Gotzon ARANBURU
ARRASATE

Enfermedades mentales

Si uno se rompe la pierna, se la operarán y luego tendrá que hacer rehabilitación, con la ayuda de un fisioterapeuta o en solitario, hasta puede que aislado de todo oyendo música con los auriculares puestos. Pronto volverá a ser el de antes. Pero si lo que se rompe es algún delicado mecanismo del cerebro, además de la intervención de siquiatras y sicólogos necesitará de la ayuda de la sociedad para reintegrarse a la misma. Es un daño que no se puede curar en solitario. El estigma social que todavía conlleva la enfermedad mental se combate saliendo a la calle, al polideportivo, a la casa de cultura y al supermercado. El personal de los CRPS (Centros de Rehabilitación Psicosocial) anima, da impulso y acompaña a los enfermos mentales en su reintegración social.

Lorea Montoya y Vicente Hueso, del Centro de Rehabilitación Psicosocial de Arrasate. (Gotzon ARANBURU)
Lorea Montoya y Vicente Hueso, del Centro de Rehabilitación Psicosocial de Arrasate. (Gotzon ARANBURU)

En Euskal Herria estamos acostumbrados a figurar, cuando se nos compara con el Estado español, en los primeros puestos de los ranking de calidad de la atención sanitaria. Sin embargo, en lo que se refiere a la rehabilitación social de las personas con enfermedad mental grave, el podio nos queda lejos. Catalunya, Madrid, varias ciudades de Andalucía… están más avanzadas en este terreno, pero el trabajo de varios organismos y entidades vascas va haciendo que la ventaja se reduzca. Los CRPS gestionados por el Hospital Aita Menni de Arrasate son una de esas herramientas de rehabilitación psicosocial (junto a iniciativas como AVIFES, AGIFES, ANASAPS, Cruz Roja, Hurkoa, Why Not…) y la hemos conocido de cerca de la mano de Deiene Gallastegi y Lorea Montoya, profesionales del centro arrasatearra.

Como todo enfermo, el afectado por una dolencia mental grave recibe en primer lugar una atención principalmente sanitaria, con objetivo de establecer diagnóstico y recibir el tratamiento adecuado sicopatológico. Una vez lograda la estabilización de su estado clínico y controlados los síntomas más agudos, se pasa a la segunda fase, en la que la persona afectada se enfrenta a una compleja problemática socio-sanitaria que afecta a su integración psicosocial, esto es, a su encaje en un entorno familiar, social y laboral en el que tendrá que convivir con el estigma asociado todavía a ese tipo de enfermedad, estigma que no padecerá su vecino que se ha roto la pierna o la amiga a la que le han instalado un bypass.

Deiene (sicóloga) y Lorea (trabajadora social) conocen bien el terreno que pisan. Como el resto del equipo, que coordina Vicente Hueso, jefe clínico de la línea comunitaria que el Hospital Aita Menni dispone para el tratamiento de personas con enfermedad mental grave, conviven día a día con las personas usuarias de los CRPS y saben lo que supone para los afectados el estigma de la enfermedad mental. Las personas que acuden a dichos centros para recibir el tratamiento rehabilitador son personas que han recibido un diagnóstico psiquiátrico del entorno de la psicosis (síndromes cerebro-orgánicos, esquizofrenia, trastorno bipolar, trastorno depresivo recurrente, trastornos paranoides…) acompañado, en ocasiones, de consumo y/o dependencia de sustancias tóxicas.

Una vida cotidiana lo más normalizada posible

«El objetivo último de los CRPS es lograr que las personas usuarias realicen una vida cotidiana lo más normalizada posible, que sean autónomas, que cuiden de sí mismas y que se manejen en su entorno social como lo hacemos los demás. En definitiva, lo que se busca con cualquier otro tipo de enfermo. Para eso, en nuestros centros contamos con personal especializado capaz de ofrecer el apoyo y la orientación necesaria en cada caso, de modo que con la aportación de todos y la colaboración del propio interesado y de su familia, muy importante, vamos logrando una mejora progresiva» indica Deiene.

La familia. El ámbito más próximo a la persona afectada por la enfermedad, quienes mejor le conocen y quienes de más cerca experimentan sus crisis y recuperaciones. De hecho, una gran mayoría de personas afectadas convive con su familia, son minoría quienes acceden a un piso tutelado o a una residencia. El personal de los CRPS mantiene un contacto continuo, bien sea presencialmente o telefónicamente, con los familiares, para escucharles y aconsejarles profesionalmente cuando la situación lo requiere. También se celebran reuniones familiares grupales en el propio centro, para que las familias compartan experiencias entre sí y se las hagan llegar a los profesionales.

«Las personas con las que trabajamos –indica Lorea– llevan generalmente muchos años conviviendo con el enfermo y han aprendido a manejar las situaciones complicadas que se presentan, pero con todo a veces necesitan de nuestro asesoramiento, de explicaciones y orientación profesionales, objetivas, para actuar lo mejor posible con el familiar afectado».

El trabajo en red es fundamental para ayudar a la persona con enfermedad mental. Son muchas las personas que entran en contacto con la persona usuaria, desde su familia hasta el personal del CRPS, pasando por el del centro de salud mental al que esté adscrito o el del piso tutelado en su caso, de forma que en cada uno de estos ámbitos se recoge una información que se comparte entre los profesionales para obtener una foto completa, para así afinar al máximo en la forma de abordar la problemática de cada persona y hacerle llegar un mensaje unívoco, unas pautas claras de comportamiento. Eso sí, en todo caso la confidencialidad es sagrada y ninguna de estas informaciones, en muchos casos delicadas, traspasa el ámbito de los profesionales directamente implicados.

Estigma

Volvamos al estigma. Hace ya mucho que la siquiatría optó por abandonar esquemas de hospitalización y aislamiento en el tratamiento del enfermo mental, para pasar a abrirse a la sociedad «normal». Es más fácil de decir que de hacer. Hay que preparar al paciente en autocontrol y manejo del estrés, en habilidades sociales, en resolución de problemas, en habilidades instrumentales … y a la sociedad hay que hacerle ver que no pasa nada por compartir la cancha del polideportivo con un grupo de personas afectadas, o asistir juntos a una exposición en la casa de cultura, o saltar y bailar codo con codo en las fiestas del pueblo, o tomar un pote o un café en el bar de la esquina.

Cada profesional trabaja preferentemente en su ámbito. En esa labor de preparación que hemos citado, Deiene, como sicóloga, trabajará por ejemplo el manejo del estrés o el autocontrol del paciente en situaciones como el consumo de sustancias tóxicas; Lorea, como trabajadora social, le ayudará en cuestiones prácticas como la realización de gestiones administrativas; el terapeuta ocupacional le guiará en sus habilidades instrumentales, en la gestión de su tiempo libre, de sus hobbies. Todos ellos llevarán a cabo con los pacientes, todavía sin salir del centro, la reproducción de situaciones cotidianas –role playing– con las que se toparán una vez en el exterior, en el mundo real. Porque al final, hay que salir, hay que enfrentarse a una sociedad que desgraciadamente no está muy por la labor.

Sin embargo, poco a poco se avanza. Deiene contesta rauda al preguntarle si se obtienen resultados: «Desde luego que sí, y científicamente comprobados. En muchos casos, la persona afectada, que precisamente por el estigma que arrastra ha perdido muchas relaciones o las tiene de poca calidad, que apenas alcanza a manejarse por sí misma, llega a obtener un alto grado de autonomía y de control de su vida. Esto es, hace sus compras en el supermercado, se mueve en autobús, hace deporte, toma un café en el bar…». Además, empiezan a trabajarse ámbitos como el del voluntariado, por ejemplo atendiendo en tiendas de comercio justo o colaborando en la carrera de montaña Ehunmilak, de Beasain. Precisamente el de Beasain es uno de los centros pioneros en Gipuzkoa, con diez años ya de existencia. También hay CRPS en Donostia e Irun; este de Arrasate es el más nuevo.

Si hay un ámbito en el que la rehabilitación psicosocial es especialmente problemática es el del trabajo. Muchas personas con enfermedad mental tienen la capacidad y la necesidad de trabajar, de tener un empleo, pero son pocas –de nuevo, el estigma– las puertas que se les abren. En cualquier caso, en los CRPS reciben la orientación necesaria, y surgen oportunidades laborales, caso de los talleres Gureak, una vez que el paciente haya recibido el alta del centro, pues como subraya Deiene los CRPS son centros de paso, temporales. El objetivo último, repite, es que el individuo disponga por sí mismo de las herramientas suficientes para manejarse en sociedad.

Documental ‘Zarena Gara’

En este empeño, cobran especial valor iniciativas como el rodaje de un cortometraje (‘Zarena Gara’) sobre la enfermedad mental y la integración social de estas personas llevado a cabo por los alumnos del grado de Audiovisuales de Mondragón Unibertsitatea. A partir de una invitación desde uno de los centros en Arrasate, el Hospital de Día, un grupo de alumnos se puso manos a la obra y el resultado se pudo ver el pasado miércoles, Día Mundial de la Salud Mental, en la sala de Kulturate de Arrasate.