Ramón Sola
Bilbo

Rosa Lluch y Ane Muguruza, dos víctimas a campo y corazón abierto

Mientras asociaciones de víctimas de ETA permanecen atrincheradas, la hija de Ernest Lluch y la de Josu Muguruza han reafirmado en Bilbo que saliendo a campo abierto y mirando al futuro las coincidencias superan con mucho a las diferencias. Las bases para ello: la verdad como requisito, la empatía como método, la convivencia como objetivo. Dos testimonios muy sinceros y más que constructivos.

Conversación entre Ane Muguruza y Rosa Lluch. (Luis JUAREGIALTZO / FOKU)
Conversación entre Ane Muguruza y Rosa Lluch. (Luis JUAREGIALTZO / FOKU)

Se conocieron hace medio año en una jornada convocada por el Ayuntamiento de Barcelona y hoy han vuelto de nuevo a sumar sus testimonios en Bilbo. Son Ane Muguruza, hija póstuma de Josu Muguruza, diputado de HB víctima de la guerra sucia en 1989, y Rosa Lluch, hija de Ernest Lluch, exministro del PSOE con cuya vida acabó ETA en 2000. Han intervenido esta tarde en una charla organizada en la Universidad de Deusto por el Foro Social Permanente y Hitz&Hitz Fundazioa.

Representan dos muertes que «provocaron un impacto político tremendo y sobre todo dolor, profundo dolor», según se ha remarcado en la presentación. «Dos asesinatos selectivos, no al azar», ha añadido Lluch.

La de los «puentes» ha sido una metáfora recurrente. Lluch ha concluido animando a construirlos en Euskal Herria, sobre este principio: «Cada uno tiene que reconocer en qué falló, qué hizo mal. Pero, por favor, sin comparaciones –ha pedido–. Y sin recibir humillaciones. Debéis dejar de coexistir para empezar a convivir».

La condición de víctima

Una y otra han compartido reflexiones sobre la condición de víctima, una etiqueta que no niegan pero que sienten que se les queda corta. Lluch lo ha explicado así: «¿Soy víctima de ETA? Sí. ¿Soy hija de Ernest Luch? Sí. Pero soy también historiadora, profesora de Universidad, mujer, madre, he pasado una grave enfermedad, soy catalana... soy muchas cosas. Lo que nos diferencia a unas y otras víctimas, con todo el respeto, es que algunas seguimos con el camino que teníamos antes de eso que no elegimos ser».

Y Muguruza ha apostillado que «soy hija de Josu, sí, pero también de Elena. Tengo 29 años, nací 17 días después de que asesinaran a mi padre, pero el conflicto apareció en mi familia mucho antes, no fue algo puntual. Mis padres estuvieron en el exilio, en la cárcel... mi padre fue el primero que entró en el bar cuando el GAL mató a Ramon Oñederra ‘Kattu’».

Les hace especial e iguala también el modo en que han afrontado sus dramas. Muguruza ha apuntado que en su casa no ha conocido «ni odio ni venganza ni ojo por ojo», aunque sí el sentimiento de injusticia por la impunidad. Y Lluch ha puesto sobre la mesa su especificidad: «Soy catalana, de otro país, con otra cultura, con otra forma de mirar el mundo. De donde yo vengo, la mayoría de la gente es contraria a la violencia, no la entiende».

Necesidad de verdad

La necesidad de verdad es otro factor común. La vasca ha puesto el acento en que «yo no necesito ver a los que mataron a mi padre en la cárcel para sentirme reparada, preferiría un reconocimiento público del Estado». A la catalana le dan vuelta en la cabeza algunas preguntas que sí alivirían su dolor: «¿Quién decidió matar a mi padre? ¿Por qué? ¿Para qué? Necesitamos la verdad para seguir andando, no para vengarnos ni para recrearnos. Alguien debería explicar para qué sirvió tanto dolor».

Pero no necesita ni apoya, por ejemplo, que los presos sean alejados, menos aún cuando «su familia no tiene que pagar por ello, ni aunque hubieran compartido sus crímenes. Y la ley debe aplicarse igual para todos».

El relato es una cuestión que envenena el camino, socava los puentes que intentan construir personas como ellas. Ane Muguruza ha incidido en que «si se quiere hacer una memoria compartida, es fácil»; ha reivindicado «la empatía, fijarnos en lo que no nos hemos fijado antes, porque todos hemos mirado hacia otro lado»; y ha añadido que «aquí no hay vencedores y vencidos porque todos hemos perdido, hemos perdido mucho». También para Lluch esa memoria tiene que recoger tanto la violencia de ETA como la estatal, subrayando siempre que ninguna violencia es aceptable.

Desde el Foro Social, Agus Hernán ha dado las gracias a Muguruza y Lluch «por atreveos a sentaros en la misma mesa y miraros a los ojos». Y se ha dirigido a los agentes políticos, institucionales y sociales para que «contribuyan a generar esa atmósfera social que permita la construcción de la verdad, mediante la puesta en práctica de mecanismos e iniciativas novedosas».