Ibai AZPARREN

Ezkaba, 81 años después: «Como nada he hecho, a mí nada me harán»

La asociación Txinparta-Fuerte San Cristóbal ha celebrado el homenaje anual a los presos que estuvieron allí encerrados entre 1934 y 1945, en el 81 aniversario de la fuga. Este año se han centrado en los presos «gubernativos», aquellos que de los que no quedó constancia documental de su encierro ni de su muerte.

Al finalizar el acto, familiares han depositado flores frente a la puerta del fuerte. (Idoia ZABALETA/FOKU)
Al finalizar el acto, familiares han depositado flores frente a la puerta del fuerte. (Idoia ZABALETA/FOKU)

Javier Rocafort, de profesión electricista, trabajaba en la extensión del tendido eléctrico de Sangüesa. Unos días después del alzamiento militar, lo llevaron preso por el único delito de pertenecer al partido Izquierda Republicana.

Su esposa, Dominica Lozano, se trasladó a Iruñea para poder ayudarle en lo posible. No paró de hacer gestiones para evitar lo peor. Los militares le dijeron que para liberarlo sería conveniente conseguir certificados de buena conducta por parte las autoridades de Sangüesa.

Finalmente se los concedieron, pero antes de que lo pusieran en libertad, alguien sacó a Rocafort y a otros presos del Fuerte y los fusilaron. Era habitual que grupos de pistoleros falangistas y carlistas de los mismos pueblos sacaran a los presos y los fusilaran en los alrededores.

«Me recuerdo mucho de los chicos. Por mí estad muy tranquilos, estoy bien. Como yo nada he hecho, a mí nada me harán. Domi, me parece que voy a ser tan feliz cuando nos juntemos con nuestros hijos como nunca. Créeme, que todo lo que tú haces por nosotros pienso compensártelo con creces», escribía un día antes de su fusilamiento.

A nuestro alrededor, multitud de miradas vienen a preguntar qué importancia pude tener conocer el sino de los desaparecidos hace 80 años. Pero es sabido que la vida de un desaparecido carece de final, como la de Rocafort, cuyos restos nunca fueron encontrados.

Son los llamados presos «gubernativos», como Rocafort, prisioneros que no habían sido juzgados pero que se encontraban encerrados en el fuerte como medida represiva por sus ideas libertarias, socialistas, comunistas, republicanas o abertzales.

Y en ellos se ha centrado el 81 aniversario de la fuga de Ezkaba organizado por la asociación Txinparta-Fuerte San Cristóbal. Desde Casalarreina (La Rioja) a Oiartzun, pasando por Zangoza, sus familiares han explicado sus casos, vivencias y el sufrimiento generado y reprimido en 40 años de dictadura.

El aire que sopla y silba a casi 900 metros y la fuerte lluvia primaveral no han evitado que familiares leyeran, con la voz entrecortada, las cartas escritas por los prisioneros.

Entre tanto, el grupo Taupadak ha interpretado "Maravillas", de Berri Txarrak, y "La estancia" de Barricada, frente a un centenar de personas que ondeaban banderas republicanas.

Tampoco han faltado bertsos y poemas, ni aurreskus acompañados de la sonoridad limpia producida por el txistu y el sonido atávico de la txalaparta. Quizá en memoria de Leoncio Aranburu, teniente alcalde de Oiartzun, capturado junto a distintos miembros del PNV y trasladado al Fuerte. Fue fusilado el 25 de octubre de 1936.

Su nieta, María José Olaizola, ha relatado su historia bajo las carpas que protegían del aguacero y, rodeada de paragüas, ha protagonizado el homenaje de cada año y combatido la infamia del olvido.

Al finalizar el acto, varios asistentes han recogido botellas con mensajes y varias flores rojas se han colocado frente a la puerta del fuerte. «El mejor homenaje, continuar la lucha», reza el graffiti que da la bienvenida al fuerte.

Fuga de 1938

El fuerte de San Cristóbal domina la ciudad de Iruñea desde el monte Ezkaba. La excavada fortaleza creeada en el siglo XIX para las guerras carlistas nunca llegó a tener un uso defensivo. En 1934 se estrenó como cárcel para los represaliados de la Revolución de Asturias y no cesó su actividad hasta 1945.

La evasión de presos del Fuerte de Ezkaba se produce el 22 de mayo de 1938, cuando la guerra va a cumplir dos años y se inclina a favor de los rebeldes. Tres fugados, entre 795, alcanzaron la frontera y pudieron salvarse. Otros 200 fueron fusilados en las faldas del monte o los pueblos adyacentes.