Beñat Zaldua
Donostia

VIII Congreso de LAB

LAB celebra a partir de este jueves su VIII Congreso, un buen pretexto para echar la vista atrás y reflexionar sobre la trayectoria del sindicato, desde aquel temprano 1974 en el que vio la luz hasta los retos que afronta Euskal Herria y el sindicalismo en este siglo XXI. Nadie mejor para ello que Joxerra Bustillo, gran conocedor del sindicato y autor de la segunda parte de la historia de LAB.

Presentación del Congreso. (Luis JAUREGIALTZO/ARGAZKI PRESS)
Presentación del Congreso. (Luis JAUREGIALTZO/ARGAZKI PRESS)

Nos situamos en el año 1974, con el recuerdo del atentado mortal contra Carrero Blanco ocurrido un año antes. El periodista Joxerra Bustillo empieza por recordar el contexto: «Se multiplican las detenciones, las acciones armadas, las huelgas de hambre y las movilizaciones populares», sin olvidar que «el contexto internacional ayuda a mover las cosas con acontecimientos históricos como la revolución de los claveles en Portugal». En el plano sociolaboral, Bustillo recuerda que «la mayoría de las huelgas añaden a su carácter inicial, estrictamente laboral, un evidente contenido político, de denuncia de un régimen dictatorial asfixiante».

Este es el contexto en el que, en noviembre de 1974, las entonces Comisiones Obreras Abertzales (COA) toman el nombre de Langile Abertzaleen Batzordeak (LAB). Bustillo explica que «se trata de una organización impulsada por ETA-pm, LAIA y trabajadores independientes, una organización de masas que se identifica como socialista y de liberación nacional, distinguiéndose de Langile Abertzaleen Komiteak (COA-LAK), organismo que funcionaba a modo de células autónomas, sin demasiada coordinación entre ellas, y que se declaraba abiertamente independentista. Con el tiempo la mayoría de militantes de estos últimos confluirán en LAB».

Los primeros años no fueron fáciles, según explica el historiador: «Existía una enorme división interna, que acabó en la escisión entre la corriente de Euskadiko Ezkerra, que se unió a ELA, y la corriente pro-KAS que, aún siendo minoritaria, sentaría las bases para el crecimiento orgánico de la central». Fue a partir de mediados de los 80 cuando LAB «experimenta un crecimiento sostenido que le convertirá en una de las organizaciones obreras más representativas de Euskal Herria, además de ser la única de dimensión nacional vasca».

Bebiendo de la teoría de la ETA de los años sesenta, que «consideraba la lucha social y la lucha de liberación nacional como las dos caras de una misma moneda», tal y como recuerda Bustillo, LAB se convirtió en uno de los máximos exponentes de «la lucha por la liberación integral del pueblo vasco». 38 años después, Bustillo no duda en señalar que «hoy en día, todo el mundo reconoce a LAB como un sindicato reivindicativo y muy firme en la cuestión social, a la vez que se le reconoce su acentuado carácter en pos de la liberación de Euskal Herria».

Muestra de ello es la reivindicación del Marco Vasco de Relaciones Laborales que, en opinión de Bustillo, supone «la plasmación de un primer paso en el camino hacia la soberanía socieconómica de este pueblo». «No debemos olvidar que, en este tiempo de crisis aguda, la posesión de herramientas propias para poder gestionar importantes variables económicas y sociales puede suponer salir o no salir de esa crisis. Estamos hablando de permanecer anclados a un barco a la deriva, como es el de la economía española, o poner rumbo propio, lo que significa adoptar otras políticas económicas y sociales, alternativas a las que se están dando mayoritariamente en la Unión Europea», sentencia.

Para el futuro, incógnitas, dificultades y esperanzas. «LAB, y el sindicalismo en general, atraviesan un periodo de grandes dificultades para el trabajo sindical. La crisis económica y las políticas neoliberales de los distintos gobiernos están deteriorando de forma grave el escenario laboral. Además, no podemos obviar los cambios que se están produciendo en la sociedad. En los últimos años han irrumpido nuevos modos de contratación, sobre todo en el sector servicios, que rompen con la tradicional relación entre sindicato y trabajador», explica Bustillo, quien señala que esto tiene como consecuencia que «muchos jóvenes trabajadores no ven necesaria la sindicación, dada la volatilidad de su contratación o su paso por innumerables empresas. Luego han surgido fenómenos como los falsos autónomos, el teletrabajo, el trabajo a tiempo parcial, en prácticas, etc, cuestiones todas ellas que obligan al sindicalismo a realizar una reflexión profunda sobre su papel para seguir defendiendo los intereses de los trabajadores, tanto de los que están en activo como en desempleo, y mantener viva la conciencia de clase de éstos».

«En todo caso –concluye Bustillo– LAB no es ajena a todas estas nuevas realidades y en mi opinión personal, es el sindicato que está en mejores condiciones para abordarlas coherentemente desde un punto de vista nacional y de clase».