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MADRID

Fallece el ex secretario general del PCE Santiago Carrillo

El histórico dirigente del PCE Santiago Carrillo ha fallecido esta tarde en su domicilio de Madrid, a los 97 años de edad. La capilla ardiente se instalará en la sede de CCOO en Madrid y sus cenizas se esparcirán en el Cantábrico, en la costa asturiana.

Santiago Carrillo, en 2004 en Donostia, en Zinemaldia. (Imanol OTEGI/ARGAZKI PRESS)
Santiago Carrillo, en 2004 en Donostia, en Zinemaldia. (Imanol OTEGI/ARGAZKI PRESS)

Santiago Carrillo, exlíder del PCE, ha muerto a los 97 años en Madrid. El fallecimiento se ha producido hacia las 17.00, mientras dormía la siesta, según ha explicado su hijo Santiago a Efe.

«Ha sido lúcido hasta el último momento y se ha apagado sin enterarse», ha indicado a las puertas de su domicilio.

El que fuera secretario general del PCE había sufrido en la última semana un empeoramiento en su estado de salud, después de que en los últimos meses tuviera que ser ingresado en diversas ocasiones.

La última vez fue en julio, cuando estuvo varios días en observación en el hospital Gregorio Marañón de Madrid por un problema de riego sanguíneo.

La capilla ardiente se instalará, a petición de la familia, en el auditorio Marcelino Camacho de la sede de CCOO de Madrid.

Carrillo será incinerado y sus cenizas se esparcirán en el mar Cantábrico, en la costa asturiana de Gijón, cumpliendo sus deseos, según ha dicho su hijo.

Secretario general del PCE de durante 22 años

Carrillo fue secretario general del Partido Comunista de España (PCE) de 1960 a 1982.

Hijo de un militante del PSOE y de UGT, nació en Gijón, el 18 de enero de 1915, aunque pronto se trasladó a Madrid con su familia. Militante de las Juventudes Socialistas desde 1928, tras la unificación de esta organización con las Juventudes Comunistas, en abril de 1936, fue elegido secretario general de la nueva formación.

Como delegado de Orden Público y miembro de la Junta de Defensa de Madrid, desde el 6 de noviembre de 1936, le responsabilizaron de la matanza de militares sublevados en Paracuellos (Madrid), aunque Carrillo siempre defendió que fue obra de incontrolados.

En febrero de 1939 comenzó un exilio de 38 años, que le llevó a la Unión Soviética, Estados Unidos, Argentina, México y Argelia, hasta que fijó su residencia en París.

«Ruptura pactada»

Admirado y cuestionado dentro del Partido Comunista de España (PCE), respetado o temido por sus adversarios, siempre polémico en sus decisiones, Santiago Carrillo fue uno de los protagonistas de la denominada transición tras la muerte de Franco, por la senda de lo que él denominaba una «ruptura pactada».

Su apuesta por aceptar la monarquía en un momento en el que el PCE era aún la única fuerza política con implantación real en el Estado español imprimió un giro decisivo a la evolución del país y sorprendió tanto a los partidarios del franquismo sin Franco como a la desconcertada militancia comunista, volcada durante décadas de lucha clandestina en recuperar las libertades arrebatadas durante la dictadura.

No fue esa la única decisión polémica adoptada por Carrillo desde que asumió la tarea de reorganizar el PCE al término de la Guerra del 36. Ya en 1956 su política de «reconciliación nacional» dio lugar a escisiones y abandonos por parte de quienes no compartían la necesidad de restaurar la democracia sobre la base de perdonar a los que habían contribuido a cercenarla o a impedir su restablecimiento.

Sin embargo, Carrillo impuso su disciplina y los militantes del PCE, conscientes de la importancia de preservar la cohesión como forma de supervivencia bajo la represión de la dictadura, aceptaron las sucesivas estrategias de su líder.

El PCE tenía 25.000 militantes y un número mucho más amplio de simpatizantes cuando Carrillo tomó el relevo de Dolores Ibarruri al frente de la secretaría general, en 1960. Desde ese puesto, protagonizó años después un progresivo distanciamiento de la URSS, especialmente a raíz de la invasión de Checoslovaquia.

Carrillo empezó a perfilar entonces su propuesta de «eurocomunismo» y, en la agonía del franquismo, aunó esfuerzos con personalidades políticas alejadas del PCE para crear la Junta Democrática, una plataforma de oposición a la dictadura.

Tras la muerte del dictador, el 27 de febrero de 1977 pactó con Adolfo Suárez las condiciones de legalización del partido. Este primer encuentro marcó el inicio de una inesperada relación de amistad con Suárez, cuya decisión de legalizar el PCE creó las condiciones para la «ruptura pactada», que desembocó en la Constitución de 1978.

Paradójicamente, la decadencia del PCE comenzó con su salida a la luz y, cuando la militancia aún no había asimilado el nuevo modelo de organización promovido por Carrillo, la decepción causada por los resultados electorales de 1977 y su estrategia de búsqueda de amplios consensos, inaugurada en los Pactos de la Moncloa, intensificó las pugnas internas.

La debacle de 1982 precipitó su renuncia a la secretaría general en favor de Gerardo Iglesias quien, atrapado entre «renovadores» y «prosoviéticos» no tardó en volverse contra su mentor para forzar la «autoexclusión» de Carrillo y del resto de militantes que compartían sus ideas.

En 1985 se separó definitivamente del partido y creó un nuevo grupo político, Partido de los Trabajadores-Unidad Comunista, con el que acudió a las elecciones de 1986, aunque no obtuvo escaño.

Después de largas negociaciones, el 27 de octubre de 1991 firmó el ingreso de los miembros de esa formación en el PSOE, como una corriente interna bajo el nombre de Unidad de Izquierda, aunque él quedó fuera.