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Donostia

La maratoniana pionera Kathrine Switzer anima a luchar por la igualdad entre géneros

Kathrine Switzer, la primera fémina en correr un maratón con dorsal en 1967, ha advertido de que todavía existen «techos de cristal» para las mujeres, y considerado que la lucha por la igualdad no debe hacerse «desde la confrontación», sino desde la cooperación y la ayuda mutua.

Kathrine Switzer, en la charla que ha ofrecido en el Deusto Forum Gipuzkoa. (@markelolano)
Kathrine Switzer, en la charla que ha ofrecido en el Deusto Forum Gipuzkoa. (@markelolano)

La atleta estadounidense, de 71 años, que a los 19 se convirtió en un símbolo de la igualdad en el deporte por participar y terminar la carrera de los 42 kilómetros el 19 de abril de 1967 en Boston –a pesar de la oposición incluso violenta de alguno de los organziadores–, ha pronunciado este martes una conferencia en el ciclo ‘Pioneras’, organizado por Deusto Forum Gipuzkoa en Donostia.

Ataviada con un chándal, zapatillas y el dorsal 261, que le asignaron en su primer maratón y que desde entonces le ha acompañado en los otros 38 que ha disputado, Switzer ha contado durante más de una hora su historia en un discurso en el que ha conjugado detalles de su «gesta» con constantes mensajes dirigidos a los y las estudiantes que han llenado la sala.

Tras ser presentada por el diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, y escuchar la canción de Javier Muguruza le dedicó hace tres años, esta pionera que el pasado domingo no pudo participar en la Behobia-Donostia debido a una lesión pero entregó el trofeo a la ganadora de la prueba, Aroa Merino, ha recordado algunos de los «mitos» sobre las mujeres deportistas en los años sesenta.

«Se decía que si practicabas mucho deporte te podrías convertir en un hombre o que podrías tener dificultades para tener hijos. Ahora sabemos que las mujeres tienen más aguante, más resistencia y más flexibilidad en el deporte, aunque no tanta fuerza como los hombres», ha indicado.

Ha subrayado que el modelo de los Juegos Olímpicos «se diseñó» para la fuerza masculina, y ha augurado que se crearán deportes específicos para las características de las mujeres. «Es importante crear esas capacidades» porque hombres y mujeres pueden ser «complementarios» y necesitan «cooperar y ayudarse mutuamente».


La deportista ha compartido con el público recuerdos de sus inicios, con 12 años, cuando corría un kilómetro al día en el jardín de su casa siguiendo la recomendación de su padre, un coronel del ejército estadounidense que le quitó de la cabeza la idea de ser animadora y le aconsejó que entrara en el equipo de hockey hierba.

En el campo de juego descubrió que lo que le gustaba era correr, algo que le hacía sentir «poderosa» y «capaz de asumir desafíos y riesgos. Corría cada día y he seguido corriendo durante 59 años porque es magia».

En la Universidad de Siracusa, donde cursó estudios de periodismo para ser comentarista deportiva, una profesión también vetada a las mujeres en el año 1966, entró en contacto con su entrenador, un corredor de maratones que hacía las funciones de cartero entre los alumnos del centro y que introdujo el «gusanillo» de la larga distancia en la joven Switzer.

«Aunque fuera de rodillas»

Fue entonces cuando pensó en el maratón de Boston. Pagó los dos dólares que costaba el dorsal entonces y se apuntó en la prueba como K.V. Switzer, una identidad que pasó por masculina a los ojos de la organización.

Switzer ha rememorado cómo a los dos kilómetros de iniciar el recorrido el director de la prueba se avalanzó sobre ella y le espetó: «Sal de mi carrera y entrégame ese dorsal», pero su novio consiguió que la dejara seguir. «Continúe con un gran enfado y pensé que debía terminar los 42 kilómetros, aunque fuera de rodillas, porque de lo contrario daría la razón a quienes argumentaban que las mujeres no podían con carreras tan largas».

Ese año fue la única en cruzar la línea de meta, con un tiempo de 4 horas y 20 minutos. 50 años después, en 2017, volvió al maratón de Boston. Junto a ella 13.000 mujeres participaron en la prueba.