J.S.

El hidrógeno, ¿la solución definitiva?

La movilidad eléctrica es ya una realidad. Pero otra tecnología, la de la pila de combustible, está llamando a la puerta y podría incluso superar a las baterías eléctricas. Fabricantes, centros de investigación e instituciones han comenzado ya a hacer las primeras pruebas.

Vehículo de hidrógeno con el que Bizkaibus está realizando pruebas de circulación y repostaje en recorridos reales.
Vehículo de hidrógeno con el que Bizkaibus está realizando pruebas de circulación y repostaje en recorridos reales. (GARA)

A comienzos de este mes de setiembre teníamos conocimiento de que Bizkaibus ha incorporado un vehículo propulsado por hidrógeno para testar esta tecnología en situaciones reales, en concreto, en las tres comarcas con trazados más urbanos de Bizkaia.

Se trata de un autobús modelo H2.Cyty Gold del fabricante portugués Caetano Bus, cuyo accionista principal es Toyota Motor Europe, y que se impulsa mediante la energía eléctrica generada por una pila de combustible alimentada 100% con hidrógeno.

Es la segunda prueba de circulación real y repostaje que Bizkaibus realiza con un autobús propulsado por hidrógeno tras la efectuada el pasado mes de junio con el modelo Urbino 12 Hydrogen cedido por Solaris, marca polaca filial de CAF.

En palabras del diputado de Transportes y Movilidad Sostenible, Miguel Angel Gómez Viar, la tecnología del hidrógeno «está dando muy buenos resultados» en el proceso de descarbonización del transporte de personas por carretera, por lo que «es una buena opción para ver cómo se adapta a las características del servicio Bizkaibus y seguir avanzando en el proceso de incorporar autobuses cada vez más libres de emisiones al transporte público de viajeros por carretera de Bizkaia».

Pero, ¿cuál es la diferencia entre un autobús eléctrico y uno de hidrógeno? En principio, ambos se podrían definir como vehículos eléctricos, con la diferencia de que el de hidrógeno, en lugar de cargarse conectándolo a la red eléctrica, genera la electricidad a bordo gracias a una reacción química.

Así, mientras los vehículos eléctricos llevan baterías –Battery Electric Vehicle (BEV)–, los de hidrógeno usan pila de combustible –Fuel Cell Electric Vehicle (FCEV)– para gener electricidad mezclando hidrógeno con oxígeno. La energía que resulta se almacena en las baterías para alimentar el motor, mientras que el agua restante se descarga en forma de vapor por el tubo de escape.

De esta forma, el funcionamiento de los vehículos de hidrógeno se puede parecer más al de los vehículos con motor de combustión, aunque con cero emisiones. Por un lado, porque disponen de una mayor posibilidad de kilometraje (parecida a los diésel), mientras que los eléctricos tienen una autonomía más limitada, aunque se trata de una de las cuestiones en las que el sector realiza más inversión en I+D, con resultados que se dejan ver año tras año.

Asimismo, el repostaje de un vehículo de hidrógeno se realiza de forma parecida al de los combustibles derivados del petróleo, ya que el tiempo no excede de los tres a cinco minutos. Por su parte, la recarga eléctrica requiere de varias horas, aunque también en este caso la tecnología está permitiendo acortar ese tiempo y hoy día existen tecnologías que permiten cargas en solo media hora.

Recorrido

Actualmente, la movilidad eléctrica está mucho más desarrollada que la del hidrógeno, ya que la primera comenzó a explotarse con mayor seguridad y antelación, y su tecnología y producción están por delante de la del hidrógeno.

En palabras de Txema Otero, director comercial de Irizar en la Península Ibérica, «el recorrido que todavía le queda a la tecnología del hidrógeno ya lo viene haciendo desde hace años atrás la parte

eléctrica».
No obstante, esto no quiere decir que el H2 no pueda igualar –o hasta superar– a la electricidad. Así, Otero considera que el hidrógeno «podrá acometer esas autonomías o aplicaciones», aunque para que esto suceda, además del desarrollo tecnológico, será imprescindible que sigan produciendo avances en la infraestructura, la apuesta de las instituciones y los costes de producción.