Dabid Lazkanoiturburu

¿Qué está ocurriendo en torno a la central nuclear de Zaporiyia?

Rusia y Ucrania se acusan mutuamente desde hace semanas de poner en riesgo con sus ataques y bombardeos la central nuclear de Zaporiyia que, con sus seis rectores, es la mayor de Europa y la tercera más grande del mundo.

El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió ayer para tratar sobre la crisis.
El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió ayer para tratar sobre la crisis. (Ed JONES | AFP)

El de Zaporoyia, junto con el de Jerson y el Donbass, es uno de los tres grandes frentes militares de la guerra rusa a Ucrania.

La central nuclear, que suministra el 40% de la electricidad a Ucrania, fue uno de los primeros objetivos del Kremlin desde el inicio de la invasión, el 24 de febrero.

Mientras Rusia lanzaba una ofensiva desde el norte y en dirección a Kiev, en la que tomó el control de la que fuera central nuclear de Chernobyl, las tropas rusas abrieron varios frentes en el este. Uno de ellos llegó hasta el complejo nuclear de Zaporoyia.

Tras varios días de ofensivas y contraofensivas, con el consiguiente riesgo nuclear, Rusia tomó definitivamente el control de las instalaciones ucranianas. No así el de la ciudad del mismo nombre, que sigue bajo control de Kiev.

Desde entonces, y siendo cierto que Moscú no ha cortado el suministro energético a Ucrania y que mantiene a personal ucraniano, Rusia tiene el control del principal nudo energético del país.

Con el repliegue ruso y el replanteamiento de su operación, centrada en el este, la estabilización del frente en el Donbass (Rusia sigue avanzando, pero a cuentagotas), los frentes de Jerson y Zaporiyia han cobrado nueva importancia, para unos y para otros.

Rusia quiere consolidar y, si es posible, avanzar en estas dos últimas provincias, mientras Ucrania, que ha visto reforzado su Ejército con artillería y sistemas de lanzamiento de misiles occidentales de mayor alcance, hostiga a las posiciones ocupantes mientras anuncia una gran ofensiva en torno a setiembre.

Lógica militar y escudos

En esta situación, la lógica de la guerra apunta a que el Ejército ucraniano estaría bombardeando las inmediaciones del complejo para presionar a la comunidad internacional y no el ruso, aunque no se descartan posibles impactos por error en el intercambio artillero.

Para completar aún más el panorama, todo apunta a que el Ejército ruso habría almacenado arsenales y material militar en las inmediaciones del complejo. Un «escudo nuclear» que resulta como mínimo paradójico cuando el Kremlin acusa persistentemente al Ejército ucraniano de utilizar a los civiles como escudos humanos.

La alarma por la posibilidad de un accidente nuclear que dejaría en minucias los de Chernobyl y de Fukushima ha llegado hasta el Gobierno chino.

La cuestión estuvo en la mesa del Consejo de Seguridad de la ONU de ayer jueves y la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA) alertó de una situación potencialmente explosiva.

EEUU, campeón universal en invasiones, recordó, otra paradoja, a Rusia que la solución «es sencilla, retírense de Ucrania».

Desmilitarización y lógica invasora

Ya en serio, tanto Washington como Kiev propusieron la creación de una zona desmilitarizada en torno a la central. Moscú replicó exigiendo la visita a la zona de una misión de la AIEA para verificar sus denuncias y la situación y acusó a la ONU de torpedearla.

Su secretario general, Antonio Guterres, rechazó las acusaciones y recordó que la central se halla en medio de un campo de batalla. «Se me ocurren a bote pronto dos o tres páginas de obstáculos», ironizó, haciendo suya la idea de crear una zona desmilitarizada.

Horas después, un senador ruso, Vladimir Dzhabarov, apuntaba hoy a que «desmilitarizar la zona es una idea sensata que creo que vamos a apoyar», aunque responsabilizaba de ello a la parte ucraniana e insistía en que «Rusia debe mantener el control de la estación».

Algo que casa con la lógica de una conquista militar y estratégica, pero que legitima un supuesto derecho a ocupar e invadir la central nuclear de otro país.

Un dosier complicado, que vuelve a desatar la alarma nuclear, esta vez civil y no militar, pero igualmente peligrosa, en torno a la crisis ucraniana y cuya solución, quizás, pasaría porque fuera una institución internacional la que se hiciera con el control de la planta. ¿La propia AIEA?