María José Campano Abásolo y Rubén Figueroa (Efe)
SANTIAGO DE CHILE

Pueblos originarios de Chile combaten el covid-19 a caballo y con prácticas ancestrales

La falta en Chile de una estrategia de salud contra el coronavirus pensada especialmente para la población indígena ha llevado a algunos de estos pueblos originarios a poner en marcha sus propios métodos de autoprotección, como los cordones sanitarios que realizan a caballo los mapuche o la filosofía ancestral tapu que practican los rapanuis como forma de confinamiento.

Protesta contra la gestión del Gobierno ante la pandemia. (Martin BERNETTI/AFP)
Protesta contra la gestión del Gobierno ante la pandemia. (Martin BERNETTI/AFP)

Los pueblos originarios de Chile también echan en falta que las autoridades no hayan divulgado información pertinente en sus respectivos dialectos y que no existan estadísticas del impacto del virus en sus comunidades.

Pese a que en Chile existen más de 2 millones de personas pertenecientes a pueblos originarios, representando cerca del 13% de la población total, no hay conocimiento ni registros oficiales de cómo ni cuánto ha afectado la pandemia del covid-19 a las comunidades indígenas que habitan en el país.

«Muchos pueblos indígenas han adoptado medidas propias de aislamiento, ya que el Estado no ha implementado medidas especiales específicas, como en general nunca han implementado programas de salud adaptados a las condiciones de los pueblos indígenas», explica a Efe Alejandro Parellada, consejero senior de la ONG International Work Group for Indigenous Affairs (IWGIA).

Cordones sanitarios a caballo

La comunidad mapuche comenzó a realizar barreras sanitarias cortando las vías de acceso subida al lomo de sus caballos para impedir que gente de otros lugares entrara a sus segundas o terceras residencias.

Estas actuaciones se vienen dando desde hace más de dos meses en zonas de Ngulumapu como en el pueblo de Lomquinay (región de la Araucanía) o en las zonas cercanas a la localidad de Coñaripe y el lago Calafquén (región de Los Ríos).

«Como comunidad sabemos quiénes son residentes y quiénes no, nos conocemos, y eso es lo que ha hecho que nosotros controlemos la entrada. Es un lugar muy turístico y las personas de fuera quieren venir a sus segundas residencias», afirma el dirigente mapuche Orlando Colipán, werken del lof Pilinhue-Hueninca, en la zona de Coñaripe.

Colipán apunta que lo que tratan de hacer es proteger a sus comunidades del coronavirus y añade que el resguardo y el cuidado de las entradas al lugar que hacen ellos como comunidad es más efectivo que el del Gobierno, que –subraya– no controla las entradas por carretera.

En otras zonas, los líderes mapuches decidieron aplicar tests de covid-19 a todos los contactos estrechos que mantuvo algún contagiado, además de promover acciones de educación y prevención para la comunidad mediante la celebración de trawun (reuniones).

«A tres meses de iniciada la pandemia nos encontramos con muchas familias mapuche que no tienen claridad sobre los alcances de la enfermedad», denuncia a Efe Andrés Cuyul, docente del departamento de Salud Pública de la Universidad de la Frontera y miembro del Centro de Estudios e Investigación Mapuche.

Rapanui

Otro pueblo originario que ha tomado sus propias medidas contra el coronavirus es el rapanui, ubicado en mitad del océano Pacífico y que ha decidido practicar el tapu, un método ancestral que se basa en la convivencia y en el respeto a las normas de la naturaleza, como forma de cuarentena.

La iniciativa surgió del alcalde de la isla de Rapa Nui, Pedro Edmunds Paoa, a raíz de la decisión del Gobierno chileno de levantar la cuarentena voluntaria en el lugar cuando aún había enfermos de coronavirus, cuyo primer caso en la isla se detectó el 23 de marzo.

Desde comienzos de abril y en virtud del tapu, los rapanui restringieron su horario de trabajo de 08.00 a 13.00, «privilegiando los turnos éticos y el teletrabajo», y cerraron los comercios a las 15.00 horas.

El tapu ha continuado hasta este domingo, aunque la isla está libre de coronavirus en este momento, como una manera de evitar contagios secundarios.

«Ocupé el concepto tapu para solicitar a toda mi comunidad proteger la isla. Es un concepto de prohibición, de inhibición, de no permitir que en un periodo de tiempo se ejecute algún tipo de actividad. La sociedad lo comprendió y se autoguardó en sus hogares», explica Edmunds a Efe.

Sin registros

La inexistencia de datos sobre el impacto del coronavirus en la población indígena se da a pesar de que desde 2011 el Departamento de Estadísticas e Información de Salud se rige por una norma técnica (número 820) que exige estándares de información en donde una de las variables a identificar en los pacientes corresponde a si éste pertenece a un pueblo originario.

«La notificación obligatoria del COVID-19 tiene que llevar la variable étnica y tiene que tener acceso público a los datos. Hoy en día no podemos saber a ciencia cierta cuáles de los enfermos son población indígena», denuncia Cuyul.

Por su parte, Karina Vargas, coordinadora del programa de derechos de los pueblos indígenas de la ONG Observatorio Ciudadano, recuerda a Efe que Naciones Unidas estableció que todas las estrategias que se tomen respecto a los pueblos indígenas deben contar con su participación, algo que, según dice, no ha ocurrido en Chile.

«No se han tomado acciones específicas para los pueblos originarios ni las respuestas frente a la emergencia sanitaria han contado con participación de pueblos indígenas», asegura Vargas.