Aitor AGIRREZABAL

Escocia: ¿y ahora qué?

Tal y como se esperaba, Boris Johnson ha trasladado a Nicola Sturgeon que se olvide de organizar un segundo referéndum de independencia en Escocia. Pese a ser algo previsto, la situación deja al independentismo escocés en un casillero de la partida desconocido hasta la fecha.

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No eran pocas las voces soberanistas críticas con el trabajo realizado durante los últimos meses por la principal cara del independentismo, el SNP (a pesar de los magníficos resultados logrados en las elecciones británicas del pasado diciembre).

El referéndum de 2014 se vivió, de alguna forma, en modo paralelo al ascenso del independentismo de Catalunya. Así, mientras en Catalunya (y Euskal Herria) la batalla era y sigue siendo sobre el derecho a decidir, Escocia desarrollaba una verdadera campaña alrededor de la independencia. La discusión se centraba en torno a los argumentos sobre las diferencias entre un país soberano o dependiente de Londres: se debatía sobre sanidad, fiscalidad, recursos, pesca, petróleo, educación o feminismo.

Sin embargo, tras el resultado favorable al unionismo en el referéndum del 18 de setiembre de 2014 y la dimisión de Alex Salmond, el caso a favor de la independencia desapareció, durante un tiempo, de la primera línea. El Brexit y la inestabilidad política generada en Londres por la salida de la Unión Europea, con Escocia votando de forma mayoritaria a favor de mantenerse en el club europeo, trajó la soberanía, de nuevo, a la agenda política.

Pero Londres ya no estaba por la labor. David Cameron, primer ministro británico que firmó el referéndum de 2014 y el del Brexit, hizo las maletas y desapareció. Ni Theresa May ni, mucho menos, Boris Johnson, han mostrado en ningún momento su compromiso con el derecho a decidir de Escocia y la disputa ha retrocedido varias etapas, situando la batalla, con matices muy distintos a los del Estado español, pero también en la soberanía o la falta de ella para decidir su futuro.

Escocia vivirá en 2021 sus elecciones al Parlamento de Holyrood y el SNP ya ha afirmado que una victoria en esos comicios sería un mandato «inequívoco» sobre los deseos del pueblo escocés con respecto a la indepdencia. Sin embargo, distintas voces del soberanismo han criticado ya que el partido de Sturgeon esta adoptando «una posición victimista» frente a las negativas de Londres de cara a obtener una victoria en esas elecciones, en lugar de apostar decididamente por la independencia. Robin McAlpine, uno de los estrategas de la campaña a favor del Sí de 2014, ha llegado a comparar un referéndum en 2020 con las armas de destrucción masiva de Bush, Aznar y Blair: «Para el equipo de Bush, eran armas de destrucción masiva; para el liderazgo del SNP, es un referéndum en 2020. El problema es que siempre es cuestión de tiempo antes de que llegue la realidad. Podemos verlo en el Oriente Medio de hoy y pronto veremos que el referéndum de independencia de 2020 es tan real como esas armas de destrucción masiva». Les acusa de «crear su propia realidad» y que «fabricarán una nueva» a partir de los comicios del año que viene.

El reto que le queda al SNP, como principal, que no única, fuerza del soberanismo escocés es que la cuestión no se estanque en debatir sobre el derecho de los ciudadanos escoceses. Sturgeon ya se ha apresurado a informar de que el Gobierno de Edimburgo anunciará antes de finales de mes cuáles son los próximos pasos que dará. Catalunya debe servir para aprender y para que, cada uno con sus particularidades, sigan avanzando de forma paralela.