Jon Ormazabal
Londres

«Atletas genéticamente modificados», la última amenaza al espíritu olímpico

El tan manido espíritu olímpico tiene una nueva amenaza en London: la sospecha de que pueda haber campeones que se hayan sometido a modificaciones genéticas.

David Howman y John Fahey, ayer en Londres. (Leon NEAL/AFP)
David Howman y John Fahey, ayer en Londres. (Leon NEAL/AFP)

Casi con la misma disciplina y dedicación que los deportistas han preparado esta cita olímpica de 2012, los científicos están inmersos en una contrarreloj para desarrollar un método fiable para detectar la que puede ser la versión más sofisticada del dopaje: la posible existencia de deportistas que se hayan sometido a modificaciones genéticas en una carrera desesperada por alcanzar el oro.

Como ha venido sucediendo esta prueba de persecución entre las técnicas de dopaje y el desarrollo de métodos de detección de estas prácticas, los expertos asumen que la ciencia no llegará a tiempo para estos Juegos que ya han comenzado. Si bien nadie puede garantizar que ya exista el «dopaje genético», la posibilidad teórica de que pueda modificarse el ADN de un deportista para incrementar su potencia y su resistencia asusta a los responsables del deporte mundial.

«Hoy en día no puede probarse. No sabremos si un atleta genéticamente modificado gana los 100 m en los Juegos de Londres, al menos de manera inmediata», reconoció a AFP el bioético Andy Miah. «Dentro de unos años, una prueba podrá demostrar si ha habido dopaje genético y se tendrá la posibilidad de retirar medallas», aseguró.

En términos teóricos, gracias a esta nueva técnica, un atleta puede inyectarse en su cuerpo ADN fabricado en un laboratorio por vía de un portador, como un virus, para estimular la producción de hormonas de musculación o de glóbulos rojos, que llevan el oxígeno a los músculos.

Un virus introduce su propio ADN en la célula humana, que después replica el ADN que contiene instrucciones biológicas. «Se puede coger a un atleta hecho y derecho, a un atleta desarrollado y hacerle más fuerte y mejor modificando sus genes», asegura Don Catlin, un médico que ayudó a la creación del primer laboratorio que investigó esta técnica en Estados Unidos.

«No hay nada hasta donde yo sé, pero una vez más, nadie me va a llamar y contármelo. Estamos preocupados porque teóricamente es posible. Conocemos gente que lo intentará y probablemente lo esté intentando ya», reconoce Catlin.

En 2006, el mundo del deporte se vio obligado a replantearse su lucha contra el dopaje cuando se acusó a un entrenador alemán de tratar de usar una terapia genética experimental, llamada Repoxygen, antes de los Juegos de Invierno de Turín.

Considerado como un posible tratamiento para la anemia, el Repoxygen contiene un virus sintético que transporta el gen de la eritroproyetina (EPO), una hormona que insta al cuerpo humano a aumentar la producción de glóbulos rojos.

La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) añadió la EPO a la lista de sustancias prohibidas en 2003 y ha invertido millones de dólares en métodos para detectarla. «Hemos contratado a especialistas de terapias genéticas de todo el mundo y trabajan con nosotros desde 2002», dijo a AFP el director general de la AMA, David Howman, quien asegura que «no hay evidencias», por ahora, de deportistas que hayan sido sometidos a manipulaciones genéticas.

«Nadie tiene ejemplos de esto, pero eso no significa que no esté ocurriendo», señaló el bioético Miah, autor de varios informes sobre dopaje olímpico. «Ese es el problema con el dopaje en general. No se sabe muy bien lo que están haciendo los deportistas».

Especialistas como Miah, Catlin o el experto en genómica del deporte Alun Williams coinciden en que en los Juegos de Londres no existirán métodos de detección precisos para este tipo de dopaje. Un gen que potencie el crecimiento inyectado directamente en el músculo es prácticamente indetectable con los tradicionales análisis de orina o sangre, según Williams, de la Universidad Metropolitana de Manchester.

«Si se pudiese realizar una biopsia muscular de un atleta, se tendrían más posibilidades de detectar prácticas prohibidas, pero es un método mucho más invasivo... y se debería hacer en cada uno de los músculos», una técnica que nunca será aprobada.

Utilizando las técnicas existentes, las probabilidades de encontrar ADN externo en un atleta es «probablemente similar a la de encontrar una aguja en un pajar», reconoce Williams, quien añade, sin embargo, que sí será detectable «dentro de pocos años».

Pruebas congeladas

Con la nueva normativa, la sangre y la orina de un atleta olímpico puede guardarse durante ocho años, lo que significa que esas muestras podrían someterse a pruebas de dopaje genético una vez se implanten métodos fiables de detección.

Así, recientemente el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió sacar de sus congeladores las muestras de los controles antidopaje de los Juegos de Atenas, antes de la expiración de su validez jurídica, este 2012, para someterlos a los últimos métodos de detección de sustancias prohibidas.

De esta manera, la ceremonia de clausura de los Juegos ya no es una garantía de impunidad para los atletas dopados, que permanecen con la amenaza de ser descubiertos durante ocho años, el plazo de prescripción fijado por el Código Mundial Antidopaje.