Emma Pons Valls (Efe)
ATENAS

Miles de refugiados siguen atrapados en Grecia al cumplirse tres años del acuerdo UE-Turquía

Los refugiados en Grecia ya no llenan las portadas, pero cuando se cumplen tres años del acuerdo alcanzado entre la Unión Europea (UE) y Turquía, siguen llegando a diario y miles de ellos continúan atrapados en el país heleno, especialmente en las islas, donde el acuerdo también ha cambiado la vida a los locales.

Migrantes y refugiados participan en una marcha antifascista y antirracista en Atenas. (Louisa GOULIAMAKI/AFP)
Migrantes y refugiados participan en una marcha antifascista y antirracista en Atenas. (Louisa GOULIAMAKI/AFP)

El acuerdo es un «fiasco» que lejos de solucionar problemas ha generado más. Uno de ellos es el retraso en los procesos de asilo, fruto de «un sistema más complejo» durante el examen de las solicitudes, explica Yiota Masuridu, abogada especializada en derecho de asilo, en declaraciones a Efe.

Masuridu considera que la mejor respuesta para resolver los problemas derivados del acuerdo sería retomar el programa de reubicación de refugiados de los estados del sur hacia los del norte de la UE.

El acuerdo con Turquía «no reparte la responsabilidad sino que la otorga a los estados fronterizos», opina.

La declaración conjunta entre la UE y Turquía, que entró en vigor el 20 de marzo de 2016, establece que todos los refugiados que lleguen a Grecia deben permanecer en las islas y que solo pueden ser trasladados a la parte continental aquellos que pertenecen a grupos vulnerables o cuya solicitud de asilo haya sido admitida a trámite.

Si bien este pacto con Turquía sirvió para reducir las llegadas por mar –de alrededor de un millón entre 2015 y marzo de 2016 pasaron a sumar 85.000 en tres años– no ha ayudado a resolver la situación en los campos, que a día de hoy continúan superpoblados.

Taha, sirio de 30 años, llegó a Lesbos apenas unos meses después de la aprobación del acuerdo, en julio de 2016.

De haber llegado antes, probablemente habría podido abandonar la isla en poco tiempo. Así tuvo que pasar más de un año en el infierno de Moria, el campo convertido en el símbolo del fracaso de la política migratoria en Europa.

Debido a una antigua afección de piel que empeoró debido a las condiciones insalubres de Moria y gracias a que encontró trabajo como profesor, Taha pudo trasladarse al campamento de Pikpa, al que en principio solo pueden ir personas que pertenecen a grupos vulnerables.

Taha cuenta a Efe que su vida en los dos campos fue «mental y físicamente completamente distinta». En Moria no podía hacer nada, solo salía de la tienda para atender algunas clases de griego, mientras que en Pikpa participaba en todo tipo de eventos culturales.

Intérprete de formación, Taha dejó Siria a principios de 2016 y se estableció en Turquía, aunque por poco tiempo. «Sabía que tendría que esperar un tiempo largo en la isla pero es mejor estar en una tienda en Europa que vivir en Turquía», explica resignado, ya en Atenas, adonde logró llegar después de dos años y medio y tras serle admitida a trámite su solicitud de asilo.

«Tras el acuerdo, las islas se convirtieron en espacios de privación de libertad. Esto ha destruido completamente las comunidades locales», sostiene la abogada Masuridu.

«Antes, los habitantes de las islas tenían ganas de ayudar, lo veían como una cuestión humanitaria, y veían el paso de los refugiados por la isla como una etapa más en su viaje. El acuerdo cambió su mentalidad, porque señalaba a los que llegaban como 'los otros', los que tenían que ser expulsados», lamenta.

En algunos casos, esta situación ha degenerado en incidentes racistas, como en Samos, donde algunos padres han retirado desde hace dos semanas a sus hijos de clase porque al mismo colegio van niños refugiados, y eso a pesar de que ni siquiera comparten horario escolar.

En Lesbos 32 personas fueron detenidas por intentar izar una gran cruz para «asustar» a los migrantes.

Para el alcalde de Lesbos, Spyros Galinós, los episodios racistas que se han vivido en la isla están vinculados al crecimiento de la extrema derecha en toda Europa, debido «a la mala gestión de la crisis migratoria por parte de la UE». Según cuenta a Efe, hay gente que está tratando de «polarizar» a las comunidades locales.

Refugiados como Taha que a pesar de estar atrapados en Grecia continúan soñando con otro destino en Europa luchan para no quedar en el olvido a través de la autoorganización y acciones callejeras, como la manifestación contra el tercer aniversario, que llenó las calles de Atenas con un solo grito: «¡Abrid las fronteras!».