Asier ERRASTI- Ramón SOLA
BILBO
Entrevue
Iñaki OLAZARAN SAGARDUI
Encarcelado indebidamente por la Ertzaintza

«Encarcelar lo ordena un juez, pero somos ‘ciervos’ y para ellos tendremos cuernos toda la vida»

Iñaki Olazaran Sagardui se toma con un punto inevitable de sarcasmo la noche que pasó encarcelado indebidamente este domingo. La Ertzaintza le envió allá usando una orden prescrita hace ocho años. Recurre a su propio argot («ciervos» es el término que usa este cuerpo para referirse a este tipo de detenidos políticos) para ir al fondo de la cuestión.

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Iñaki Olazaran en NAIZ Irratia.

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Iñaki Olazaran Sagardui. (FOKU)
Iñaki Olazaran Sagardui. (FOKU)

Tras revelar NAIZ este martes el encarcelamiento indebido que sufrió tras ser identificado en una concentración de Vox, el vecino de Bilbo Iñaki Olazaran Sagardui ha contado lo ocurrido a este medio y NAIZ Irratia. Junto al relato de los hechos van algunas reflexiones con mucha miga.

¿Cómo empezó todo? Fue en una concentración de Vox...
Pasaba por ahí y me paré por curiosidad, en plan fisgón. Había unas 30 personas. Cuando ya estaban acabando el acto, unos chavales empezaron a gritarles ‘Gora Euskadi askatuta’, que yo creo que tampoco es algo que se salga de la ley. Yo ya tengo 59 años, unas cuantas canas y cierta ironía en la vida. Al ver que los ertzainas les identificaban, como la concentración tenía el lema ‘España existe’ yo grité ‘Teruel existe, imbéciles’. Ese ‘imbéciles’ igual se salía del guión... Entonces me pidieron los datos y cuando se los dí empezó a pitar y salió la cruz roja.

De ahí a comisaría...
La relación con el mando fue un poco dura, con tratamiento de enemigo. Yo mido 1,90 y él me decía ‘no me grite’. Yo le aseguraba que eso estaba prescrito. Él utilizó un sinónimo de ese término pero insistió, se enfadó muchísimo. Al final me metió los dos ‘grillos’ bien prietos, tenía las muñecas totalmente hinchadas. Me extrañó mucho que lo hiciera el mando y no ordenara hacerlo a un ertzaina. Y de ahí a la comisaría de Deusto; pasé allí cinco horas.

¿Les insistió entonces a los ertzainas en que esa orden de detención y la propia condena estaban prescritas?
Sí, les dije que lo sabían sus jefes, la Policía Nacional... Pero nada, me aplicaron todo el protocolo de cacheos y desnudos. ¿Acaso pensaban que iba por la calle esa mañana con una bola de droga metida en el culo? Obviamente no, el único objetivo es la humillación. Y luego, a la cárcel de Basauri, cuando está claro que quien tiene que dictar la orden de prisión es un juez, se han pasado mil pueblos.

Durmió allí...
Sí, en la enfermería. En la cárcel estuve bien, notas la solidaridad. Mentalmente me decía que iba a salir el lunes antes de comer, y fue un poco después. Vinieron y dijeron ‘venga, coja sus cosas y a la calle’. Y luego pensé: ‘Si no cuento esto, les sale gratis y además puede que le pase a otra persona, así que es mejor contarlo’. Porque, además, si has pasado por la cárcel, eso ya sale de por vida en tu ‘curriculum’: si yo este año me voy a la Oktoberfest, por ejemplo, al pasar la frontera va a salir que soy un exreo.

¿Qué conclusión saca de todo esto, una vez pasado?
Que esta gente actúa con una prepotencia y chulería que no es normal. Ejerce el odio ideológico. Nosotros somos ‘ciervos’ y para ellos seguiremos teniendo cuernos toda la vida. Lo mío al fin y al cabo no es nada si recordamos por ejemplo a Iñigo Cabacas. Me quedé con ganas de decírselo en comisaría y no quiero acabar esta entrevista sin dejar de mandar un abrazo caluroso a Manu y Fina, sus padres.