Joseba VIVANCO

Animales de cuatro patas en las fiestas de Euskal Herria

Hasta no hace muchos años no había pueblo en Euskal Herria que no acogiera algún festejo taurino en su fiestas. Arrastre por bueyes o caballos, carreras de burros, juegos con patos, los animales son parte del paisaje festivo vasco.

La carrera de burros de Areta se retomó en 2009 y este año ha contado con once jumentos participantes, alguno no muy convencido de ser montado como se aprecia en la imagen de Aritz Loiola (FOKU)
La carrera de burros de Areta se retomó en 2009 y este año ha contado con once jumentos participantes, alguno no muy convencido de ser montado como se aprecia en la imagen de Aritz Loiola (FOKU)

Era Ignacio de Iztueta quien hace 150 años escribía que «los guipuzcoanos son también aficionados y ciegos para las apuestas de carneros. He solido ver carneros que con golpes fuertes y abundantes que se dan, echan humo del fondo de los cuernos. También he solido ver darse cuenta en el primer golpe que es más débil que el otro y no querer acercarse más». La plaza de Azpeitia ha sido hasta ahora la «meca» de estas luchas que se dirimen tras cruces de entre 20 a 80 golpes entre cornamentas. Una denuncia de la animalista Equo en 2016 generó su particular polémica, se dijo aquello y lo otro, pero el coso azpeitiarra sigue siendo encuentro en fríos domingos invernales de un festejo con más de un siglo de vida en la villa.

La presencia de animales en las fiestas de Euskal Herria ha sido y sigue siendo una constante. Es verdad que cuestionables modalidades como las propias escaramuzas de carneros o las peleas de gallos –prohibidos las segundas por la Ley vasca de Protección Animal, no así los primeros, en una especie de limbo jurídico, aunque en Iurreta ya se impidieron en 2007–, son ya historia, mientras otras, las de arrastre o las que tienen a astados como protagonistas sí mantienen vigencia, no exentas de cierta polémica quién sabe si más mediática que ciudadana.

Mallabia es una de las plazas vizcainas habitual del arrastre de piedra por bueyes y burros, lo que no ha sido óbice para que su ayuntamiento sometiera el 1 de julio a consulta ciudadana si seguir financiando este tipo de actos festivos. Votaron 204 personas, de las que 119 se mostraron a favor de seguir con la tradición, 81 en contra y 4 fueron blancos. Así, para agosto las arcas municipales sufragarán con 12.000 euros sus idi-probak y en febrero 3.000 más las asto-probak. Un resultado que habrá sorprendido al presidente de la Federación Vasca de Juegos y Deportes Vascos, José Antonio Lopategi, muy pesimista en la previa de la consulta. Una piedra más en el carrejo –Sopuerta ya lo prohibió en 2013– en un deporte vasco herido por la pérdida de savia nueva.


Jagoba MANTEROLA / FOKU

Bizkaia, cuna del arrastre con animales, autorizó el año pasado 154 sesiones de idi probak y 126 de zaldi/asto probak. Quince recintos vizcainos, entre cinco y seis en Gipuzkoa, solo el carrejo de Laudio en Araba y ninguno en Nafarroa o Ipar Euskal Herria. Los casos de dopaje han hecho mucho daño y aquí el Gobierno Vasco ha puesto sobre la mesa un reglamento que evite una sentencia de muerte. Pero los apenas 200-300 seguidores habituales de este «círculo vicioso », como lo llama con cariño Lopategi, se enfrentan también a las críticas de «grupos de animalistas o como los llames» pero también a un descenso de público. «Pero como en todo, porque hasta el Athletic se queja de que va menos gente a San Mamés», añade. Tampoco ayuda a animar al público que las entradas al carrejo cuesten entre 15 y 20 euros, «más los potes y una tortilla». Que «si vendes entre 150-180 entradas en dos días, a 20 euros son 3.600 euros, y los premios suben a 7.000 u 8.000, qué hacemos... pedirle al Ayuntamiento, pedir publicidad... si no, no llegas», expone Lopategi.

En el siglo XVII las apuestas en el arrastre de bueyes llevaban numerosa gente a las plazas vascas. Hoy, estas pruebas sobreviven. «Hay que tirar para adelante, es un deporte nuestro, nuestra tradición, nuestra cultura, si no lo hacemos nosotros quién lo va a hacer… Este deporte está vivo, las instituciones quieren mantenerlo, se va a castigar el dopaje, porque si no, esto se muere…», reflexiona.

Este mismo sábado hay astoprobak en Muxika. A finales de julio también el burro fue protagonista en Areta, esa ‘República independiente’ de Laudio que ha recuperado su tradicional carrera de pollinos. Tuvieron su punto álgido en los años sesenta y setenta, y hoy se mantienen a diferencia de Gasteiz donde los Blusas y Neskas decidieron prescindir de la prueba por Santiago y sustituirla hace dos años por una carrera de barricas. En Areta este año participaron once jumentos en su XXXVIII edición, tras recuperarse la prueba en 2009 con todos sus permisos y estricto reglamento. Ancín, en Nafarroa, o el barrio La Panueva de Tafalla, también siguen fieles a sus carreras con burros.

En otros enclaves navarros el protagonista, como lo fue y lo es el ganso en Lekeitio, es el pato. En mayo se celebró en Urdazubi el recuperado ahate jokoa, practicado durante siglos y que desapareció en 1980. Consistía en atar los ejemplares a altura determinada, correr a caballo hacia ellos, agarrarlos por el cuello e intentar arrancárselo, un juego cruento que se ha recuperado en las fiestas aunque con aves de imitación o sacrificadas con antelación para evitarles el sufrimiento. En Zugarramurdi e Ipar Euskal Herria también pervive esta tradición.

50 recortadores vascos

El arrastre por animales, carreras de burros, pero si hay un festejo vasco por excelencia o por historia ese tiene que ver con los astados. «¿Qué tiene más tradición histórica aquí, los toros, la trikitixa o el flamenco? Seguro que la gente dice que la triki, pero solo lleva un siglo entre nosotros; los toros llevan cinco siglos», defiende un conocido como Iñigo Almorza, alma mater de Bergarako Zezenak Ganadutegia y de una de las dos únicas escuelas de recortadores de todo el Estado español, la de Bergara junto a la de Valencia. «En Azpeitia se han celebrado los quinientos años de la primera sokamuturra», aporta en su favor, poniendo sobre la mesa los datos que avalan la afición a la presencia de toros y vaquillas en nuestras fiestas. «Entre Araba, Bizkaia y Gipuzkoa se organizarán unos 500 espectáculos, desde vaquillas a recortadores; en Navarra unos 2.000», detalla.

Una implantación y tradición que no ha evitado ser puestos en cuestionamiento como en Barañain o Huarte, que votaron no a las vaquillas en 2016, sí decidió seguir con ellas Noain y en enero pasado Burlata hizo lo mismo en una consulta popular. «Es mentira que haya debate social, son los medios de comunicación y los políticos los que dan bola a cuatro chocholos que no saben diferenciar un toro de un caballo», protesta. Diatribas al margen, lo innegable es el auge que ha cobrado una modalidad como la de los recortadores, gracias al gran trabajo de escuelas como la de Bergara.

En mayo se celebró la tercera edición del Día de la Vaca Brava de Euskadi. A día de hoy impulsan este despegue una docena de ganaderías vascas y la participación de más de medio centenar de recortadores, alguno, como en Baiona el pasado fin de semana, de solo doce años. Con una media de mil personas por festejo, ya sea en Bergara, Arrasate, Zumarraga, Azpeitia, Tolosa o Eibar, Gipuzkoa lidera este auge del arte de burlar al astado que también ha calado en Bizkaia. El duelo sobre la arena gusta y hay cantera asegurada.

«Hay una afición terrible aquí porque este país se ha divertido toda su vida con los toros. Es el espectáculo más puro que hay», defiende Almorza. Se discrepe o no con la presencia de animales en las fiestas, bueyes, toros, burros o patos forman parte inequívoca de ellas.