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Una investigación identifica a 4.000 navarros que emigraron a América en el siglo XIX

Una investigación ha logrado identificar a más de 4.000 navarros que emigraron a América en la mitad del siglo XIX. La clave, en el archivo de los Fort, una familia llegada desde Francia e instalada en Elizondo.

Raquel Idoate, autora del estudio. (UPNA)
Raquel Idoate, autora del estudio. (UPNA)

La investigadora Raquel Idoate ha recopilado información sobre más de 4.000 navarros que emigraron a América entre 1840 y 1874, una tesis doctoral en la que ha investigado también el fenómeno de los comisionados o empresarios que organizaban esos viajes.

Se trata de su tesis “Emigración de la Navarra atlántica a América en el siglo XIX (1840-1874)”, un trabajo defendido en la UPNA y para el que ha tenido acceso al archivo particular de los Fort, una familia llegada de Francia e instalada en Elizondo a comienzos del siglo XIX y que llevó a América a casi el 40% de esos 4.000 emigrantes.

El trabajo se basa, fundamentalmente, en la documentación de la Sección de Protocolos Notariales del Archivo Real y General de Navarra, ha informado la UPNA en una nota.

Dos de los capítulos más originales del trabajo son los dedicados a los trámites previos de los emigrantes (escrituras de consentimiento y licencia para embarcar, convenios, obligaciones y fianzas) y a la estructura empresarial generada alrededor de la emigración (compañías navieras, comisionados y agentes).

Según explica la nueva doctora, «he podido obtener información sobre más de 4.000 emigrantes y trazar los hitos del viaje, desde que salían de sus casas hasta que llegaban a su destino, con lo que tenemos un panorama bastante completo del fenómeno de la emigración en la Montaña navarra occidental».

Arantza y Leitza; Argentina, Uruguay y Cuba

Así, ha constatado que las localidades con más emigrantes fueron Arantza y Leitza y los destinos más escogidos, por este orden, Argentina, Uruguay y Cuba.

Los puertos de salida más frecuentes eran Pasaia, Baiona y Burdeos (en el trabajo se aporta un listado de barcos de emigrantes, algunos de los menús que se ofrecían e información relacionada con la atención sanitaria a bordo).

En cuanto a la relación de los emigrantes con su tierra de origen, de la documentación conservada se han estudiado cartas de pago, testamentos y poderes.

«Se han localizado también escrituras muy interesantes sobre esclavos y su comercialización como parte de los negocios azucareros o cafetales que algunos navarros tuvieron en Cuba», señala la autora de la tesis.

De igual manera, se aportan ejemplos de inversiones con dinero procedente de América, con iglesias como la de Sunbilla, fuentes o escuelas. En este sentido, destacaron familias como las de los Arístegui o los Osácar, cuya trayectoria es homologable a la de los conocidos indianos aezcoanos (Elizondo, Aróstegui o Chiquirrín)

En el transcurso de su investigación, la autora del trabajo ha logrado averiguar el nombre y, al menos, primer apellido de casi todos los emigrantes registrados; incluso, la verdadera identificación de algunos que viajaron con otro nombre.

Procedencias y profesiones

El perfil del emigrante de esta zona de la Montaña navarra occidental coincide con el tipo del baztandarra y es parecido al descrito para otras provincias: se trata de un hombre soltero de entre 16 y 25 años de edad, de extracción rural. El 21% de las personas que emigraron eran mujeres, la mayoría también solteras, aunque en menor proporción que los hombres.

La profesión más común para los hombres era la de labrador, aunque había otras como carpintero, carbonero, zapatero, alpargatero, confitero, chocolatero, panadero o sastre. En el caso de las mujeres, se citan las de labradoras, «labores mujeriles», costurera o cocinera. También hubo mujeres que fueron a «gobernar la casa».

La mayoría de los emigrantes solo sabía firmar. En cuanto al idioma que hablaban, la autora señala que «es difícil establecer si era castellano y euskera o solo uno de los dos, pues la documentación consultada no es concluyente. De cualquier manera, en el siglo XIX en la Montaña navarra sería más común escuchar el vascuence, aunque parece que el idioma era abandonado a la llegada de América».