Ramón Sola
Entrevue
Iñaki Egaña
Historiador y autor de «Historia vasca de la humanidad»

«Hemos sido una cultura casi irrelevante, estábamos en uno de los refugios europeos»

Con casi medio centenar de libros ya, el historiador donostiarra Iñaki Egaña se adentra ahora en mares muy profundos. ’’Historia vasca de la Humanidad» (Txalaparta) habla del Big Bang pero también de Arditurri, de inteligencia artificial pero también de por qué los vascos decimos «txorta egin».

Iñaki Egaña, con su último y más peculiar trabajo. (Juan Carlos RUIZ | FOKU)
Iñaki Egaña, con su último y más peculiar trabajo. (Juan Carlos RUIZ | FOKU)

Iñaki Egaña es conocido sobre todo por investigaciones sobre el conflicto vasco, un tema muy concreto, muy pegado a la tierra y muy local, por decirlo de algún modo. Ahora ha saltado muy lejos...
Sí y no. Este también es un libro muy pegado a la tierra. Quien me siga ya sabe que los temas universales son una de mis «paranoias», en muchas ocasiones me producen desasosiego, personalmente me afecta todo lo que ocurra en el planeta. Hace ya años leí un libro de Mark Kurlansky, ‘‘La historia vasca del mundo’’, que es una gran aportación en el sentido de lo que los vascos le hemos dado al planeta. Yo he querido hacer un poco el camino inverso; contar lo que el mundo ha aportado a los vascos, la historia general del sapiens y de cómo se ha «portado» en este territorio. Tenemos 60.000 años de antigüedad en la forma anatómica moderna, somos parte de una comunidad que hoy se reparte entre Bostwana y Sudáfrica y que llegó a Europa. Y hay que tener en cuenta que solo estamos estudiando el 5% de la Historia. El ADN ha puesto patas arriba todo.

¿En qué sentido?
Los avances en el ADN han convertido la Historia en científica. Y esta es una revolución que ha terminado con cantidad de fábulas. Se puede hacer un mapa de todas las migraciones a través del ADN. El ADN nos enseña, por ejemplo, que toda la base de la Reconquista hispánica era una mentira gigantesca. ¿Y los vascos? Hemos vivido en un refugio en una época glacial, en la que hubo una primera migración desde lo que era Anatolia. Así sabemos por ejemplo que la nuestra es una de las poblaciones menos «contaminadas», por decirlo mal y pronto, de Europa. Y ya puesto, me dije que por qué no empezar más atrás aún, por el Big Bang, y explicar las posiciones que existen en el mundo científico, así que hay otro capítulo previo. Aunque pueda parecer un poco pedante, este libro va de los 110.000 millones de hombres y mujeres que han poblado el planeta desde hace 60.000 años, según se calcula.

¿Dónde queda Euskal Herria en ese plano tan amplio? ¿Se percibe algo o se diluye totalmente?
Nuestro país aparece en todos los capítulos de este libro, a modo de destellos. Porque, por ejemplo, mientras ocurren hechos universales como la ejecución del emperador Maximiliano o la Comuna de París aquí tenemos la segunda guerra carlista. La globalización no es exclusivamente algo actual.

Pero, ¿el mundo nos ha visto?
Hemos sido una cultura casi irrelevante. Estábamos en uno de los cuatro refugios europeos en la época de la última glaciación y éramos una comunidad extremadamente pequeña. Luego entramos en la historia mundial a través del mar, en época mucho más reciente, como explica bien Kurlansky. Los vascos eran los mejores pilotos y contramaestres del universo, todas las marinas que se apreciaran tenían alguno.

¿Aislados para lo bueno y para lo malo?
Toda la «cultura» nos ha llegado a través del Ebro normalmente, y siempre con retraso. La zona más avanzada en cuanto a novedades ha sido siempre la ribera del Ebro. La costa estaba a muchos kilómetros, Urbasa y Andia hacían de frontera natural porque eran lugares infranqueables por los hielos y por la altura, así que la separación de las comunidades era muy notable, yo creo que por eso se explican también las diferencias en el euskara.

¿Qué nos particulariza respecto al resto del mundo aparte de lo obvio, de la lengua?
Nada más, o muy poquito más. Nos hacen peculiares la cultura y lo social, pero eso pasa en cualquier otra parte del mundo. Las diferencias genéticas resultan irrelevantes. Lo que nos diferencia de alguien del altiplano americano, por ejemplo, es tres veces menor que lo que diferencia a los chimpancés de un lado y otro del Congo. Somos mucho más parecidos de lo que pueda parecer. Después del último deshielo, el «ADN vasco» se extendió mucho por Europa. Incluso hay una tesis muy exótica en la que ha incidido Xabi Otero, que nos une con parte del poblamiento de América, bordeando los hielos perpetuos que llegaban más o menos hasta lo que hoy es Burdeos. El ADN no lo ha confirmado, pero la arqueología sí. Hay muchos espacios abiertos a la investigación, y la curiosidad es insaciable.

Ha mencionado al inicio que esa curiosidad parte del desasosiego. Y hay un tema que aparece varias veces en el libro: la inteligencia artificial. ¿Cuánto le inquieta?
Me come el tarro, sí. Ray Kurzweil prevé que en 2045 la inteligencia artificial superará a la humana y a partir de ahí tendrá un potencial mil veces mayor. Olga Tokarczuk, la Nobel de Literatura, tiene un capítulo bestial en el que se dice poseedora del «síndrome del mundo cruel» como otras muchas personas que hoy pasan el día entero siguiendo por la tele, los periódicos o las redes sociales noticias de bombardeos, de niños que mueren de hambre, de enfermedades que no quieren curar las farmacéuticas... Hay muchos motivos para el desasosiego cuando sabemos hoy que el 1% de la población mundial controla el 80% de los recursos, cuando seguimos en el eurocentrismo pese a que Europa no es centro demográfico ni de nada...

¿Qué más aporta este trabajo tan multidisciplinar?
La parte cronológica es la historia de la Humanidad. En la parte temática he incluido cuestiones de las que se habla poco normalmente, como las enfermedades o el sexo, siempre con referencias a nuestra realidad. Y he tratado de huir de estereotipos, por ejemplo para contarlo también desde el punto de vista de las mujeres, pero no solo de las mujeres «extraordinarias» como suele hacerse cuando se usa ese criterio: Madame Curie, Pasionaria... he huido de esos nombres. Igual alguien se me enfada por el tratamiento de la Monarquía navarra... creo que los mitos sirven para cohesionar comunidades, pero algunos se pasan de la raya.

En todo este contexto amenazante, de la inteligencia artificial al cambio climático, ¿los vascos tenemos futuro?
El tiempo corre en contra nuestra como comunidad cohesionada; hay más conciencia nacional, pero también más pluralidad. No es bueno ni malo, son los tiempos que corren. Y todas las novedades aceleran de tal manera los procesos culturales que el futuro es muy incierto. Hemos visto películas en que aparece una elite que vive en un satélite artificial o en el lugar más perfecto del planeta mientras una masa de pobres marginados está recluida en ghetos con chips que les controlan... y eso seguramente se va a dar. Pero en este momento tenemos cosas que aportar al conjunto de la Humanidad, igual que lo tienen otras comunidades, y de eso nos tenemos que valer. Nuestro futuro es seguir trabajando por la justicia social, contra la desigualdad, unificando esas dos luchas (nacional y social) como se teorizó hace unas décadas. Si no, lo tenemos complicado. La revolución social es condición «sine qua non» para la supervivencia de la especie; en caso contrario, desaparecerá, de eso no tengo ninguna duda.