Julene Larrañaga | 7K

Coworking

El coworking es una novedosa tendencia que permite que profesionales independientes de distintos sectores compartan espacios, fomentando así la colaboración, las redes de contactos o incluso proyectos en común. Filosofía de trabajo muy extendida en Europa, este fenómeno también ha empezado a hacerse un hueco en Euskal Herria, donde cada vez son más los espacios que impulsan un nuevo modelo de trabajo colaborativo. 7k se adentra en algunos de ellos para conocer su día a día.

Cocoworking, puesto en marcha en Iruñea por Iñaki Etxandia y Marta Martín. (Conny Beyreuther)
Cocoworking, puesto en marcha en Iruñea por Iñaki Etxandia y Marta Martín. (Conny Beyreuther)

Parece que es en tiempos de crisis e inestabilidad económica cuando surgen las ideas más innovadoras. Ante la falta de ofertas de empleo, autónomos, emprendedores y pequeñas empresas han tenido que buscar nuevas alternativas profesionales y métodos de trabajo. Una de ellas es el coworking (cotrabajo), un fenómeno global que está cambiando la manera de trabajar y de interactuar en los espacios de trabajo. La fórmula que emplea esta nueva tendencia es muy sencilla: cada trabajador desempeña su actividad laboral en un espacio comunitario y multidisciplinar, rodeado de compañeros que, a priori, nada tienen que ver con su perfil profesional. Además de compartir el mismo espacio, ahorrar gastos y evitar el aislamiento que supone trabajar desde casa, el coworking pretende crear ambientes de trabajo agradables y productivos, fomentando la colaboración, la comunidad, el networking (establecer una red de contactos profesionales) o determinadas sinergias que den lugar a nuevas oportunidades laborales o incluso a proyectos en común.

Espacios de trabajo compartidos ha habido siempre y desde hace tiempo, pero el término coworking como modelo de trabajo y de negocio es bastante reciente. La tendencia surgió en San Francisco en 2006. Se dice que fue alrededor de unas mesas en una de las cafeterías de la cadena Starbucks, donde trabajadores autónomos de diversos sectores empezaron a reunirse aprovechando la conexión wifi de que disponía el local. Pero fue en el año 2009, también en San Francisco, cuando se creó el primer espacio oficial de coworking. Se trataba de Hat Factory, un loft donde se reunían tres trabajadores freelance. Desde entonces, centros de todo tipo han ido abriendo sus puertas por todo el mundo. A principios del año 2014, se calculaba que existían más de 2.000 espacios de coworking.

Cocoworking Iruñea es el primer espacio de este tipo que se creó en Euskal Herria y que fue también uno de los pioneros en el Estado español. «El coworking surge de la necesidad que tienen microempresas y autónomos de encontrar un espacio a coste reducido donde puedan contactar con otra gente y puedan surgir relaciones y sinergias laborales», explica Iñaki Etxandia (Iruñea, 1969), uno de los dos creadores de Cocoworking Iruñea junto a Marta Martín (Iruñea, 1971). Ambos trabajaban por cuenta propia hasta que, hace cuatro años, leyeron un artículo sobre el coworking. «Empezamos a darle vueltas al tema y a investigar. Nos armamos de valor y a los seis meses montamos el espacio de Cocoworking, en el año 2011», cuenta Etxandia. Cabe destacar que entre ambos socios hicieron una inversión económica importante acondicionando el espacio, que antiguamente era un taller de confección de ropa infantil, propiedad de la familia de Etxandia. A día de hoy, además de ser de los primeros en crear un centro de estas características en el Estado español, Etxandia y Martín son miembros fundadores de la Asociación Española de Coworking, fundada el año pasado junto con otros centros del Estado.

Alternativa al teletrabajo

Para reducir costes de oficina, tiempo y desplazamientos, para ayudar a los trabajadores a conciliar la vida familiar y laboral, o incluso para mejorar la productividad, en los últimos años cada vez son más las empresas y los trabajadores que apuestan por el teletrabajo. Pero esto no tiene por qué implicar trabajar desde casa; de hecho, ya son muchos los que optan por otras alternativas, y una de ellas es el coworking. Hay que tener en cuenta que este nuevo concepto de trabajo reúne las ventajas del teletrabajo, vinculadas a la reducción de desplazamientos y los menores costes que supone compartir infraestructuras, pero con el añadido de que los usuarios no están aislados en sus casas.

Efectivamente, el aislamiento es una de las sensaciones que menos gusta entre la gente que trabaja desde casa. Este era el caso de Sonia Bermejo. Esta gasteiztarra trabajaba por su cuenta en temas de Gestión Social y lo hacía desde casa, hasta que sintió la necesidad de dar un giro a esta situación. «Empecé a sentirme mal, a tener una sensación de aislamiento y de que me estaba quedando atrás, además de tener dificultades para distinguir la vida personal de la profesional. Empecé a ir al espacio Cocubo de Gasteiz, por probar más que nada. Adquirí una rutina de trabajo, unos horarios; empecé a respirar ambiente de trabajo y a ver y a hablar con la gente todos los días, y eso supuso un soplo de aire fresco y de vitalidad para mí», explica Bermejo, actualmente residente en Montevideo, donde también frecuenta un centro de coworking.

Al igual que Bermejo, son muchos los trabajadores que se han sumado a esta nueva tendencia y la mayoría destaca una mejoría notable no solo en su productividad, sino en otros aspectos también. Los datos así lo demuestran. En un reciente estudio elaborado por Global Coworking Survey, el 93% de los encuestados reconoce que su círculo social ha crecido, el 86% afirma que su red de contactos profesionales ha aumentado, el 76% cree haber aumentado su productividad y, por último, el 88% habla de un descenso de su aislamiento.


Imagen de Co&Art Donostia, uno de los cuatro espacios de coworking que existen a día de hoy en la capital guipuzcoana. (Conny Beyreuther)

Nerea Guinea (Iruñea, 1970) es la creadora de Co&Art Donostia, uno de los cuatro espacios de coworking que existen a día de hoy en la capital guipuzcoana. Esta ilustradora gráfica también tuvo una sensación de aislamiento tras años trabajando sola. «Llegó un momento en el que me di cuenta de que ya no quería trabajar más de esa manera. Sentía que estando sola tanto tiempo me estaba haciendo cada vez más pequeña. En un curso de emprendedores, conocí el movimiento del coworking, empecé a investigar y me di cuenta de que quería hacer algo así, es decir, trabajar en lo mío, pero rodeada de gente. Y así es como surgió la idea de crear Co&Art, en el año 2012. Creo que hoy en día, tal y como están las cosas, es mucho mejor compartir no solo un espacio, sino también la experiencia y los conocimientos de cada uno», opina esta iruindarra afincada en Donostia.

Distintos Perfiles

Autónomos freelance, emprendedores o pymes muy pequeños son el perfil típico de la mayoría de los trabajadores que forman parte de estos centros, denominados coworkers. Sin embargo, en el coworking no importa ni el sector ni el tipo de actividad que tenga cada uno, pues lo están utilizando ingenieros, abogados, arquitectos, diseñadores gráficos, comerciales, fotógrafos y perfiles de todo tipo. Solamente se necesita una mentalidad: desarrollar tus proyectos profesionales en una atmósfera conjunta e innovadora. Eso sí, según Etxandia, hay perfiles que encajan mejor que otros en la filosofía del coworking. «En nuestra oficina hay de todo, no despreciamos ningún tipo de profesión, siempre que el trabajo pueda adaptarse al espacio. Pero sí es verdad que, generalmente, son los trabajadores con los perfiles más creativos y tecnológicos los que más abundan en este tipo de espacios», explica.

Sin embargo, también hay ejemplos de centros enfocados hacia ciertos perfiles profesionales. Es el caso de Co.lab Bilbao, un espacio orientado al mundo de la imagen en el sentido más amplio de la palabra. En él trabajan azafatas, modelos, fotógrafos, diseñadores gráficos, etc. «Esto no quiere decir que si el que entra por la puerta es un asesor financiero, no lo vayamos a aceptar», aclara Oskar García, gestor del espacio. «Todos los perfiles pueden resultar interesantes en un momento concreto y si lo tienes al lado, mucho mejor. En ese sentido, creo que los centros de coworking son como una red social en vivo donde puedes consultar, resolver tus dudas e incluso colaborar con gente de otros perfiles», puntualiza García.


Co.lab Bilbao, un espacio orientado al mundo de la imagen. (Conny Beyreuther)

Adaptados a las necesidades de cada uno

Los espacios de coworking pueden ser muy diferentes unos de otros, dependiendo de su localización, del perfil de sus coworkers y de su tamaño, entre otros factores. Pero, en general, todos los centros disponen de la infraestructura necesaria para llevar a cabo tareas de oficina: escritorios, sala de reuniones, conexiones telefónicas, internet de alta velocidad, luz, agua, calefacción, impresoras, salas de descanso, zona de almacenaje, servicio de limpieza y comedor. En algunos casos, también tienen cocina e incluso parking para bicicletas, como es el caso de Cocoworking Iruñea.

A su vez, cada espacio ofrece diferentes tipos de modalidades y tarifas a sus coworkers. «Sabemos que la mayoría de la gente que viene a estos espacios es gente que trabaja por su cuenta y que no está sujeta a unos horarios fijos, por lo que es importante ofrecerles diferentes opciones y dar flexibilidad para que cada uno elija la opción que más se ajuste a sus necesidades», sostiene Guinea, responsable de Co&Art. Etxandia, por su parte, añade la importancia de que en estos espacios no suele haber ningún tipo de permanencia. «Hay algunos que vienen para realizar un proyecto concreto de una duración determinada, otros que vienen de vez en cuando y también hay gente que viene de manera más estable o incluso a diario, pero nadie está sujeto a nada», explica el responsable de Cocoworking.

A día de hoy, el espacio que gestiona Etxandia cuenta con 17 coworkers fijos que abonan una cantidad de 250 euros al mes (IVA incluido) a cambio de poder usar el espacio ilimitadamente. También hay trabajadores que optan por una media jornada, de mañana o de tarde, los cuales pagan 150 euros. Finalmente, también hay bonos especiales para días sueltos o incluso para horas sueltas. En el caso de Co.lab Bilbao, las tarifas también son parecidas. Así, los coworkers a tiempo completo abonan 245 euros al mes y los que trabajan media jornada, 150 euros, aunque también hay otro tipo de bonos. «Nos adaptamos a las necesidades de cada uno –señala García–. Por ejemplo, hay gente que se desplaza solamente para un día a Bilbo y necesita un espacio para trabajar, en vez de estar en una cafetería. Para esos casos, también tenemos bonos especiales. En el precio se incluye todo: mesa de trabajo con cajones, luz, agua, internet, teléfono, calefacción, limpieza, mesa de reuniones, cocina completa, etc. Hoy en día es muy difícil encontrar locales u oficinas a buen precio, y al alquiler hay que sumarle los gastos. Por lo tanto, creo que esta opción compensa, por lo menos en términos económicos, aunque, eso sí, siempre es más barato quedarse en casa», opina García.

Pagar para trabajar. «Puede resultar extraño, pero es así –señala Bermejo, coworker desde hace varios años–. Hay gente que se sorprende cuando le cuento esto, pero yo lo veo como una inversión. Me paso el día rodeada de profesionales que pueden echarme una mano, con los que puedo hacer un proyecto común o, quién sabe, personas que me pueden contratar algún día. Eso no tiene precio para mí. Además, las tarifas no son nada elevadas y te puedes ahorrar gastos en casa. En mi caso, mientras estuve en el espacio Cocubo, me ahorré un dineral en calefacción en casa», cuenta Bermejo.

Más que un ahorro de costes

Mucha gente asocia el coworking con los sitios de trabajo low cost. Sin embargo, los gestores de los espacios dejan claro que el coworking no significa exclusivamente compartir gastos. «Desde que llegó la crisis, profesionales de diversos sectores comparten oficinas para ahorrar gastos, pero la filosofía del coworking va más allá», asegura con rotundidad García. «Lo económico no es el punto fuerte de estos espacios –añade Etxandia–, lo más interesante es la gente, la comunidad que se crea en ellos». De hecho, las personas que opten por recurrir al coworking no solo comparten espacios de trabajo a un coste mínimo. Además de beneficiarse de las ventajas económicas, se envuelven de un verdadero ambiente de trabajo en el que la colaboración es un elemento clave.

La verdad es que todos los gestores coinciden en que surgen sinergias laborales entre los coworkers. Conforme las personas se van conociendo, la información y los conocimientos de cada uno se convierten en el elemento más compartido y demandado. De modo que se pasan clientes, contactos y, en ocasiones, los coworkers también colaboran entre ellos. «Lo que se busca es pertenecer a una comunidad de individuos que estén abiertos a intercambiar ideas, proyectos y conocimientos», señala Guinea, quien, a su vez, destaca un aspecto fundamental en todo esto: la confianza. «La gente que viene aquí valora su trabajo y aprecia que el de al lado también lo haga. Se genera una confianza hacia el trabajo y eso hace que los coworkers, a pesar de poder tener perfiles muy diferentes, compartan ideas, dudas e incluso trabajos y proyectos que, a priori, en la calle no saldrían adelante. Nosotros, como gestores de los espacios, intentamos buscar y provocar esos encuentros y esas líneas de colaboración», subraya la gestora de Co&Art. Por su parte, García destaca la dimensión comercial que adquieren estos sitios: «El espacio de trabajo se convierte en sí en un lugar comercial donde vienen clientes a por un servicio concreto, pero, al ver que hay más opciones, también pueden interesarse por otros servicios».

Del mismo modo, las empresas también se están fijando en los valores que caracterizan a este fenómeno, según cuentan los gestores de los centros. «Hay empresas que utilizan los espacios de coworking para tener sus sedes en un lugar concreto –explica Guinea–. En mi caso, hay una ONG cuya sede en Gipuzkoa está en el espacio Co&Art. Al tener solo una persona que trabaja en esa zona, les supone un gasto mayor tener un local solo para un trabajador. También hay otra persona que trabaja para una empresa ubicada en Iruñea. De modo que los espacio de coworking también funcionan como sedes de algunas empresas y los trabajadores suelen están encantados, porque están con más gente», afirma Guinea. Al ser una herramienta que favorece el teletrabajo, también grandes empresas se están interesando por estos espacios, según Etxandia: «La tendencia es que grandes empresas envíen a sus trabajadores a estos espacios, porque valoran este nuevo modelo de trabajo y ven en estos espacios nuevas ideas y oportunidades de negocio. Del mismo modo, también lo hacen para que los trabajadores entren en contacto con otros perfiles fuera de su compañía».

No como negocio

Lo que parece ser una opción rentable para los coworkers, puede no serlo tanto para los gestores. «Si estás pensando en montar un espacio de coworking con la intención de sacar dinero, es muy probable que los números no te salgan», señala Etxandia con conocimiento de causa. Y añade que «en principio, como empresa no es muy rentable, a no ser que gestiones un espacio muy grande con muchos coworkers en ciudades como Madrid o Barcelona. En todo caso, la rentabilidad depende de los objetivos de cada uno; en nuestro caso, Cocoworking Iruñea no es nuestro negocio principal, sino que es un plus a nuestra actividad principal y en ese sentido, sí nos resulta rentable».

García, gestor del centro Co.lab Bilbao, comparte la opinión de Etxandia: «No es muy rentable montar un espacio de coworking. Normalmente los que somos propietarios o gestores de estos sitios tenemos otro trabajo; en mi caso, yo soy un coworker más. También es verdad que los ingresos no provienen solamente de las tarifas que abonan los coworkers y que en muchos casos, también se hacen talleres, charlas, cursos o se alquilan espacios para afrontar los gastos, que mes a mes son un dineral», aclara García.

Guinea también lo tiene claro: «El coworking no es un negocio, no es rentable como tal, pero tampoco pretendemos que lo sea. Lo que buscamos es dar sostenibilidad a una forma de trabajo para poder dar cabida a todo lo que representan estos espacios», explica. Además, Guinea ve en esta nueva tendencia un cambio de mentalidad: «Ante la situación que estamos viviendo, la gente se está dando cuenta de que somos nosotros mismos los que tenemos que sacarnos las castañas del fuego, y será más fácil hacerlo colaborando y ayudándonos mutuamente que tomar el camino completamente solos. En ese sentido, la economía colaborativa y el coworking pueden ser interesantes».

¿Y en Euskal Herria, qué?

Con cerca de 200 centros, casi la mitad de ellos distribuidos entre Madrid y Barcelona, el Estado español encabeza el ranking mundial de países con más espacios de coworking, después de EEUU y Alemania. «Y cada día se están abriendo más centros –señala García–, aunque tengo la sensación de que el fenómeno no está cuajando tan rápido en el País Vasco. En Bilbo, siendo la ciudad con mayor población, no hay más de seis o siete espacios, mientras que en Granada o Sevilla rondan los veinte en cada una». Etxandia, por su parte, destaca el hecho de que en Iruñea haya cinco centros, «una cifra importante para ser una pequeña ciudad».

Tratando de buscar una explicación a ese menor número de centros coworking que existen en Euskal Herria, Guinea hace el siguiente análisis: «Los vascos somos más reservados y recelosos hacia este tipo de novedades, pero creo que, con el tiempo, este fenómeno calará aquí también. Muchos de los coworkers que vienen a mi centro son personas que han vivido fuera, gente que está mucho más abierta a experimentar. También influye el hecho de que el sector público del País Vasco ofrece muchos sitios para gente emprendedora que está empezando en su negocio, como puede ser Fomento de San Sebastián. De todas maneras, está claro que el modelo de trabajo que conocíamos hasta ahora está acabado. Hay que buscar nuevas vías y para eso, hay que abrirse. Existe una necesidad real de volver a los valores que nos hacen sentir más humanos: trabajar con personas y para las personas. Hay que reinventar el modelo de trabajo y en ello estamos».