Janina PÉREZ ARIAS
Entrevue
César DÍAZ
DIRECTOR DE CINE

«En Guatemala se habla muy poco del genocidio, y menos públicamente»

‘Nuestras madres’, ganadora de la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes, se presenta en Zinemaldia en Horizontes Latinos.

El director, César Díaz, es hijo de una de las miles de personas que desaparecieron.
El director, César Díaz, es hijo de una de las miles de personas que desaparecieron.

La Guerra Civil en Guatemala (entre 1960 y 1996) dejó un saldo de más de 200 mil muertos y desaparecidos. César Díaz, quien se convertiría en cineasta tras sus estudios en Bélgica, es hijo de uno de esos hombres que nunca más volvieron a sus casas.

En su primer largometraje ‘Nuestras madres’, además representante de Bélgica en los premios Oscar como mejor película extranjera, narra la historia de Ernesto (Armando Espitia), un investigador forense que se dedica a exhumar e identificar las osamentas que yacen en las fosas comunes, así como a recolectar los testimonios de las víctimas del genocidio.

¿Cómo pudo separar su historia personal de su labor como realizador?
Fue una de las cosas más difíciles porque desde el momento de la escritura los otros personajes avanzaban, crecían, se enfrentaban a problemas, mientras que Ernesto no se desarrollaba. Creo que fue el tiempo lo que me dio la distancia, también el hecho de trabajar con consultores. Además, hubo un momento en el que me dije que no estaba haciendo una película autobiográfica, que más bien apelaba a la ficción, no solo como medio para expulsar mis propias obsesiones.

Ahora con la película acabada y recorriendo su camino, tiene que hablar de ella. ¿De qué manera se protege?
Pienso en el bien común, en que mis palabras puedan generar un diálogo entre el espectador y el objeto cinematográfico. Por otro lado, deseo que esta película pueda ser un puente para que en Guatemala podamos discutir sobre nuestros problemas y nuestros dolores. Me protejo diciéndome que Ernesto no soy yo. Esa fue la única manera que encontré para protegerme porque si me involucrase de nuevo personalmente como lo hice en el momento de la escritura del guion y en la preparación con los actores o en el rodaje, estaría destrozado.

Los testimonios del genocidio de las mujeres de la región de Pambach fueron también una de las motivaciones para ‘Nuestras madres’. ¿Son escuchadas las víctimas?
En Guatemala se habla muy poco del genocidio, y menos públicamente. Ya decir que eres hijo de un guerrillero, te pone en un espacio particular. Estas mujeres se te paran enfrente y te cuentan en detalle cuándo llegó el ejercito a su población, cómo mataron, cómo les violaron. Me tocó profundamente la entereza y la dignidad con la que cuentan sus historias; y más allá de que ellas vivan en su tradición oral, al volver a contarlo, se convertía en algo real. Para todos los negacionistas que dicen que en Guatemala no pasó nada, que todo es un invento, el hecho de que ellas lo narren, me parecía un acto de valentía.

¿En qué radica la invisibilidad a la que están sometidas las comunidades indígenas?
El problema con los pueblos originarios es que no estamos orgullosos de la identidad, y la gran contradicción es que en Guatemala se enorgullecen de los avances tecnológicos y matemáticos de los mayas como una civilización avanzada, pero en realidad los pueblos indígenas guatemaltecos son los más desprotegidos, los más pobres, los más vulnerables, los que más sufren el racismo. Creo que el primer paso sería estar orgulloso de ser poblaciones indígenas, ese es el camino para poder reconocer nuestros derechos.

¿Qué impide sentirse orgullosos de esa identidad?
La mirada del otro. Esa mirada condescendiente, racista, que no te considera como un ser humano, sino sólo como un trabajador, un campesino o una trabajadora doméstica. La otra cosa es que no puedes sentirte orgulloso cuando te están despojando de tus tierras, del agua, y de las posibilidades de ejercer tus derechos, y es que cuando tu realidad es la pobreza y te están quitando lo poco que te queda, no hay posibilidad de sentirte orgulloso.