anhela disponer de un acceso casi exclusivo a las codiciadas reservas de tierras raras del país, que se ha convertido en un productor emergente en los últimos años. Myanmar exportó más de 140.000 toneladas de depósitos de tierras raras, por un valor de más de 1.000 millones de dólares, entre mayo de 2017 y octubre de 2021, y el hecho que el país sea el exportador de minerales más importante a China ha sido un motivo de peso en Pekín para apoyar al régimen castrense birmano.

En el marco de su gira por Asia, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergey Lavrov, por su parte, visitó el jueves Naipyidó, donde se reunió con su homólogo birmano, Wunna Maung Lwin, para fortalecer las relaciones de amistad y de socios estratégicos, más intensas desde el golpe militar de febrero de 2021. «Tenemos una base muy sólida para desarrollar la cooperación en una amplia gama de ámbitos. Apreciamos la naturaleza tradicionalmente amistosa de nuestra asociación, que no está sujeta a ningún proceso coyuntural», destacó el jefe de la diplomacia rusa, asegurando que la situación interna del país era un asunto que no le concernía.

Moscú está consiguiendo, con éxito, abrir nuevos mercados en el continente asiático después de que una gran parte de los países occidentales le estén sometiendo a sanciones y boicots comerciales por su invasión de Ucrania. Desde hace unas pocas semanas, Rusia se ha convertido en el primer suministrador de petróleo de China –superando a Arabia Saudí– y en el segundo mayor exportador a India  –también por delante de los saudíes– gracias a su política de romper los precios del mercado. Pero su interés en Myanmar no pasa solo por vender petróleo, sino también por estrechar sus relaciones militares. Y en esa línea, según anunció Lavrov, este mes de agosto se celebrará en Rusia una reunión de la comisión ruso-birmana de cooperación militar.

Por desgracia, este complicado conflicto que no interesa a nadie –en Occidente, claro– ha agravado la profunda crisis económica provocada por la pandemia del coronavirus, pero también por la salida de empresas occidentales del país debido al boicot y a las sanciones europeas y estadounidenses. Y a pesar que existan indicios de cierta estabilización de la economía birmana en algunos sectores como el manufacturero, en el empleo y en las exportaciones, lo único cierto es que la ciudadanía  ha sido dejada a su suerte en un entorno complejo y con una situación social de difícil solución.