Josep Solano

Empezando a salir del averno

Horas antes de que un grupo de trabajo del Organismo Internacional de la Energía Atómica llevara a cabo hace unas semanas una segunda misión en Japón para revisar los planes del vertido al mar del agua tratada de la planta de Fukushima, GARA visitó la central nuclear y el área próxima.

Imagen de la planta nuclear de Fukushima Daiichi tomada durante la visita realizada el pasado diciembre.
Imagen de la planta nuclear de Fukushima Daiichi tomada durante la visita realizada el pasado diciembre. ( Josep SOLANO)

Diez de la mañana de un día gris en Tomioka; desde el centro archivístico de decomisión de la empresa Tepco viajamos hacia Futaba en un autobús especial que se dirige a la central nuclear de Fukushima Daiichi. Por el camino, progresivamente, van desapareciendo las nuevas residencias que se han ido construyendo en las áreas donde se levantó el pasado verano la orden de evacuación y entramos en una área con viviendas aisladas fantasmas. Los duros trabajos de limpieza y descontaminación a cargo de decenas de personas se hacen visibles a través de las ventanas del vehículo y explican el por qué se han ido levantando de forma parcial esas órdenes de evacuación y se ha permitido el regreso de algunos pocos residentes a la antigua zona de exclusión. Las pocas zonas visibles muestran áreas en las que el tiempo parece haberse detenido: tiendas con rótulos ya vintage, casas y templos aparentemente vacíos, algunos de ellos con signos de daños externos por la falta de mantenimiento. Las carreteras tienen un ritmo intermitente de vehículos, los pocos que tienen acceso a una zona donde otros coches van muriendo abandonados en cementerios improvisados y cubiertos de óxido y corrosión.

La entrada a las instalaciones de la central es muy estricta, con diversos controles de seguridad, y tras una explicación detallada de la situación actual y del estado de la planta continuamos: cambio de zapatos, casco con mascarilla especial y un medidor personal de exposición a la radiación. La primera imagen después de salir de los controles preceptivos es ligeramente espectral y se hace más que evidente que ha sucedido un hecho extraordinario.

Subimos a un segundo autobús, aún más tosco que el anterior y con un gran medidor de radiación que se va elevando o disminuyendo a medida que atravesamos diferentes áreas y avanzamos hacia la zona cero. Durante el recorrido se pueden observar numerosos coches de época estacionados en un sector no muy alejado de los reactores que se esconden detrás de unos cerezos a los que se les empiezan a caer las primeras hojas.

La primera parada del recorrido se produce en uno de los puntos desde el que se pueden observar todos los reactores de la planta. La actividad de decenas de personas ataviadas con sus respectivos atuendos antirradiaciones se puede observar sin mucho esfuerzo en casi todas las áreas. El estricto control de las personas autorizadas a fotografiar y grabar en la zona para los medios de comunicación autorizados se hace evidente, eso sí, a la japonesa: de manera sutil y delicada.

Tanques de agua contaminada

Desde este primer punto observamos, con alguna dificultad, una pequeña parte del millar de tanques que acumulan agua contaminada, utilizada en parte para enfriar el combustible nuclear derretido, y que ha sido tratada mediante un sistema que elimina la mayor parte de la contaminación radiactiva, con la excepción del tritio. Esta agua tratada se almacena actualmente en este millar de tanques, cuya capacidad total de almacenamiento es de alrededor de 1,37 millones de metros cúbicos, y se espera que todos los tanques alcancen su capacidad máxima a mediados o a finales del año próximo.

La siguiente zona de atención es uno de los puntos críticos que se está ajustando y reformando, la conducción submarina de un kilómetro de longitud en el océano por la que se quiere evacuar el agua almacenada hacia el mar, uno de los puntos de fricción no solo con los ecologistas, sino también con países vecinos como Corea del Sur, China y Filipinas, entre otros.

Japón anunció el pasado año –y lo confirmó hace unas semanas– su intención de verter al mar, durante un período de 30 años, el agua tratada y almacenada. Durante la visita se nos informa de que la Agencia Internacional de Energía Atómica ha estado verificando la seguridad del agua tratada en base a estándares internacionales a petición del Gobierno japonés.

La empresa asegura que está procediendo al tratamiento del agua filtrando la mayoría de las sustancias radiactivas, aunque admite que el agua tratada aún contiene tritio y otras sustancias radiactivas, algo que preocupa a nivel nacional e internacional.


La empresa asegura que está tratando el agua que quiere verter al mar filtrando la mayoría de las sustancias radiactivas, aunque admite que aún contiene tritio, entre otras

La visita de un grupo de trabajo del Organismo Internacional de la Energía Atómica el pasado mes de noviembre y otra posterior permitirán al organismo elaborar un informe concluyente sobre la seguridad de esos vertidos.

El Ejecutivo nipón y la empresa Tepco tienen previsto comenzar a liberar el agua tratada en torno a la próxima primavera, después de diluir los niveles de tritio por debajo de las regulaciones nacionales. Antes, el informe del Organismo Internacional de la Energía Atómica será determinante para la evacuación de estas aguas radiactivas en el océano Pacífico.

No hay certeza aún de que los vertidos empiecen a realizarse en las fechas previstas, ya que en el informe del grupo de trabajo internacional de febrero de 2022 se pidieron algunas aclaraciones a la empresa sobre las condiciones en que se pretende evacuar esa agua tratada y se indicó que continuarían su revisión imparcial y basada en la ciencia del plan de descarga propuesto.

Poco después de la visita, la compañía instaló una estructura de hormigón armado a la salida del túnel, a un kilómetro de la costa donde se ubica la central nuclear. Según sus responsables, ya hay 600 metros excavados en la parte costera y calculaban que a principios de este año estaría finalizado.

La siguiente parada nos condujo a uno de los edificios centrales de la planta para poder observar con perspectiva desde su azotea todo el complejo nuclear afectado por el desastre. Desde este punto se puede llegar a intuir cómo debió ser el escenario dantesco que provocaron el terremoto y posterior tsunami del fatídico 11 de marzo de 2011.

La vista permite situar los tanques que acumulan el agua radiactiva en el área meridional de la planta, en una posición casi perpendicular a la línea costera. Asimismo, mirando por encima de los reactores se pueden observar las obras del túnel y, a centenares de metros alejados de la costa, se pueden entrever los trabajos  que se desarrollan al final de esta conducción submarina.

Criando peces y crustáceos

La última etapa del recorrido llevó a la expedición visitante a un área que acoge un par de módulos prefabricados llenos de tanques de agua con diversos tipos de peces y crustáceos que están siendo criados en las propias instalaciones de la central nuclear. Este proyecto se inició a principios del pasado año después que se anunciara la voluntad de evacuar al mar las aguas con radiación acumuladas y numerosas organizaciones ecologistas, pescadores y los países de la zona criticaran la medida.

El experimento, llevado a cabo con la ayuda de científicos locales, comenzó con la cría de lenguados en la central, en tanques de agua dentro de los mismos barracones prefabricados.


Los intensos trabajos de limpieza parece que están dando sus frutos y poco a poco Futaba y Fukushima parecen salir del averno al que fueron condenados casi doce años atrás

En los test que se están llevando a cabo este último año, los criadores mezclan el agua de mar con el agua tratada en los tanques y la vierten donde se encuentran los lenguados –y ahora otros tipos de peces y crustáceos–. Los responsables de la central querían mostrar que más que presentar números y datos, pretendían comprobar si estos animales podrían sobrevivir en un ámbito como éste después de haber sido expuestos a una cantidad controlada de radiación.

Después de este colofón, vuelta al autobús, que regresa a las instalaciones principales de la planta nuclear para pasar los pertinentes controles de radiación. Los de salida, a pesar de que no hay explicaciones de procedimiento, son ligeramente más largos que los de entrada, en total, alrededor de hora y media de proceso. Un control meticuloso que, entre otras cosas, compara los niveles de radiación anteriores y posteriores a la visita, con la sorpresa de que algunos de los visitantes dieron datos más elevados en los exámenes previos a la entrada.

Salida y vuelta al bus que nos debe dejar de nuevo en Torioka, ya en plena noche. Pocas luces exteriores inmediatamente después de salir de la central, pero poco a poco el regreso se va iluminando, como si fuera la metáfora de lo que está viviendo la zona. Los intensos trabajos de descontaminación y limpieza parece que están dando ya sus frutos y paso a paso Futaba y Fukushima parecen salir del averno al que fueron condenados casi doce años atrás. Una luz de esperanza para una región que lucha para volver a tener la vida que tenía antes del terremoto y del tsunami.