Ramon SOLA
DONOSTIA

Pica española en un Ilunbe a medias

El Ayuntamiento de Donostia ha abierto la puerta de toriles para unos pocos miles de aficionados (unos 6.000, muy lejos del lleno) y el rey emérito español se ha encargado de rematar la faena. Juan Carlos de Borbón ha sido el protagonista absoluto en Ilunbe y ha prometido volver. En la calle, poca fiesta: malestar y notable tensión.

 

Juan Carlos de Borbón ha acaparado todas las cámaras y hasta ha hablado ante ellas para explicar por qué aterrizaba en Donostia: «Los toros son un activo de España que tenemos que apoyar». Pero quienes mejor han resumido el espíritu que alienta este retorno a Ilunbe han sido los matadores, al brindar sus faenas al monarca sin pelos en la lengua. «Me siento español, ¡viva España!», ha dicho José María Manzanares. «Va por usted y por la libertad», ha añadido López Simón. Y ha sido todo un discurso lo de Enrique Ponce: «Siempre es un honor brindarle un toro, hoy más en especial, porque con su presencia no solo está apoyando la fiesta de los toros y nuestro arte, sino la historia, la tradición y la cultura. Además de todo eso, está apoyando la democracia y la libertad».

Democracia y libertad=corridas de toros.

Aunque parezca un sinsentido, la ecuación funciona en ese mundillo: era eso lo que argumentaban los taurinos en la calle, ante unas 200 personas que censuraban la monarquía y el maltrato animal. En cualquier caso, lo sustancial estaba dentro, en saber qué acogida tendría este retorno de las corridas de la mano del Gobierno local del PNV-PSE. Y ahí ha llegado el pinchazo: ni el «casi lleno» que vendía el empresario Chopera en la prensa de hoy, ni los 8.000 de los que ha hablado el concejal Ernesto Gasco por la mañana, ni los tres cuartos que han propagado algunos medios tras el evento. El coso presentaba un poco más de media entrada, unos 6.000 sobre un aforo de 11.000. Muy poco para el despliegue de propaganda y muy poco también para cubrir los gastos que requiere una feria con primeros espadas y ganaderías. El probable anticipo de que, cuando La 1 y el rey emérito ya hayan plegado velas, Chopera se volverá a encontrar con la realidad que precipitó la decisión de Bildu: que las cuentas no cuadran sin apoyo público.

Entre esos 6.000 estaban este cronista y el fotógrafo de la agencia Argazki Press, a quienes la empresa denegó la acreditación correspondiente pese a sucesivas peticiones y alguna solicitud de mediación municipal que tampoco dio resultado alguno. Desde el Ayuntamiento se insiste en que se trata de una actividad privada en la que no tienen competencia alguna, en línea con el discurso del alcalde, Eneko Goia. GARA y NAIZ entendían que cubrir el acto era una obligación con nuestros lectores, así que esta vez y sin que sirva de precedente pasamos por taquilla. No hubo problema alguno para conseguir entradas, las había de todos los precios. Sobre todo las más baratas, apenas quince euros, poco más de lo que cuesta ir al cine con palomitas y un refresco. Ni así se llenó. Los Chopera habían dispuesto incluso un tendido joven con entradas por diez euros para promover la afición, dado que la suya es una apuesta a largo plazo, pero era una de las zonas más vacías.

El ambiente en la plaza cerrada de Ilunbe ha sido cálido como el propio recinto, pero sin alardes ni apoteosis. Al hasta hace poco rey se le ha aplaudido en los brindis, si bien con poco entusiasmo y algún que otro pito intercalado. Los prismáticos apuntaban primero al palco en su búsqueda, pero ha decidido ver la corrida en burladero, bien cerca, acompañado de su hija Elena y dos nietos, sin políticos a su alrededor. Aunque sí han acudido algunos: Gasco, número dos del Ayuntamiento y el más entusiasmado con el evento y la presencia real, que dice que «sitúa a San Sebastián en el mapa»; su compañera del PSE Duñike Agirrezabalaga; o la presidenta del PP en la CAV, Arantza Quiroga.

Este periodista ha asistido solo a algunas corridas en Iruñea. Lo de hoy en Donostia se le parece como una ópera a un concierto de trash metal, o como el tenis al pressing-catch. No solo por el aspecto de las gradas, sino por la frialdad general del ambiente. El silencio ha sido tal que se oían perfectamente los bufidos de los toros malheridos (el tercero dio más de media vuelta al ruedo en una agonía interminable, hasta caer finalmente). También los «Eh, toro» de los matadores. E incluso un grito  del exterior: «¡Asesinos!», cuando Ponce sacó la espada para liquidar a su primero.

Ha habido cuidado en evitar parafernalias innecesarias, como símbolos españoles o la ikurriña con que toreó Antonio Barrera en Ilunbe en 2012. Por otro lado, el francés era el segundo idioma más utilizado en los tendidos, bastante por delante del euskara. En la parte superior de la plaza, apenas cuatro pancartas que parecían salidas de los años 50, como casi todo el resto de la escenografía: «La peña Palomo Linares saluda a la afición» es un ejemplo.

«Goia, erregearen morroi»

Bastante menos calmadas han estado las cosas en el exterior, donde desde casi una hora antes de la corrida se han reproducido rifirrafes verbales entre partidarios y contrarios. No había especial originalidad en los argumentos, centrados en el maltrato animal, pero sí en las discusiones sobre el reciente relevo en el Ayuntamiento de la ciudad. Uno de los taurinos exigía a los contrarios que «aceptéis la democracia, igual que hicimos nosotros hace cuatro años». Desde el otro lado le replicaban que sin apoyo público no habría feria.

El alcalde se ha llevado buena parte de los gritos en la concentración republicana, que ha reunido a unas 200 personas: «Goia, erregearen morroi» o «PNV español»  acompañaron a otros de «La tortura ni es arte ni es cultura», «Torturatzaileak kanpora» o «Los borbones a los tiburones». La tensión inicial, con algún taurófilo pasado de copas al que ha tenido que apartar la Ertzaintza para evitar males mayores, se ha ido desinflando con los minutos, y ahí se ha acabado coreando hasta «Queremos las orejas y el rabo de Juan Carlos».

Gasco había tildado de «talibana» esta respuesta. Para la portavoz de EH Bildu Amaia Almirall, la imagen «carca y esperpéntica» dada hoy en Ilunbe «poco tiene que ver con la realidad moderna y abierta de Donostia». Continuará...