Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Cocodrilos en el Mediterráneo (FSM2013)

Dos años después de que la inmolación de Mohammed Bouazizi en Sidi Bouzid incendiase Túnez y provocase el mayor terremoto político y social de la historia reciente en el mundo árabe, el Foro Social Mundial aterriza en el país mediterráneo. Ambos hechos tienen su lógica relación. El Foro, un referente en la lucha antiglobalización desde aquel primer encuentro de Porto Alegre en 2001, reconoce así las luchas de la denominada "primavera árabe", frecuentemente incomprendida desde ciertos sectores de la izquierda. Hablamos de Túnez, Egipto, pero también de los procesos en Libia, Siria o Bahrein. Uno de los grandes atractivos de los próximos días será ver cómo se analizan las experiencias de las diferentes revueltas desde una óptica progresista. Sus retos, sus logros y también, con más intensidad, sus frustraciones, injerencias y tragedias. No olvidemos que si Zine El Abidine Ben Ali siguiese en el poder en Túnez, el desembarco de activistas nunca se hubiese producido.

Este es un foro mediatizado por las luchas de los pueblos árabes. Sin embargo, no es el único proceso que lo condiciona. El encuentro llega en un contexto de brutal agresión neoliberal en el sur de Europa, donde las políticas de ajuste impuestas por la Troika condenan a la miseria a cientos de miles de personas. Y que también se extienden al otro lado del mediterráneo. Mientras, América Latina, que abrió esta fase de encuentros, ha marcado la línea a seguir. Venezuela, Bolivia o Ecuador son ahora ejemplos. Este último, con un caso concreto, ya que la auditoría y la negativa a pagar la deuda ilegítima demostró que es posible dar un portazo en la cara de los banqueros. La colaboración entre el gobierno de Rafael Correa y el Ejecutivo tunecino es la plasmación práctica de que hay espacio para las sinergias.

Las revueltas árabes, los movimientos indignados o los procesos emancipatorios de América Latina (con el emocionado recuerdo a Hugo Chávez durante el encuentro contra la deuda organizada por el Frente Popular) confluyen en un pequeño espacio donde mirarse a la cara, escucharse y aprender. También para discutir. Como vasco independentista, tendré que reconocer que se echa también de menos más referencias explícitas a las demandas de autodeterminación en Europa. Democracia y soberanía son dos conceptos irrenunciables y, en el contexto actual, dos ejes de actuación de los que no podemos prescindir.

No es cuestión de echarnos flores acríticas. A pocas horas de que el foro comience, también tengo la sensación de que la dispersión y la magnitud del evento pueden suponer un handicap. Como decía un amigo hace un par de días, "un alud no te permite esquiar" y el gigantesco y heterogéneo programa puede provocar el riesgo que el grito ensordecedor y desde todos los frentes impida abordar un diálogo sosegado. Ya sabemos que la derecha es unívoca y eficaz. Aunque, ¿no es el caos uno de los encantos de quienes queremos cambiar el mundo?

Porto Alegre fue la respuesta ante un mundo cambiante, donde el movimiento antiglobalización plantó cara a las cumbres de las élites. Ahora, el contexto ha cambiado y negar la crisis de identidad del encuentro nos deja desarmados frente a la realidad. Ellos han pisado el acelerador, mientras que la izquierda intenta dar respuestas a interrogantes formulados por quienes ya conocen la respuesta de antemano. En Túnez también hay que demostrar que se pueden plantear alternativas que hagan frente a la hegemonía neoliberal. Por eso, escucharse, aprender y generar alianzas sólidas y eficaces deberían de ser los objetivos. Desde GARA trataremos de acercar a Euskal Herria estos debates. Como siempre, con una perspectiva crítica y la convicción de que un mundo más justo no solo es posible, sino necesario.

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